Sáb 11.08.2012
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CINE › EUROPA EUROPA RECUPERA EL GENERAL Y EL ICEBERG

Dos valiosos films “perdidos”

Ninguna de las películas tuvo distribución en la Argentina y la segunda –ópera prima de los directores de Rumba– es incluso inhallable en Internet. John Boorman ganó la Palma de Oro al mejor director en Cannes por El general.

› Por Horacio Bernades

En tiempos en que da la sensación de que todas las películas están disponibles para todo el mundo por todos los medios posibles, sigue habiendo algunas de lo más valiosas que parecerían perderse en grietas de la exhibición. Este mes, el canal Europa Europa recupera dos de ellas, que en la Argentina no llegaron a salas ni al DVD. Una es prácticamente inhallable, incluso en Internet. La primera de esas películas sepultadas por cuestiones de distribución, de pago de derechos, de tiempo transcurrido o todo eso junto es El general, cuyo director no es lo que se dice un desconocido. John Boorman realizó films tan legendarios como A quemarropa y La violencia está en nosotros (Deliverance). El general no pasó precisamente inadvertida en el momento de su lanzamiento, a fines de los ’90. Giró por buena cantidad de festivales (Cannes y Mar del Plata, entre ellos) y ganó no pocos premios. La Palma de Oro al Mejor Director en Cannes 1998, por ejemplo. La otra que este mes emite Europa Europa –la que no se consigue ni en Internet– también pudo verse en Mar del Plata, a mediados de la década pasada. Se trata de El iceberg, ópera prima de Dominique Abel, Fiona Gordon y Bruno Romy. Son los realizadores de Rumba, que cuando se estrenó en Buenos Aires, tres años atrás, generó más de una adicción.

“El general” es el nombre que los medios de Dublín dieron, en los años ’80 y ’90, a Martin Cahill, capomafia tan audaz como excéntrico y astuto. De hecho, los medios se vieron obligados a llamarlo así, para no comerse un juicio por difamación. Uno de doce hermanos de una familia pobre, Cahill empezó robando comida para completar el raleado ingreso familiar y terminó robando cuadros de Rubens, Goya y Vermeer, al frente de su banda, en un sonado episodio de mediados de los ’80. De hecho, Cahill le robó a... John Boorman. Efectivamente, una noche el hampón entró en casa del afamado director de cine, llevándose el disco de oro que el realizador había ganado por un tema de La violencia está en nosotros. Boorman no se priva de incluir el episodio en la película, dándole un aura entre mágica e irreal (Cahill se pasea por los cuartos con la suavidad de un fantasma, sin que nadie note su presencia y acomodando paternalmente el osito de peluche de la hija del dueño de casa) y mostrándose a sí mismo con honestidad brutal: sale de puntillas de la alcoba matrimonial, donde duerme su esposa, y entra en una habitación vecina, donde lo espera una muy apetitosa morocha en lingerie erótica. “¿Ustedes se piensan que esto es oro de verdad?”, preguntará más tarde Cahill a sus muchachos, partiéndolo en dos: última autotomadura de pelo del realizador.

Está claro que antes que rencor, lo que el hombre robado guarda por el que le robó es una mezcla de simpatía, curiosidad e idealización, y de todo eso está teñida El general. En un blanco y negro que homenajea al cine de antes, un notable Brendan Gleeson hace de Cahill (pelirrojo y grandote, a Gleeson se lo conoce sobre todo por Escondidos en Brujas, algunas de las Harry Potter y Pandillas en Nueva York) y un no menos admirable Jon Voight (reuniéndose con Boorman tres décadas después de Deliverance) de su perseguidor, el inspector Ned Kenny. Hasta tal punto Boorman se identifica con el goce que al protagonista le producen sus robos (el Cahill de Boorman roba como quien juega) que El general es antes una comedia festiva que un drama mafioso. Si el propio realizador se presenta a sí mismo con dos mujeres en casa, por qué no habría de ocurrir lo mismo con el protagonista. Hombre de familia de aspecto y costumbres absolutamente del montón, parte de la parentela cercana de Cahill es su cuñada soltera, que claramente lo mira con simpatía. “Andá nomás, yo no tengo problema”, le dice en un momento y con toda naturalidad su esposa. Desde entonces, Cahill no tendrá una esposa sino dos.

Sucede que en tiempos de Cahill el IRA todavía existía, y en un momento dado al hombre no se le ocurre nada mejor que transar el producto de un robo con los miembros de un grupo paramilitar. De allí en más se convertirá en trofeo de caza para los miembros de la organización armada antibritánica.

En El iceberg, el trío formado por Dominique Abel, Fiona Gordon (son marido y mujer) y Bruno Romy mostraba ya las marcas de un estilo hecho de humor mudo, físico y hierático. En el fondo, melancólico, desolado y tristón. Tanto que ni su marido (el propio Abel) ni sus hijos notan una mañana la ausencia de Fiona (la pelirroja Gordon, que es australiana). Camarera en un fast food, Fiona se quedó encerrada en la cámara frigorífica por un tonto accidente. Pasó toda la noche allí y no murió congelada nada más que porque esto es una película. Desde entonces, el hielo se volverá una obsesión para ella, lo que la conduce a recalar en el Polo Norte. Mejor el Polo que esa vida mecánica que llevan.

Antes de llegar a ese destino, Fiona abandonó a la familia y se lanzó a la mar, donde conoce a un marinero mudo del que se enamora. Como en Rumba, cada plano de El iceberg parece el cuadrito de una historieta, en ocasiones autosuficiente. Como ese plano en que un tour de jubilados arrastra sin querer a Fiona, subiéndola a un ómnibus. Como lo confirmaría la algo más festiva Rumba unos años más tarde, Keaton, Tati, Marcel Marceau y Aki Kaurismäki son los ángeles tutelares del estilo Abel-Gordon-Romy.

El general se verá por Europa Europa (canal 48 de Cablevisión y 34 de Telecentro) hoy a las 22. El iceberg, el sábado 18 a las 0.15 y el miércoles 22 a las 22.

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