Lun 31.12.2012
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CINE › BEDA DOCAMPO FEIJóO Y SU LARGOMETRAJE AMORES LOCOS

Los cuadros de una obsesión

El cineasta plantea en su nuevo film una historia con tintes quijotescos en el sentido de “instalar el pasado en el presente”: una cuidadora del Museo del Prado cree que tanto ella como otro hombre de quien se enamora son los protagonistas de una pintura del siglo XVII.

› Por Oscar Ranzani

¿Qué pasaría si alguien viera su propia cara en un cuadro de hace cuatro siglos? Eso se preguntó el cineasta y guionista Beda Docampo Feijóo al entrar un día al Museo del Prado, en Madrid. Y, a partir de entonces, le dio rienda suelta a su imaginación y elaboró el largometraje Amores locos, que se estrenará el próximo jueves en la cartelera porteña. El título del film tiene una postura respecto de su argumento: Julia (Irene Visedo) es cuidadora de una sala del famoso museo español, donde tiene una rutina monótona. Hasta que un día llega el psiquiatra y psicoanalista Enrique (Eduard Fernández), a quien le confiesa algo. Si no fuera porque Enrique entiende de los vericuetos de la mente, la habría mirado mal. Julia está convencida de que tanto ella como Enrique son los personajes de una pintura del siglo XVII y que se amaron con una pasión desenfrenada hace cuatro siglos. Enrique, que está realizando una investigación sobre delirios pasionales, cree que está enferma y, pese a una reticencia inicial, decide ayudarla siempre y cuando ella acepte ser su paciente. Docampo Feijóo comenta que, para que la historia fuera interesante, Julia debía tener “un sueño un poco loco como el Quijote de instalar el pasado en el presente” y “no tenía que ser budista ni creer en la reencarnación ni nada, sino que fuera una cosa más loca”, admite el cineasta.

–¿El núcleo de la historia es la lucha entre la razón y los sentimientos?

–A mí gusta llamar una obsesión lo que ella tiene, porque se obsesiona con que ellos dos vivieron una historia de amor. Involucra los sentimientos, pero también la imaginación. Me gustaba una tipa que tuviera una obsesión. Una obsesión le da sentido a tu vida.

–¿En qué medida cree que ésta es una historia de amor atípica?

–La lucha entre algo más racional con algo más pasional se ha dado siempre. Ella tiene una idea que yo no había visto (y por eso decidí hacer la película), que es todo este asunto de su obsesión con un cuadro. Y no está claro que ellos sean los del cuadro. No creo que haya buscado hacer una historia de amor atípica. Creo más bien lo que decía el maestro Borges: uno puede poner el estilo y la forma de contar, pero las anécdotas se te imponen.

–¿La historia demuestra que no existe el amor ideal?

–Yo creo que no existe. Ella misma dice: “El amor perfecto sólo existe para uno”. Por eso, el psicoanalista se da cuenta y en un momento se lo cambia: “El amor perfecto sólo existe en la imaginación”.

–¿Enrique toma el caso de Julia como un desafío en su carrera médica?

–Lo toma como un desafío, pero yo trato de que los personajes no sean tan planos. El problema que él tiene es que su historia personal lo ha llevado a que algo en el orden de los sentimientos fracase de manera estrepitosa, porque su mujer se acuesta con un vecino en su propia cocina. Entonces, algo en ese tipo no anda muy bien. Yo lo construí de esa manera, como también construí que ella tenga un deseo más inconSciente que, en el fondo, la libere de esta obsesión y que pueda elegir libremente. Mientras ella está obsesionada con el cuadro no puede elegir: es ése o ése. Los dos tienen un deseo contradictorio respecto del deseo más consciente, que en el caso de Enrique es: “Yo a esta mujer la voy a curar”, y el de Julia es: “Yo a este tipo lo voy a enamorar y lo voy a convencer”. Creo que hay un deseo por debajo en cada uno que después, en algún sentido, les permite establecer una relación un poquito más humana que no se sabe dónde va a terminar.

–¿Y la historia de Julia muestra la necesidad de las personas de ser protagonistas y no meros testigos de sus vidas?

–Es una visión posible y es muy buena porque encaja con eso que dije de cómo se le queda grabado a uno lo del Quijote. El Quijote es un tipo para el que su vida es la nada. Lo único que hace es leer libros de caballerías. Su vida se transforma cuando empieza a actuar esos libros. Y acá es lo mismo. A ella la dejaron sus padres, nunca supo por qué, vive con la abuela. Pero le da un subidón de adrenalina monumental a su vida.

–¿El de Julia es un amor pasional o patológico?

–Cada uno debe leerlo como quiere. Como psicoanalista, Enrique lo ve como un hecho patológico, lo que él llama “un delirio amoroso”. Pero después el espectador lo ve como se le antoja, porque, en realidad, está la famosa frase: “Si querés un mensaje tenés que ir al correo”. Las películas no deben dar mensajes. Cada uno hace la interpretación que quiere de cómo funcionan los personajes. Yo no la veo como una “enfermita”, sino como una mina que está tratando darle sentido a su vida y quiere encontrar algo que le permita seguir viva.

–¿Qué es más importante para Julia: el deseo o la realidad?

–Enrique proyecta una filmina con una frase en el congreso de psiquiatras que dice: “¿Por qué a veces la realidad no nos es suficiente?”. Su historia y su imaginación son cómo ella construye esa realidad, porque ella cuenta que ve cosas. Y esos ensueños que tiene pueden ser más interesantes que estar sentada ocho horas en una silla para que le pregunten dónde queda un cuadro.

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