CINE › DOS TITULOS DE LA COMPETENCIA ARGENTINA CON CURIOSAS COINCIDENCIAS
Al cielo, de Diego Prado, e Igual si llueve, de Fernando Gatti, ponen el foco en jóvenes y preadolescentes cercados por una existencia gris que no se corresponde con sus expectativas. Con especial cuidado en la puesta en escena, tienen resultados dispares.
› Por Horacio Bernades
“Mirá al cielo y fijate si llueve”, le decía ayer un habitué del Bafici a otro, jugando con los nombres de las dos películas que por estos días presenta a concurso la Competencia Argentina. No sólo los títulos mueven a asociar Al cielo e Igual si llueve: ambas son óperas primas, ambas tratan el mundo de la adolescencia o preadolescencia, ambas transcurren fuera de Buenos Aires. A esta altura resulta ya casi una redundancia agregar que, con resultados dispares, ambas ponen particular énfasis en la puesta en escena. De acuerdo con lo que viene mostrando esta nueva edición del Bafici, ésa parecería una condición sine qua non del actual “nuevo cine argentino”.
Ubicada en La Plata (el realizador, Diego Prado, es oriundo de la provincia de Buenos Aires), Al cielo tiene por protagonista a Andrés, un chico introvertido y solitario, que tendrá unos 16 o 17 años. Como si se tratara de un primo lejano del protagonista de Rapado, Andrés no parece demasiado a gusto ni en casa –donde vive con la mamá enfermera, la abuela más o menos ida y el hermanito menor– ni en el cole, donde el profesor de química lo reta porque se tienta en clase. Y eso que es raro que Andrés se tiente. Es raro que sonría, incluso: los chicos de la familia Rapado son tristones, todos parecen haber perdido algo o no haberlo hallado aún. No es una moto sino el punk lo que parece servir a Andrés de refugio o utopía. Una utopía en crisis, por cierto: su ídolo, el líder del grupo Noche Negra, acaba de suicidarse. Lo cual parece haber dejado al punk con menos futuro que nunca. Como El espacio entre los dos –otra película argentina con chicos jóvenes que el Bafici presenta en la Competencia Argentina– Al cielo se reserva para cerca del final una carta sorpresa, que curiosamente resulta ser la misma que su competidora.
Al cielo es, inevitablemente, una película módica, contenida, porque su protagonista lo es. La vuelta de tuerca del final permite ver que no era abulia lo de Andrés, sino un deseo que, como suele decirse, “no osaba decir su nombre”. Si hay algo que el joven realizador (Diego Prado tiene 25 años) hace particularmente bien es confrontar la crasa realidad de Andrés con su sueño punk. Lo hace mediante el recurso, tan simple como efectivo, de fragmentos de noticieros televisivos (falsos noticieros, por supuesto), que muestran al ídolo suicidado en toda clase de desenfrenos. Basta confrontar esas imágenes con las de Andrés comiendo obedientemente fideos en casa a la hora de la cena, sin una palabra que se cruce entre los comensales, para medir el abismo que lo separa de la tierra prometida con la que sueña. Por suerte, Prado no es de esos realizadores que disfrutan castigando a sus criaturas, de tal modo que el final no encontrará a Andrés comiendo los fideos de la normalidad.
Los chicos de Igual si llueve tienen unos años menos que los de Al cielo o El espacio entre los dos. Van a la primaria, lo cual hace pensar que andarán por los 12 o 13. Tendrán unos años menos, pero, por lo visto, se aburren mucho más: si el final de Al cielo permite entender por qué Andrés hablaba poco y nada, en Igual si llueve no se comprende qué le pasa a Agustín, que anda tan callado y tristón. Se sabe que la mamá va a poner la casa en venta (pero no se sabe para hacer qué clase de mudanza), que el papá no está (curiosa coincidencia con Al cielo), que la abuela está en estado vegetativo (curiosa semejanza, en este caso, ya que la de Al cielo no está vegetativa sino gagá) y que Agustín le lee (o lee para él, porque no se sabe si la abuela oye o entiende) novelas de Cormac McCarthy. ¿Será la literatura el equivalente del sueño punk de Andrés? Imposible saberlo: Fernando Gatti, realizador de Igual si llueve, practica, por lo visto, una variante hermética de la elipsis. ¿Puede no pasarle nada a un chico de 12 o 13 años? Si no es así, ¿por qué el realizador se empeña en filmar puros tiempos muertos, dedicando planos fijos de cinco minutos a dos chicos que juegan al “sapito”, tirando piedritas al agua? Igual si llueve está formidablemente puesta en escena, de eso no hay ninguna duda. Lo que es una lástima es que esa puesta esté puesta (con perdón por la redundancia) a lo que podría definirse (con perdón por el neologismo) como “regodeo nadista”.
* Igual si llueve se verá hoy a las 21.45 en la sala 1 del Centro Cultural Gral. San Martín y mañana a las 14 en el Arteplex Belgrano. Al cielo, el domingo a las 19.45 en Hoyts 11.
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