CINE › MURIO SHOHEI IMAMURA
Más de una vez se lo señaló como el mejor director de su tierra desde Kurosawa. Dos veces ganador de la Palma de Oro en Cannes, Imamura supo alejarse de los temas clásicos para internarse en nuevos terrenos.
El cineasta Shohei Imamura, uno de los últimos maestros del cine japonés, ganador de dos Palmas de Oro en el Festival de Cannes, murió ayer de cáncer a los 79 años, en la ciudad de Tokio. Considerado a menudo como el mejor director japonés desde la desaparición del legendario Akira Kurosawa, Imamura fue una de las principales figuras del “nuevo cine” japonés en los años ’60, uno de los que comenzó a alejarse de los temas clásicos para centrarse en los personajes del submundo urbano.
La crítica mundial destacaba su humanismo y su inconformismo, con los que mostraba las contradicciones de una sociedad que cambiaba la tradición por el consumo. Admirador de Kurosawa y colaborador de Kobayashi, Kawashima y Ozu (a quien criticaba por anular el alma de los actores con su estilo frío de dirección), Imamura se proyectó internacionalmente a fines de los ’50 con Deseo apagado y Deseo robado, dos filmes que afrontaban en clave expresionista y grotesca los mitos de la sociedad japonesa. Años después fue contratado por Nikkatsu, una gran productora famosa por sus películas de porno blando, una experiencia que reflejó en la comedia Los pornógrafos (1966), donde describe las aventuras laborales de un director de ese género ilegal en el Japón de entonces.
Tras un paréntesis de diez años de trabajo en producciones para la televisión, volvió a la pantalla grande con A mí la venganza (1979) y ¿Por qué no? (1981). Fundó su propia productora, Imamura Productions, y fue profesor en la Escuela de Cine de Yokohama, al sur de Tokio. En 1983 recibió por primera vez el máximo premio del certamen francés por La balada de Narayama, la historia de un pueblo que sobrevive a los rigores del tiempo y la escasez de alimentos abandonando a las personas de más de setenta años en el cercano monte Narayama. Al enterarse de que había ganado la Palma de Oro, el director esgrimió obligaciones con sus alumnos y envió a un representante a recoger el premio.
En 1997 volvió a conquistar el máximo premio de Cannes con La anguila, compartiendo el premio con el iraní Abbas Kiarostami. “Me siento apasionado por los seres humanos, casi devorado de pasión por ellos”, dijo el director tras ganar el premio mayor con este último filme. La anguila aborda el drama de un oficinista que mata a su esposa en un arrebato de celos y luego establece una relación, justamente, con una anguila.
A pesar de haberse iniciado como asistente de Ozu, un autor de filmes de sorprendente calma y sosiego, Imamura siguió una orientación completamente distinta de la de su primer maestro: sus filmes se centraron en revelar los aspectos más oscuros e irracionales del Japón posterior a Hiroshima, con una predilección por personajes marginales.
“Estamos en el siglo XXI y, si alguien dice que será el siglo de la ciencia y de la técnica, creo que se equivoca. Yo pienso que será el de la mujer”, aseguró el director hace algunos años, en relación con el abordaje de sus películas sobre el género. “En todas las cintas que dirigí en el siglo pasado mostré mujeres de carácter muy fuerte, que aceptaban su destino en un mundo que no les ofrecía ningún rol importante en la sociedad o que veía en ellas a seres inferiores a los hombres”, explicó.
El último film de Imamura estrenado en la Argentina fue Dr. Akagi (Kanzo Sense), donde realizó un homenaje a su padre, un médico que dedicó su vida a curar a los enfermos con incansable devoción y cuidado. En esa película, el director adaptó la novela Doctor Hígado, de su compatriota Ango Sakaguchi, que narra la historia de un médico rural que investiga las causas de la hepatitis en los ’40 para encontrar una cura en el Japón. Pero la última realización conocida de Imamura por estas tierras apareció dentro del film colectivo El día que cambió el mundo (11’09’’01), una mirada crítica sobre los atentados del 11 de septiembre de 2001 en Estados Unidos, donde además del japonés participaron cineastas como Ken Loach y Sean Penn. En esta película, Imamura tuvo a cargo un epílogo en el que dejó clara su visión de sobreviviente de la tragedia de Hiroshima. Un lugar desde el que afirmaba que no hay guerra en el mundo que pueda definirse como “justa” o “sagrada”.
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