CINE › PARAPOLICIAL NEGRO, DOCUMENTAL SOBRE LOS ORíGENES DE LA TRIPLE A
El director, Javier Diment, construyó un thriller político alrededor de dos personajes siniestros de la organización de extrema derecha: Eduardo Almirón Sena y Juan Ramón Morales. Es clave el testimonio de Ana María Gil Calvo, la viuda del primero de ellos.
› Por Oscar Ranzani
Además de los juicios iniciados a los genocidas durante los gobiernos de Néstor Kirchner y Cristina Fernández, entre 2006 y 2007 se logró un paso más en la consolidación de la defensa de los derechos humanos en la Argentina: los crímenes de la Triple A fueron declarados delitos de lesa humanidad y, por lo tanto, imprescriptibles. En ese período fueron extraditados desde España Eduardo Almirón Sena y Juan Ramón Morales. Ambos estaban involucrados en los asesinatos de Rodolfo Ortega Peña, Silvio Frondizi y el padre Carlos Mugica, entre otros. Y tanto Morales como Almirón Sena fueron cabecillas de la organización parapolicial de extrema derecha que, con apoyo estatal, cometió alrededor de 1500 crímenes contra militantes de izquierda (dentro y fuera del peronismo), durante los ’70, como paso previo al golpe cívico-militar de 1976. El cerebro de la Triple A, José López Rega, ministro de Bienestar Social durante el tercer gobierno de Juan Domingo Perón, reclutó a Morales y Almirón Sena, quienes habían sido echados de la policía con frondosos prontuarios y luego reincorporados a pedido del Brujo para el accionar de la AAA. No tuvieron sentencia ninguno de los dos: ambos murieron durante el transcurso de la investigación judicial.
El cineasta Javier Diment se enteró de esta historia por el periodista Ricardo Ragendorfer, quien había escrito una nota sobre Almirón Sena y Morales. “Me dijo que tenía una historia buenísima como para hacer una película. Y pensamos en hacer un policial. Pero como no teníamos dinero para financiar la investigación en profundidad, otro amigo periodista, Facundo Cardozo, nos sugirió hacer un documental”, cuenta Diment sobre la génesis de Parapolicial negro, documental que reconstruye los orígenes de la Triple A, centrándose más en estos dos asesinos que en López Rega.
Con ritmo dinámico y entrevistas a diversos periodistas, ex militantes, ex delegados sindicales e historiadores, Diment logra un trabajo audiovisual impecable que se sustenta con algunas ficcionalizaciones (en ellas actúan Luis Ziembrowski y Sergio Boris, entre otros actores). Pero el hallazgo mayor del film –que se estrenó el jueves de la semana pasada y que puede verse actualmente en el Gaumont y en el Monumental Lavalle– es el testimonio de la viuda de Almirón Sena, Ana María Gil Calvo, cuyo relato estructura buena parte de Parapolicial negro. “La idea era ir a la prehistoria de la Triple A, pero la verdad es que cuando yo empecé a profundizar más, empecé a darme cuenta de lo poco que sabía de la Triple A”, cuenta Diment.
–¿Y qué aprendió sobre la Triple A?
–Para mí, la Triple A era, como para tanta gente, una locura. O sea, López Rega era un señor malo que estaba loco y mandó matar a un montón de gente en las sombras del poder del gobierno peronista. Y de golpe empecé a ver que de los 1500 crímenes que cometió la Triple A, muchos los organizó López Rega y muchos los ejecutaron Almirón Sena y Morales, sobre todo los principales y los más resonantes. Pero no era una institución: eran militantes peronistas de extrema derecha que tenían las puertas abiertas del Ministerio de Bienestar Social para poder armarse (porque en el sótano de ese ministerio estaba el armamento) y salir a matar gente, a matar a otros militantes, la gran mayoría peronistas. Era el peronismo de la derecha masacrando a la izquierda, con la anuencia y el apoyo operativo del Estado, porque tenían las armas pero, además, desde el ministerio se hablaba con la policía para que liberaran la zona, etcétera.
–¿Cuánto tiempo requirió y cómo fue el proceso de investigación?
–En realidad hubo un punto de inflexión grande. Mientras estábamos viendo si conseguíamos algo de dinero del Instituto de Cine para hacerla, surgió la posibilidad de ir a entrevistar a la mujer de Almirón Sena, que estaba viviendo en España. Y ahí, entonces, reventamos las tarjetas de crédito, viajamos por las dudas para ver qué aparecía y apareció un testimonio increíble. Eso reorganizó mucho la investigación. Es la columna vertebral del documental.
–El testimonio de Gil Calvo parece, por momentos, hasta inocente, sobre todo cuando relata la vida íntima con su pareja, pero si se lo contrasta con la historia cobra un aspecto muy oscuro. ¿Cómo lo observó usted? ¿Cree que dijo todo lo que sabe?
–No, no dijo todo lo que sabe. La entrevista es interesante no sólo desde lo político, sino desde lo antropológico: observar a un ser humano en esa circunstancia. Ella tiene un par de momentos en los que pone de manifiesto, pese a ella, que está construyendo un discurso y una pantalla. Yo no tengo por qué no creerle lo enamorada que estaba de su marido, porque realmente me dio la sensación de ser una mujer muy enamorada. Pero hay una parte que dejamos la toma entera en la cual ella está diciendo: “No, yo no sabía nada lo que hacía mi marido porque, por seguridad, me ocultaban todo”. Y ante mi insistencia, ella dice: “Yo sabía todo porque, por seguridad, me decían todo”. Y al final, directamente dice: “Hay un montón de cosas que me las contó”.
–Más allá de las partes de ficción, el documental se asemeja a un thriller político. ¿Los testimonios daban esa impresión por sí mismos o fue una construcción artificial pensada a la hora de armar el relato?
–Fue una construcción. La intención era ésa. De hecho, la iluminación de todas las entrevistas (salvo la de Gil Calvo, que se destaca) es una luz fría que viene de arriba. La referencia que tomamos a la hora de armar los encuadres y la fotografía era la primera escena de El Padrino: esa en que está Don Corleone en el casamiento de la hija y recibe gente que le pide favores. Tomamos esa referencia porque siempre la intención fue policial.
–Buena parte del documental indaga en la banda criminal que formaron Morales y Almirón Sena en sus tiempos de policías. ¿Esta banda le dio una estructura policial de impunidad a la Triple A?
–Ellos fueron despedidos de la Policía en el año ’70 y en el ’73 fueron reincorporados a pedido de López Rega, por decreto presidencial firmado por Lastiri. López Rega lo conocía a Morales, sobre todo de la época en que el propio López Rega era policía. El necesitaba policías violentos y corruptos. Y supo perfectamente a quiénes ir a buscar. Necesitaba gente que tuviera impunidad absoluta, que no tuviera ninguna dificultad ni ningún tipo de problema para ir y asesinar a sangre fría a quien sea, gente que supiera meter miedo y que supiera manejar a gente violenta. Y era el caso.
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