Jue 19.04.2012
espectaculos

CINE › MARIANO LUQUE Y NADIR MEDINA EN LA COMPETENCIA ARGENTINA

Tonada cordobesa en el Abasto

Si en algo coinciden Salsipuedes y El espacio entre los dos, ambos films cordobeses, es en el carácter programático de una puesta en escena que hace de la concentración temporal y la construcción del espacio pilares esenciales.

› Por Horacio Bernades

La Competencia Argentina del Bafici se puso súbitamente cordobesa. De ese origen son Salsipuedes, ópera prima de Mariano Luque, que debuta a los 26 años, y El espacio entre los dos, de Nadir Medina, que lo hace a los 23. Más allá de la juventud de sus directores, ambas películas no podrían ser más distintas. La primera de ellas se concentra en una mujer golpeada y su marido golpeador; la segunda, en dos chicos y una chica, miembros de un grupo de rock y de un triángulo que tal vez no sea el que parece. Pero en algo coinciden ambos films cordobeses: en el carácter programático de una puesta en escena que, salta a la vista, ni en un caso ni en el otro fue decidida de la noche a la mañana. Puesta en escena que hace de la concentración temporal y la construcción del espacio pilares esenciales.

En su origen un mediometraje, Salsipuedes, transcurre entre una mañana y la siguiente, en un arbolado camping de esa localidad serrana. Un moretón en el ojo de la protagonista (Mara Santucho, vista en Tres mujeres descalzas y Los labios) y la violenta reacción de su marido por una minucia hacen saber, en el primer plano de la película, qué clase de relación mantienen. Poco más tarde se suman la mamá y la hermana de Carmen, pasando entre todos una jornada al aire libre que lo único que tiene de relajada es, claro, la apariencia. Y ni siquiera eso: si hay algo que el realizador hace de modo inmejorable es construir relaciones enteras a través de detalles mínimos. Detalles que revelan de dónde viene y qué es lo que refuerza la desvalorización de Carmen. En un momento, la mamá (interpretada por Mariana Briski, que “hace” de cordobesa) se queja de su olor a transpiración; más tarde su marido reprochará otros olores, después de hacer el amor. Después de descargarse en ella, habría que decir. Es la escena más violenta de la película, ya que Luque tiene el tacto (la sabiduría, podría pensarse) de no mostrar un solo golpe. No hace falta: todo abusador físico es, antes que nada, un abusador psicológico, y es en esto último que Salsipuedes (título inmejorable, sin duda) se concentra, generando un alto grado de incomodidad en el espectador.

Hasta aquí, todo bien. El problema es la puesta en escena, regida por una idea que este cronista considera errónea: la de que una situación de encierro debe mostrarse, siempre y necesariamente, en planos cerrados. Que el rostro de la madre de Carmen tenga en casi todas sus apariciones tamaño de gigantografía parece obedecer a una idea subsidiaria de aquélla e igualmente esquemática: la de que un personaje asfixiante debe ocupar, en cada plano, un tamaño que lo deje sin aire. Producto de esas rigideces, lo que pudo haber sido una película poderosa termina siendo una artificiosa.

No sucede lo mismo en El espacio entre los dos, donde la puesta es funcional a lo que se quiere contar. O hacer percibir, porque el film de Nadir Medina comunica más a través de sensaciones que de peripecias. La situación es mínima, los personajes sólo tres, el tiempo, casi real: unas pocas horas, desde el fin de la noche al comienzo del día. Tomi, Pablo y Malena son amigos desde chicos, tocan en un grupo de rock de Río Ceballos y, daría la sensación –por la bronca que le da al primero la forma en que chapan los otros dos– que Tomi y Malena fueron pareja y ya no lo son. Sin embargo, no es exactamente eso lo que sucede.

La cámara de Medina se mantiene pegada a los personajes, sin que pegada quiera decir, como en el caso anterior, apretada contra ellos. Son particularmente notables, por su dinámica y expresividad, las escenas de conjunto, con ejemplares seguimientos de cámara y enfoques y desenfoques. Lo que no termina de convencer son dos o tres largas escenas que –con la música tan en primer plano como algunas de Wong Kar-wai– parecen buscar alguna clase de éxtasis contemplativo (un rostro en primer plano, las vueltas de una bici, una chica girando y girando en rollers), pero en lugar de eso quedan apenas como estirados clips musicales. Lo que está fuera de discusión es que por la asentada tersura de su puesta en escena, El espacio entre los dos no parece ni por asomo la película de un chico de veintipocos.

* Salsipuedes se verá hoy a las 17 en la sala 2 del C. C. San Martín y el domingo a las 18.45 en Hoyts 6.

* El espacio entre los dos, hoy a las 13.45 en Hoyts 12 y el domingo a las 19.15 en CCSM 2.

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