Mié 08.08.2012
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CINE › MARIO BOMHEKER Y CUENTAS DEL ALMA. CONFESIONES DE UNA GUERRILLERA

“¿Cómo prever las reacciones?”

El documental, que se estrenará mañana en el Gaumont, contiene una entrevista a Miriam Prilleltensky, ex militante del ERP que, tras ser herida y detenida, salió por televisión en 1976 hablando de su arrepentimiento por haber formado parte de la lucha armada.

› Por Oscar Ranzani

Nacida en Córdoba en 1955, Miriam Prilleltensky integró en su adolescencia un movimiento sionista-socialista, combinación ideológica que le generó más de un conflicto. Y no fue el único. En 1975, sin poder ser indiferente a todo lo que estaba sucediendo en el país, se integró al PRT. Si bien no estaba de acuerdo con la lucha armada, aceptó luego formar parte también del ERP. Durante una de las incursiones de la guerrilla en Tucumán, fue herida y luego encarcelada, pero no torturada. Según confiesa, los represores no pretendieron sacarle información ni ella delató a nadie, pero sí le ofrecieron declarar que estaba en contra de la lucha armada. Y en marzo de 1976 confesó públicamente en un canal de televisión que estaba arrepentida de esa militancia y que sus compañeros la habían abandonado. Desde entonces, ya en dictadura, y en circunstancias no explicadas claramente por Prilleltensky, los militares la enviaron a Paraguay con la identidad cambiada. Hasta que, en 1983, viajó a Israel, donde reside actualmente. Con un discurso que, a medida que avanza, se va oscureciendo, da la impresión de que a Prilleltensky su pasado parece haberle significado no más que una experiencia adolescente. Y su relato, lleno de grietas, puede inducir incluso a que quien la escuche se pregunte cuál y cómo fue su relación con el régimen militar. Filmado en Israel, el documental Cuentas del alma. Confesiones de una guerrillera contiene una entrevista que le realizó el cineasta Mario Bomheker a Prilleltensky y que se estrena este jueves en el Espacio Incaa Km 0 Gaumont (Rivadavia 1635).

A Bomheker siempre le quedó el recuerdo del impacto que le causó aquella confesión de Prilleltensky, sobre todo porque si bien no era amiga suya la conocía de círculos sociales cercanos. “Fue un impacto muy tremendo para mí ver a alguien acerca de quien se corría el rumor de que había pasado a la clandestinidad, que había ingresado al ERP, que estaba peleando en Tucumán, cosas que eran rumores porque eso no se sabía con certeza, obviamente. Entonces, de pronto, ver que una persona que conocía, muy joven en aquel momento, apareciera de esta manera fue un impacto muy grande para mí y para muchas personas”, cuenta Bomheker a Página/12. Luego le perdió el rastro. “Pero se ve que esta cuestión quedó resonando en mi conciencia o en mi inconsciente. Y en el año 2007, por casualidad, se me ocurrió preguntar en una conversación cotidiana y me dijeron: ‘Miriam vive en Israel desde hace treinta años’. Y me dije: ‘Tengo que hacer algo con esto’”, señala el cineasta.

–Ella dice que los jóvenes buscan pertenecer a un grupo. ¿Ese fue el motivo por el que ingresó al PRT?

–Supongo que ése fue uno de los motivos. Los motivos por los cuales las personas toman determinada decisión en sus vidas son múltiples y de lo más diversos. Ella dice eso, pero cada uno puede juzgar acerca de la veracidad o no. Es posible que uno de los motivos haya sido ése. Pero también había un espíritu de época que nos llevaba, a veces, a tomar esas decisiones límite.

–¿Por qué es tan crítica de las organizaciones armadas? ¿Acaso ella, que pertenecía a una, no sabía cómo funcionaba?

–Bueno, me parece que ella también expresa una corriente de opinión al respecto, que no es solamente de ella. Hace ya varios años que en nuestro país se discute en torno de esta cuestión. Existen muchas personas que tuvieron activa participación en la lucha armada y que, al cabo de los años, reflexionan acerca de lo que eso significó, y son sumamente críticas. Ese aspecto no es una excepción: integra toda una corriente de opinión desde hace años. Voy a mencionar dos expresiones. Una es la famosa polémica en torno del caso Héctor Jouvé, que apareció en la revista La intemperie, de Córdoba, y que dio lugar a la famosa carta de Oscar del Barco que, a su vez, dio lugar a una polémica que se expandió por todo el país y también por afuera. Y luego fue reunido en esos dos libros que se llamaron No matar, acerca de la responsabilidad. Y otro hito importante también, de una persona que no integró una organización, es Traiciones, de Ana Longoni.

–Pero, ¿por qué cree que si no estaba convencida terminó formando parte del ERP después?

–Ella lo atribuye a su necesidad de seguir perteneciendo a un grupo. Hubo una primera decisión que fue integrarse al PRT y a la célula de propaganda, con la cual ella dice que estaba de acuerdo, pero la decisión más extrema, más radical, la de integrarse a la lucha armada, le provocó enormes dudas y que, en realidad, fue llevada por la presión del grupo. ¿Y por qué no? Tenemos que creerlo.

–En un momento dice que aquello era “un sálvese quien pueda”. ¿No cree que ese comentario es irritante para miles de militantes que aun en los momentos más peligrosos y complejos de sus vidas apostaron por la solidaridad y el colectivo?

–Sin duda que va a ser un comentario irritante, pero estoy seguro de que debe haber habido este tipo de estos casos. Es decir, casos de personas dispuestas a jugarse y la solidaridad total. Pero lo que ella vivió como vivencia personal fue como lo describe: fue herida y personas que estaban con ella lograron escapar y se fueron. Hay que situarse en el momento. Esa era una situación límite, extrema. ¿Cómo podemos prever la forma en que las personas van a reaccionar?

–Pero, por momentos, ella parece muy despectiva con respecto a quienes creyeron que luchando se podía lograr un mundo mejor. ¿Usted cómo observó eso?

–No coincido con eso. Para mí, es un tema de una enorme preocupación: pertenezco a esa generación. Y creíamos en eso. Entonces, hace muchos años que para mí es un tema de reflexión, de estudio, de discusión, de diálogo con mis congéneres e incluso con gente de las generaciones más jóvenes. Pero opino que nadie puede prever cómo va a reaccionar. Y, en todo caso, lo que usted califica de despectivo es una opinión acerca de los errores cometidos.

–Tiene muchas grietas el relato de ella cuando señala que no se arrepintió, valga la redundancia, del arrepentimiento público de haber formado parte de la organización armada a la que perteneció. ¿Acaso no es posible pensar en cierto colaboracionismo con el régimen militar?

–Cuando empecé con este proyecto, que para mí fue sumamente conflictivo, hablé con muchas personas. Y recuerdo que hablé con un abogado muy importante de un organismo de derechos humanos. El me dijo lo siguiente: “Nosotros hemos discutido mucho la cuestión de la colaboración. Y arribamos a la conclusión de que a toda persona que fue capturada y obligada a entrar a un centro clandestino de detención o a una cárcel, la consideramos víctima. Lo que hizo adentro no podemos juzgarlo, porque nadie está en condiciones de juzgar a alguien en una situación tan abismal como ésa, tan límite”. Realmente, eso fue para mí una enorme tranquilidad.

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