CINE › “CRONICA DE UNA FUGA” EN EL FESTIVAL
Hoy se sabrá si la película de Adrián Caetano sobre la fuga del centro clandestino de Mansión Seré, que cerró anoche la muestra, se lleva una distinción en Francia.
“Para mí, más allá de las consideraciones políticas, el tema de la película es la supervivencia, cómo hicieron estos chicos de 18 o 20 años para salir del horror. Cuando me propusieron el proyecto, esa fue la primera imagen que me atrapó, la de estos muchachos corriendo desnudos por la calle, el mismo día en que se cumplían dos años del golpe militar en Argentina.” Con estas palabras, Adrián Caetano explicó a la prensa internacional reunida en Cannes el origen de Crónica de una fuga, que ayer, después de once días, cerró la competencia oficial del festival y hoy por la tarde espera la definición de los premios.
Para Caetano, “la postura política del film no pasa por el discurso, sino por la indignación frente a crímenes contra el ser humano. Generacionalmente, yo fui ajeno a ese período, no viví mi adolescencia sino mi infancia durante la dictadura, por eso decidí que mi mirada debía ser generacional, la de alguien que como tantos no sabe lo suficiente sobre este período. Hay un gran desconocimiento, en los libros de texto para chicos del secundario se le dedican sólo cinco páginas al que fue el período más oscuro de nuestro país”.
Vestido con un buzo rojo y una gorra de independiente (que provocó las bromas del equipo de CQC, luego expulsado del Palais), Caetano se presentó a la rueda de prensa acompañado por dos de los actores de la película, Rodrigo de la Serna y Pablo Echarri, por sus productores Oscar Kramer y Hugo Sigman, y por Claudio Tamburrini y Guillermo Fernández, dos de los cuatro sobrevivientes de aquella fuga, la única conocida durante el régimen militar. Autor del libro testimonial Pase libre. La fuga de la Mansión Seré, que fue la base de la película, Tamburrini reconoció aquí, en Cannes, que “aunque ya creía que había saldado esa cuenta de mi vida, la película sin embargo me hizo revivir todo el dolor de aquellos años”.
Una inquietud recurrente en la rueda de prensa –por parte de periodistas italianos y franceses– fue sobre las relaciones que se establecían en el centro clandestino de detención conocido como “Atila” o “Mansión Seré” y los casos de delación que presenta la película. Para Tamburrini, “no ha habido todavía el debate suficiente sobre este período, nadie ha discutido en los grupos de izquierda esto: ¿de qué forma se delata? ¿Cómo se delata? La película no juzga, los absuelve a todos. Pero hay distintas formas de delatar, están aquellos que no aguantaron más y los que se pasaron al otro bando. Creo que la película puede abrir este debate que hace 28 años estamos esperando”. A lo que Caetano agregó: “Nuestra película es la única sobre este período que toca el tema de la delación. Todavía falta una verdadera autocrítica militar, pero también de parte de quienes tomaron las armas, para saber qué nos sucedió en el país y ver cómo hacemos de acá en más”.
Según Rodrigo de la Serna, que interpreta al personaje de Tamburrini, “fue una responsabilidad muy grande hacer esta película, la responsabilidad de tratar a la Historia con mayúscula, y me hizo comprender todo lo que le había pasado a la generación de Fernández y Tamburrini”. Para Echarri, que interpreta a uno de los represores (y que pasó casi inadvertido para la prensa extranjera, que desconoce su popularidad en Argentina), “sabía que tenía que interpretar un villano, pero no quise juzgarlo, porque si lo hacía tendría que haber rechazado este papel. Creo que ésta es la película más importante de mi carrera”. ¿Premios? En palabras de Caetano, “estar acá en Cannes ya es como ganar antes de competir”.
Y hablando de premios, fuera del concurso oficial ya aparecieron, ayer, algunos de los que asignan los jurados y las secciones paralelas. Y asomaron las primeras noticias positivas para la Argentina. En la competencia de cortos de escuelas de cine organizada por la Cinéfondation –creada por el presidente del festival, Gilles Jacob, “para ayudar a descubrir una nueva generación de cineastas”–, el primer premio fue para Ge y Zeta, de Gustavo Riet, de la Universidad del Cine, que dirige Manuel Antín. El corto de Riet, curiosamente, se relaciona con el film de Caetano, en la medida en que narra la relación que nace entre un prisionero y su carcelero, ambos oprimidos por un sistema perverso. Si se tiene en cuenta que en el jurado estaban, entre otros, el director Tim Burton y la actriz Sandrine Bonnaire, Riet –que en un par de semanas vuelve a presentar Ge y Zeta en competencia en el Festival de Huesca, España– seguramente se da por doblemente premiado.
A su vez, el jurado de la crítica internacional (Fipresci), que entrega premios en las distintas secciones del festival, consideró como mejor film de la paralela Una Cierta Mirada a Hamaca paraguaya, la coproducción de Lita Stantic, productora de La niña santa de Lucrecia Martel y Un oso rojo, de Caetano, por nombrar solamente aquellos títulos que estuvieron antes en Cannes. Hablada íntegramente en guaraní y dirigida por una joven realizadora de Asunción, Paz Encina, Hamaca paraguaya puede llegar a repetir para su país la performance de Whisky, la película de Pablo Stoll y Juan Pablo Rebella que dos años atrás puso al cine uruguayo en el mapa.
¿Y el palmarés oficial? Varios títulos circulan con insistencia en los pasillos del Palais –Volver, de Almodóvar; Babel, del mexicano González Iñarritu; Iklimler, del turco Bilge Ceylan–, pero Cannes suele ser afecto a las sorpresas. Hoy se sabrá.
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