CINE › DANIEL RADCLIFFE Y LA VIDA DESPUéS DEL SUCESO DE HARRY POTTER
Desde los 11 años, no dejó de trabajar un solo día. Y en los últimos tiempos, el actor que fue el mago más famoso del mundo intensifica su actividad y abre sus posibilidades, mostrando talento para el cine de terror, la comedia negra y el musical de Broadway.
› Por Christina Patterson *
Daniel Radcliffe, uno de los jóvenes más conocidos del mundo, impresiona por sus buenas maneras. Es cortés con el fotógrafo, cortés con su encargado de relaciones públicas, cortés con las varias personas que pululan por la suite del hotel. Es cortés cuando el fotógrafo chasquea los dedos y le pide que mire en esta dirección, y en esta otra dirección, y a través de la ventana; es cortés cuando el fotógrafo se va. Y ahora, cuando al fin nos quedamos solos en un sofá del cuarto del hotel en el Soho, es también cortés con la cronista. Tanto que una quiere ser igualmente cortés, decirle cuánto aprecia su trabajo, aunque es un poco engañoso: esta cronista no vio Equus, que el actor protagonizó cinco años atrás en Londres y le propició muy buenas críticas. Tampoco lo vi en How to Succeed in Business Without Really Trying, el musical de Broadway que hizo el año pasado. Sí La mujer de negro, la película de James Watkins sobre la novela de Susan Hill que se estrenó en enero de 2012 y fue la película de terror británica más taquillera de los últimos veinte años. Pero no se le puede decir que la novela era brillante pero la película algo ridícula, aunque él se veía muy bien.
Tampoco le puedo decir que no leí ningún libro de Harry Potter, y que no tengo hijos, y que no veo por qué alguien adulto debería leer un libro pensado para chicos, y que llegué a la entrevista con sólo tres días de preaviso, lo cual no deja mucho margen para ponerse al día con ocho películas y siete libros. Quizá puedo decir que fui al video-club y conseguí Harry Potter y las reliquias de la muerte. Parte 2, y que puede decirse que él está muy bien allí pero que, aun con un resumen de Wikipedia permanentemente a mano, no pude entender nada de lo que estaba sucediendo. Tampoco puedo decirle que hace un brillante trabajo en A Young Doctor’s Notebook, la nueva serie que protagoniza con Jon Hamm, porque sólo vi un clip. Pero leí el libro: está basado en un libro de Mijail Bulgakov. Y sé, porque al menos pude leer algo, que Daniel Radcliffe es un gran fanático de Bulgakov: de hecho, The Master and Margarita es su libro favorito. Y entonces, porque quiero ser tan cortés como él, le pregunto por su libro favorito.
“Lo leí y lo amé de inmediato”, dice Radcliffe, y sus ojos azules se ven aún más azules. “Lo terminé y lo volví a leer, y entonces, para mi cumpleaños 21, fui a Rusia a visitar su departamento, como un regalo para mí mismo.” Así es: uno de los jóvenes más ricos de Inglaterra, “valuado” en 40 millones de libras, con casas en Nueva York, Londres y Australia y piezas de arte de Damien Hirst, que puede comprar prácticamente cualquier cosa que le guste, considera que el mejor regalo que puede hacerse es una visita al hogar del autor muerto de un libro ruso. “La primera vez fui solo”, dice Radcliffe. “Y entonces, cuando hice las rondas de prensa para La mujer de negro, me llevaron allí y yo parecía saber más que el entrevistador. Pero mis amigos siempre me han llamado Sr. Meticuloso, porque cuando me meto con algo me obsesiono.” Por el modo en que habla, puede verse que es así. Por el modo en que habla, queda claro que hace un montón de cosas con la clase de energía que hace que los demás tengan que correr para seguirle el paso. Después de leer el libro, vio The White Guard en el National Theatre, y después leyó A Country Doctor’s Notebook. Dos años después le propusieron hacer del joven doctor en la adaptación televisiva. “No tenían idea de que era un fan obsesivo.”
A Country Doctor’s Notebook, como The Master and Margarita, es muy, muy graciosa. Y muy, muy oscura. Está basada en la experiencias de Bulgakov como joven doctor durante la Revolución Rusa. El horror inherente –las horribles enfermedades, las extrañas protuberancias, las sangrientas amputaciones– están descritas en tonos tan inexpresivos que por momentos se vuelven surrealistas. Pero no lo es. Por otro lado, The Master and Margarita, que cuenta una visita del Diablo a Moscú, sí lo es: una suerte de realismo mágico. Magia para adultos. O, podría decirse, magia para un niño mago que ha crecido. ¿O no? “Sí, totalmente”, dice Radcliffe. “Pero creo que de todos modos eso está en mí. Siempre he tenido una imaginación ligeramente desbocada. Ciertamente, Bulgakov también: el libro me resultó fascinante por el modo en que está escrito.” Según cuenta Radcliffe (cuyo padre es agente literario), fue escrito en secreto, durante 14 años, y fue publicado sólo 30 años después, en extractos censurados en una revista. En cuestión de días, “la gente podía citarse pasajes enteros en la calle”. En cuestión de meses, algunas de sus frases, “como manuscritos que no se pueden quemar”, se habían vuelto parte de lenguaje ruso. En otras palabras, en pocos meses habían tenido un impacto masivo en toda una cultura. ¿Como, por ejemplo, Harry Potter?
“Así es”, dice Radcliffe, sin acobardarse por la comparación. “Es algo así. Está en la conciencia colectiva de una generación, y hay palabras que se filtraron en el lenguaje, como sucedió con ‘Quidditch’ y ‘Muggle’. Es un set compartido de referencias, que se va volviendo universal. Potter llegó a un rango enormemente masivo, fue leído por todos.” Asiento. Me siento un poco culpable pero asiento: fue leído por todos, por todos menos por quien lo está entrevistando. “Estaré siempre agradecido por estar asociado a algo tan importante”, dice Radcliffe, y lo dice con la firmeza de quien realmente lo siente así. “No es sólo una franquicia. Sólo en los últimos años algunos empezaron a verlo con la frialdad de los negocios, pero nosotros siempre quisimos hacer las cosas un poco mejor en cada película.” Es cierto: Daniel Radcliffe es la clase de persona que siempre quiere hacer las cosas un poco mejor. Después de todo, es el tipo que aprendió a bailar y cantar desde cero para un musical de Broadway. El tipo que nunca había actuado en teatro y a los 17 encaró un protagónico. Y no cualquier protagónico, sino uno en el que debía enfrentar al mundo, o al menos al público del West End, completamente desnudo. El joven doctor de A Young Doctor se siente casi paralizado por el miedo ante tareas terribles –los cortes, los cortes, escarbar la carne– pero debe afrontarlas. Desde afuera parecería que es una motivación extra para Radcliffe. “Sí, es muy motivador”, dice él, confiado. “No quiero que nadie diga ‘bueno, quizás otro podría haberlo hecho mejor que él.” En el pasado, en algunos puntos podrían haberlo dicho. No siempre me he sentido encantado con mi trabajo. Pero el miedo a no poder probarle a la gente que podés salir de una franquicia y hacerlo bien es una fuerza motivadora muy fuerte... Suena como si pudiera manejar la confianza masiva, y a la vez la inseguridad masiva. Radcliffe se ríe. “Con cualquier clase de cosa artística, es como un músculo, como cualquier atleta. Si dejás de hacerlo, perdés la confianza. Por eso soy terrible con los tiempos muertos. De hecho, lo mejor del último año y medio es que encontré una confianza. Antes, básicamente para el momento del final de Potter, me sentí como si no supiera si podía hacerlo, si iba a ser lo suficientemente bueno.” Dice que Gary Oldman, el último día que encarnó a Sirius Black, le preguntó si había estado bien. Menciona a Tom Brady, atleta del fútbol americano, que dice que quiere “ganármela cada día”. “Yo creo que lo que tengo dentro, las habilidades naturales que podés tener, no valen nada si no tenés voluntad de trabajo.”
Ah, sí, el trabajo. Claramente, Daniel Radcliffe quiere trabajar. Entre las funciones de la tarde y la noche de How to Succeed in Business Without Trying ve box en televisión y dice “si ellos pueden hacer eso, yo puedo hacer mi trabajo otra vez. Quiero decir, puedo sentirme exhausto, pero es a esos tiempos que hacen lo que hacen mientras los están golpeando”. Antes de hacer Equus trabajó con un coach vocal durante 18 meses. “No es que para el momento que subí al escenario estuviera perfecto, pero ciertamente me encontraba en muchísimo mejor estado que si no hubiera hecho ese trabajo.” O sea, quizás en los negocios se puede tener éxito sin siquiera intentarlo, pero ciertamente no es posible en el teatro o en las películas.
Acaba de terminar la filmación de Kill Your Darlings, sobre un período en la vida de los poetas beat. Dice que es sobre “el amor joven”, pero también “una historia de liberación”. Dice que será más irreverente que la versión de En el camino de Walter Salles; Radcliffe encarnará a Allen Ginsberg. Para muchos, toda la movida de los Beats es increíblemente glamorosa, pero para él no lo es tanto. “Solía escribir mucha poesía, rimas y métricas, amo todo eso”, dice, y cuenta que escribió bajo seudónimo y se lo envió a Stephen Fry y Tony Harrison, y recibió “grandes respuestas” de ambos. El trabajo de los Beats, como es sabido, tiene que ver con los excesos de juventud. Por el contrario, A Young Doctor’s Notebook tiene que ver con sentirse demasiado joven para hacer lo que se está haciendo. En cierto modo, es el caso de Radcliffe, que desde los diez años era muy joven para hacer lo que estaba haciendo. Creció en un set de cine. Tomó lecciones en un set de cine. Tuvo su primer beso, su primera relación, en un set de cine. Ha declarado sentirse más cómodo en compañía de adultos, y sentirse como pez fuera del agua en la escuela. ¿Ha sido un alivio dejar de ser un chico, que se le permitiera ser un joven adulto? Radcliffe ofrece su cortés sonrisa. “Cuando tenía siete u ocho años, estaba en la bañera y le dije a mi mamá ‘No soy bueno en nada, no soy bueno en los deportes, no soy bueno en la escuela’. Y recuerdo que ella me dijo ‘pero tenés habilidades sociales’, y yo me di vuelta y le dije ‘eso no cuenta para nada’. Y cuando digo que no era bueno en la escuela, lo digo en serio.” Hay que pelear con el deseo de abrazarlo.
No era bueno en la escuela, explica, porque no podía callarse. “Siempre amé hablar con la gente”, dice. “Fui siempre muy curioso sobre todo. Creo que es la mejor cualidad que cualquiera puede tener.” Bueno, todos somos curiosos y a algunos les va mal en la escuela, pero eso no responde la pregunta de si disfrutó dejar de ser un chico. “Tengo la impresión de que recién ahora estoy empezando a ser visto como un joven adulto, lo cual es fantástico. Para ser honesto, pensé que iba a tomar más tiempo, pero no fue así.” A los 23, parece haber puesto sus propios excesos juveniles detrás de sí, lo cual puede hacer parecer viejos a los demás. Dejó de beber, por ejemplo: hubo un tiempo, que empezó cuando cumplió los 18 años, en que podía beber hasta caer desmayado. Tomó lo suyo y se convirtió en “un recluso”. A los 20 lo dejó y ahora es abstemio. ¿No es un poco raro ya estar mirando atrás, hacia una juventud parcialmente desperdiciada? Por un momento, la sonrisa desaparece. Está claro que éste no es su tema favorito. “¡Hay otras maneras de tener excesos juveniles!”, dice. “No quiero dar la impresión de que soy un bastardo aburrido que nunca sale. Todavía sé cómo divertirme. Se trata de darse cuenta que si seguía en ese tren ponía en riesgo mi carrera y aquello que amo hacer. Trabajo cada día desde los 11 años. No sé lo que es no trabajar, es lo que amo. De hecho, mi identidad está tan estrechamente vinculada con lo que soy en el set que de algún modo tengo que trabajar en eso.”
La bebida, por supuesto, tuvo que ver con las presiones de la fama. Debe ser horrible sentir que la única privacidad que puede disfrutarse es la del propio hogar. Es horrible, claramente, pero Radcliffe no lo dice, aunque lo ha hecho antes. “Hay un lado bueno de la fama”, dice cuidadosamente. “Con suerte, el año próximo habrá un montón de gente que se pondrá en contacto con Allen Ginsberg. Un montón de gente jamás hubiera ido a ver Equus, y supo de su existencia. Pueden venir por las razones equivocadas, y no me importa. Espero que queden por las razones correctas, porque el material es bueno.” Lo que más le molesta de la celebridad, dice, es que la gente asume que él cree que sus opiniones tienen mayor valor porque es famoso. “Quiero aprovechar esta oportunidad para dejar bien claro que no. Yo respondo las preguntas porque la gente pregunta.”
El tiempo se termina. Se podría hablar con él todo el día, pero el tiempo se terminó. Pero dos meses y medio después, en un viaje a Londres, accede a una segunda entrevista. Acaba de terminar la filmación de una película llamada The F-Word, y está por empezar una llamada Horns. Sus vacaciones, si puede llamarse así a un fin de semana con varias horas hablando con periodistas, constan de dos días. “No podés sentarte a esperar”, dice. “Es muy difícil hacer una película. Cuando las oportunidades están ahí, tenés que tomarlas.” Pero eso debe tener sus consecuencias en la vida privada, ¿o no? ¿Sigue con su novia Rosie? “Preferiría que no habláramos de eso”, dice, en un tono tan cortés que hace que una se sienta una basura. Entonces hablamos de las nuevas películas. Hablamos de la fama. Hablamos, porque no se puede hacer otra cosa con Daniel Radcliffe, de la importancia del trabajo, y cuánto lo molesta la pereza. Menciono sus excelentes modales. “Creo que no está en mi naturaleza ser desagradable”, dice, como si fuera algo completamente normal en una estrella.
Entonces vamos abajo, a una sala de proyección donde se exhiben los primeros dos episodios de A Young Doctor’s Notebook. Es muy graciosa, en un estilo más slapstick que las historias de Bulgakov, y muy oscura. Está bien guionada y muy bien actuada, con un Jon Hamm muy alto y muy apuesto en la versión más vieja del doctor, y un muy apuesto, aunque no tan alto, Daniel Sadcliffe como el doctor en su juventud. Y Radcliffe está genial. Tiene el timing cómico perfecto, trabaja duro y es brillante. Es, según se le puede decir en el brindis final (los periodistas con vino, él con una copa de agua), aquello que desea: un muy buen actor.
* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12.
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