CINE › EUGENIA IZQUIERDO HABLA DE FOTOS DE FAMILIA, SU DOCUMENTAL SOBRE LA FAMILIA PUJADAS
El film cuenta la historia de los Pujadas, que huyeron del franquismo y sufrieron la persecución de la dictadura argentina.
› Por Oscar Ranzani
El matrimonio de los médicos catalanes José María Pujadas y Josefa “Pepita” Badell decidió huir del horror de la dictadura de Francisco Franco, en 1953. Vinieron a la Argentina y se instalaron en Córdoba. Allí llegaron con sus tres hijos: José María, Ricardo y Mariano. Como no podían ejercer la profesión, los Pujadas construyeron un establecimiento avícola en Córdoba y allí nacieron sus otros hijos: María de los Angeles, María José y Víctor Pujadas. Los chicos crecieron bajo una educación francamente solidaria y, producto de algunos ideales que les transmitieron sus padres, algunos de ellos, creyendo en un mundo mejor, comenzaron a militar en su etapa universitaria. El más conocido fue Mariano Pujadas, quien estuvo en la presentación pública de Montoneros en Córdoba en julio de 1970. Posteriormente fue detenido y trasladado al penal de Rawson. Mariano fue uno de los fusilados en la Masacre de Trelew del 22 de agosto de 1972. Desde ese momento, los padres de Mariano buscaron justicia. Y junto a otros familiares de presos políticos crearon la Comisión de Familiares de Presos Políticos, Estudiantiles y Gremiales de Córdoba (Cofappeg). Pero el drama no terminó en el asesinato de Mariano: el matrimonio, junto a su hijo José María, su nuera Mirta y su hija María José, fueron secuestrados y asesinados en 1975, en una de las primeras acciones terroríficas de la Triple A en Córdoba. Víctor –que en aquel entonces tenía sólo once años– presenció el secuestro y, posteriormente, fue criado en Barcelona por sus hermanos Ricardo y María de los Angeles, quienes sobrevivieron.
Hasta la tierra de Gaudí llegó la cineasta cordobesa Eugenia Izquierdo para elaborar su documental Fotos de familia, que reconstruye la historia de los Pujadas, a través de uno de sus protagonistas: Víctor. El film –que se estrenará mañana a las 18.30 en el Espacio Incaa Km 0 Gaumont, Rivadavia 1635– tiene un exhaustivo trabajo de relevamiento de testimonios, entre los que sobresale el de Víctor: es él quien realiza una suerte de viaje hacia su memoria familiar. Izquierdo sabía que era un riesgo proponerle a Víctor hablar en público. Nunca lo había hecho hasta el momento, excepto para una entrevista de la periodista Norma Morandini, una década antes del rodaje del documental. Pero Izquierdo comenta que “cuando la edad de su hija le empezó a exigir respuestas”, Víctor accedió a hablar con ella. Y cuando proyectaron Fotos de familia en el Festival de Lleida, Víctor Pujadas la vio y le envió un mail a Izquierdo diciéndole que había estado la familia en la proyección, incluida Vera, su hija, y que “cada vez estoy más contento de haber participado”. Tarea cumplida, pensó la cineasta.
“En el momento en que descubrimos este caso con Santiago Sein, mi colega de la tesis universitaria previa al documental, nos parecía que el objeto del exterminio todavía triunfaba en Córdoba”, comenta Izquierdo (el momento era 2002). “¿Cuál había sido ese objeto? Infundir el miedo y el terror en las familias que habían sido solidarias con los militantes y que desapareciera el nombre de los Pujadas de la faz de la tierra. Y en 2002 nos parecía que estaba vigente: todavía en Córdoba la gente tenía miedo de hablar de los Pujadas. Los adoraban, pero costaba. Y el objetivo del trabajo fue que se volviera a nombrar que estos catalanes habían vivido en Córdoba, que había un rastro de ellos ahí, y nos parecía que ese documental de reconstrucción era el modo”, agrega la directora.
–¿Por qué pensó su documental con Víctor Pujadas como protagonista?
–Básicamente, la decisión de elegir a Víctor fue generacional. Yo me identificaba con él. El tenía siete años cuando lo mataron a Mariano y once cuando mataron a la familia. Entonces entendíamos que era parte de la generación que no había tomado las decisiones de militar. Los viejos eran solidarios con la organización; no podemos decir que eran montos, pero sí que muchos compañeros se habían resguardado en su granja, participaban permanentemente en los actos de homenaje a los fusilados de Trelew. Y Víctor había vivido esto como un espectador. Y a su vez eso le atravesaba la vida. A los once años llegó a España sin madre ni padre y con tres hermanos enterrados. Entonces entendíamos que reconstruirlo desde el lugar de Víctor era hacerlo desde la generación que afrontó las consecuencias, pero que no tomó las decisiones.
–Teniendo en cuenta que Mariano Pujadas fue asesinado en la Masacre de Trelew y su familia acribillada por miembros de la Triple A, puede pensarse que, a través de la historia de esta familia en esos hechos, el documental permite indagar en el germen, en la antesala del terrorismo de Estado de la posterior dictadura. ¿Es así?
–Más que indagar en el terrorismo de Estado, era indagar en las elecciones de vida de ellos. Lo más impactante para mí fue que una familia decidió abandonar España por no tener que mandar a sus hijos a una escuela que impartía la ideología de un régimen totalitario. Indudablemente eso lo mantuvieron en la Argentina. Mariano no nació de un repollo, sino que era la consecuencia de esa educación, de esos republicanos, de esos ideales. Entonces, más que una película de denuncia sobre el pasado, era traer esas ideas al presente. En Córdoba hubo gente que pensaba así, que había sido consecuente con esas ideas hasta perder un hijo, hasta perder la vida de casi toda la familia.
–¿Cree, entonces, que José María y Pepita apreciaron el valor de la lucha por un mundo mejor a través de la militancia de sus hijos?
–Sí, hay cartas en que José María explica la forma en que Mariano fue capturado, y un fragmento de la carta está en la película: cuando José María señaló lo que significó para él haber enterrado un hijo y que haya muerto en esas circunstancias. Ellos valoraban muchísimo el coraje y el liderazgo de Mariano. Sin dudas hubiera sido un tipo que se habría destacado muchísimo, más allá de lo que se destacó. Y ellos estaban muy orgullosos de eso. Nunca admitieron del todo la elección por la lucha armada, pero eran solidarios, les daban estructura. Ellos intentaron sacar a Mariano de Córdoba en 1971, vía Paraguay llevarlo a Barcelona, para lo que iba a venir un tío. Y Mariano no accedió a eso. Prefirió permanecer en la Argentina, clandestino, pero en la Argentina. Y los viejos lo acompañaron en todo: en la militancia, en la clandestinidad, preso; y, ya muerto, lo siguieron reivindicando.
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