CINE › PABLO NAVARRO ESPEJO, SILVIA MATURANA Y SU DOCUMENTAL EL PROVOCADOR
El dúo decidió contar la historia del actor y director Juan Uviedo y su Taller de Investigaciones Teatrales (TIT), que en plena dictadura buscó abrir un camino: “Había montones de contradicciones, pero era un ámbito de libertad”, dicen.
› Por Oscar Ranzani
La relación entre arte y política es tan antigua como necesaria. Por eso, en épocas de totalitarismos esa conexión puede funcionar como una manera de hacerle conocer a la gente lo que no puede ver porque las libertades están cercenadas y reprimidas. En tiempos de la dictadura, un grupo de jóvenes militantes políticos decidió estudiar teatro como un método de resistencia a la opresión de los represores. Hasta que conocieron al actor y director Juan Uviedo, que les propuso hacer una experiencia teatral de provocación. Así nació el Taller de Investigaciones Teatrales (TIT) que, a través de esa provocación inicial, tenía como objetivo hacerles descubrir a los espectadores la dura realidad y la situación en la que se encontraban las personas bajo el totalitarismo. “Por ejemplo, en nuestros espectáculos era muy común que entraran dos actores uniformados en medio de la sala y secuestraran a un espectador para generar ese clima; por ahí, el espectador iba al teatro desprevenido y, en realidad, le estábamos diciendo: ‘Hermano, te están reprimiendo todos los días, algo hay que hacer’”, comenta Pablo Navarro Espejo, quien formó parte del TIT y que, muchos años después, decidió buscar a Uviedo y realizar un documental junto con Silvia Maturana y Marcel Gonnet, que contara aquella experiencia. El resultado es El provocador, que se estrenará mañana en el Espacio Incaa Km 0 Gaumont (Rivadavia 1635).
Maturana conoció al protagonista años después que Navarro Espejo, cuando varios discípulos de Uviedo le plantearon que sería interesante tener un registro audiovisual de este hombre que fue detenido por la dictadura en Santa Fe, se fugó de la cárcel y se estableció en Brasil. Hasta allí lo siguieron algunos discípulos y juntos crearon una organización para ayudar a chicos pobres junto a Uviedo –que se hizo chamán– en el estado de Minas Gerais. “En 2009, presentamos el proyecto en el Incaa y fue aprobado por el jurado”, subraya Maturana. Y Navarro Espejo agrega que El provocador “tuvo dos luchas: la de 1992, que dimos con la Ley de Cine para que el Instituto reconociera el formato video, y las luchas que dimos los documentalistas en 2006 para conseguir que el Instituto financiara video digital. Y esta administración le ha dado un impulso real, se nos ha abonado en tiempo y forma, lo que nos permitió empezar la película en octubre de 2009 y terminarla en enero de 2011, con todo lo necesario”.
–¿Por qué se lo llamó Taller de Investigaciones Teatrales?
Pablo Navarro Espejo: –Porque era parte del Centro de Investigaciones Teatrales que motorizaba Peter Brook, entre otros. Habían hecho un congreso paralelo en un encuentro de teatro en Venezuela y formaron un centro de investigación planteando que el teatro tradicional estaba chocando contra la cuarta pared, y que lo que se trataba era de investigar nuevas formas de teatro. Y cada director desarrolló su propio camino.
–¿Cómo lo definirían a Uviedo?
P. N. E.: –Básicamente como un actor, veinticuatro horas por día un actor, con mucha sensibilidad social, muy abierto a lo que pasaba. El fue cuidador de niños en Santo Tomé cuando encontró el hambre, fue trotskista en la dictadura para ser clandestino, fue maoísta en Centroamérica, fue sandinista. A cada lugar que iba se plegaba a los movimientos sociales que le parecían más razonables y siempre desde su rol de actor y de animador cultural.
Silvia Maturana: –Y también terapeuta, porque se constituyó como un chamán. El estuvo en la cárcel de Las Rosas en Santa Fe en 1978. Y ahí ya construyó el personaje chamán que daba consejos a los presos y a los guardiacárceles.
–En una época signada por la represión, ¿el TIT era un ámbito de libertad?
P. N. E.: –Era un ámbito de libertad que nos generaba muchas contradicciones, inclusive en el partido en el que seguíamos militando. Nos veían como lúmpenes, veían que era peligroso lo que hacíamos. En nuestros espectáculos había gente que venía, se fumaba un porro en medio del espectáculo y eso podía generar problemas con la policía. Había montones de contradicciones, pero era un ámbito de libertad, donde nosotros, que éramos jóvenes, podíamos disfrutar de relaciones amorosas y de amistad.
–¿Por qué cuando Uviedo escapó a Brasil un grupo decidió seguirlo?
S. M.: –Primero, fue seguirlo y salir de la situación asfixiante de la dictadura acá.
P. N. E: –Y Brasil estaba en los finales de la dictadura. En esa época había libertad en Brasil comparado con lo que era la Argentina. San Pablo y Río eran lugares donde se nos permitía hacer cosas en las calles, sin ir presos.
–¿Creen que la película habla sobre la dictadura desde otro lugar al habitual?
P. N. E.: –Sí, y queríamos contarlo desde el lado del humor. Las películas que vimos sobre la dictadura, en general, nos producen un gran bajón. Y nosotros queríamos contar esta experiencia desde el lado del humor. Sin dejar las banderas, sin dejar de decir lo que pasaba, conseguimos establecer con el espectador un vínculo de humor y divertimento. En las tres o cuatro presentaciones que hicimos en el Bafici 2011 y en otros festivales, la respuesta del público ha sido destacada.
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