CINE › PIE DE PAGINA, DE J. CEDAR
› Por Horacio Bernades
Filólogo especializado en el estudio de textos antiguos, Eliezer Shkolnik parece el protagonista de un chiste cruel, una fábula educativa o una parábola filosófica, todo lo cual abunda en la cultura judía. El hombre dedicó su vida entera al estudio del Talmud, summa de la sabiduría hebrea, llegando a deducir la existencia de una versión hasta entonces desconocida. Pero justo cuando estaba por publicar el libro que daría cuenta de ese magno descubrimiento, un colega dio por pura casualidad con esa versión ignorada, llevándose los laureles y sumiendo a Eliezer en la oscuridad y la amargura. Ahora, encima, su hijo Uriel, discípulo y sucesor, acaba de recibir el Premio de la Academia de Ciencias de Jerusalén. Ese que él nunca recibió y posiblemente nunca recibirá.
La cuestión es qué hacer con ese material, cómo desarrollarlo, qué sentido darle, y eso es lo que el guionista y realizador israelí Joseph Cedar (cuya previa Beaufort ganó, unos años atrás, un Oso de Plata en el Festival de Berlín) no parece haber resuelto del todo. Encabezada por un título que anuncia “algunas cosas que usted debe saber sobre Eliezer Shkolnik”, una secuencia de montaje informa velozmente, en los primeros tramos de la película, lo que el párrafo anterior transcribe. Pero no permite terminar de entender otras cuestiones esenciales. Qué motivos llevaron a que al día de hoy el filólogo no se hable con su esposa e hijos, por ejemplo. Por qué está permanentemente trompudo, como un niño enfurruñado, como si en lugar de su investigación de toda la vida le hubieran arrebatado un caramelo. Nominada al Oscar 2012 al Mejor Film en Lengua No Inglesa, Pie de página no termina de definir incluso sobre qué focalizar: en Eliezer, en su rivalidad con el hijo o en la que sostiene con el colega que le “robó” el hallazgo de su vida.
Indefinido es también el tono del film, que comienza con inexplicable música de film de acción, se viste luego de comedia cool (apelaciones directas al espectador, retrocesos temporales y trucos visuales) y parecería derivar finalmente al terreno del melodrama familiar. Sólo parecería: Cedar aborda el melodrama con el suficiente cuidado como para despojarlo de toda carga emocional. Pero, además, ¿es ése en verdad el terreno en el que la película se afinca? ¿O apunta en cambio a una intriga de recelos académicos? Si algún nudo narrativo tiene Pie de página, es la desgraciada confusión entre padre e hijo –nuevo chiste cruel– cometida por los miembros del consejo que debe discernir un nuevo e importantísimo premio nacional. Confusión tal vez no del todo involuntaria: quien lo preside no es otro que el enemigo jurado de Eliezer.
No ayudan a la cohesión el estiramiento de ciertas escenas colaterales –una en la que la seguridad no deja entrar a Eliezer a la entrega del premio a su hijo, otra en la que Uriel sufre un robo en un vestuario, la escasamente desarrollada relación de Eliezer con una total desconocida– y la ruptura de tono que otras representan. Como esa en la que Uriel, despojado de su ropa en un club, sale a la calle disfrazado de esgrimista. Escena que no hubiera estado mal en el contexto de una comedia absurda. Algo con lo que Pie de página coquetea, pero, como varias otras cosas, no termina de asumir.
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