CINE › DEMIAN RUGNA Y FABIáN FORTE, DIRECTORES DE MALDITOS SEAN!
Los directores hicieron su película, que se estrena mañana, con un presupuesto cercano a los 15 mil pesos. Y dicen que hay que romper el prejuicio de que el único cine de terror posible es el que se hace en los Estados Unidos. El film ganó un concurso del Incaa.
› Por Facundo Gari
Que Malditos sean!, película de Demian Rugna y Fabián Forte de presupuesto cercano a los 15 mil pesos, vaya a ser exhibida desde mañana a la par de El hobbit, que costó alrededor de 150 millones de dólares, es una muestra de que el cine independiente fantástico argentino tiene historias para contar; aseveración demostrada en algo más que la última década en circuitos alternativos. Lo más novedoso, al cabo, es la apertura de la ronda para que sus hacedores se arrimen al calor de las pantallas grandes: este film de género, que abreva sobre todo en el terror, con dosis de humor negro y gore, ganó en 2010 un concurso del Instituto Nacional de Cine y Artes Visuales a partir del que será proyectado en salas comerciales y publicitado en la vía pública. “La mayoría de los actores no tiene experiencia en la gran cartelera, así que va a ser muy fuerte ver sus caras, por ejemplo, en un afiche al costado de un colectivo”, celebra Rugna en diálogo con Página/12. Sin embargo, mientras las instituciones cinematográficas y los festivales grandes (como el de Mar del Plata) ascienden a la A, la realización y la circulación de cine B son aún un interrogante de cómo hacer para fomentar el consumo en un espectador que elige el 3D y las grandes figuras. Forte receta: “Basta de películas de situaciones o del viaje interno del personaje. Eso aburre ya. Quiero películas que mi familia pueda ver, que entretengan, no antipúblico. Eso necesita el cine local para crecer. Si no, se seguirán eligiendo films de Hollywood”.
En un primer acercamiento al mundillo del cine de género vernáculo es llamativo que pretenda correrse del gigante industrial de Los Angeles, cuyas manufacturas mamó y del que es en cierta medida deudor estético. “Tomamos el cine de los ’80 y le sumamos elementos argentinos”, precisa Rugna. En “cierta medida” porque la observación no cuenta otras influencias foráneas críticas de la matriz norteamericana en su conjunto. No obstante, un segundo zoom borra la aparente contradicción: son productores de contenidos al frente de pequeñas empresas autogestivas, de jerarquías horizontales y funciones múltiples, en las que la creatividad es tan valorada como el profesionalismo y el “hágalo usted mismo” se vuelve plural colaborativo, a fuerza de escasez de recursos económicos.
Malditos sean!, por caso, fue financiada por sus directores y con aportes de los actores. La realidad compartida encuentra entonces a estos cineastas ocupando distintos roles en distintas películas. Así se conocieron Rugna y Forte: en La muerte conoce tu nombre, film de Daniel de la Vega estrenado en 2007, el primero es guionista y el segundo, asistente de dirección. Ese mismo año se cruzaron en el efervescente Buenos Aires Rojo Sangre y decidieron arrancar un proyecto conjunto con referencia en el festín del terror que es Creepshow (1982). El resultado es un atrapante largometraje de dos horas, orgánico aunque tripartito en su trama de sangre y enigmas; una película que les contrapone audacia y artesanía a las escaseces de caja y calendario. “Escribimos cada historia pensando no sólo en la producción sino en los recursos y el tiempo. Calculamos seis días de grabación para cada una, con dos semanas de preproducción. No ganamos plata, por lo cual no pudimos tomarlo como un rodaje profesional, con seis semanas de pre y lo mismo de rodaje. Hicimos cada parte en febrero de 2008 a 2010, cuando todos teníamos vacaciones”, informa Forte.
Si es posible una lectura común a los tres episodios que componen el universo de Malditos sean! es la del cruce entre la moral cristiana y la “pagana”, orden versus “caos” que los realizadores cuajan a nivel narrativo con el pulso del misterio. El título del film es de hecho la primera manifestación de esa oposición y de su posición redentora. La acción arranca en 1979, con un grupo de tareas (documentada está la relación entre la jerarquía de la Iglesia Católica y la “santa misión” de los genocidas de ese período), arribando a la casa de un curandero a quien deben meter preso. Carlos Larrañaga compone al brujo vibrante, con aires del psicópata de Ralph Fiennes de Dragón Rojo, y es parte de un numeroso elenco en el que se destacan Chucho Fernández, Pablo Palavecino, Vicky Almeida, Silvia Trawier, Pedro Di Salvia y Julio Luparello. El salto hacia el segundo episodio abarca diez años: un sicario le rebana el cogote a un deudor mientras su compañero sigue al pie de la letra el ABC del esbirro prudente, asesinando al único testigo, un niño. De ahí a los fantasmas del protagonista hay un paso, y ese andar lo deposita en el consultorio del nigromante del primer bloque. Para el tercero corren otros diez años: Murcia y sus discípulas vírgenes brindan un servicio de lectura de borras de café a los atribulados que llegan a su casona suburbana. El negocio marcha bien, hasta que en una taza dan con un agüero más corpóreo que el de los mayas. Cierra la banda de Moebius el primer episodio, con desbande de enanitos de jardín y relectura de El monstruo de la Laguna Negra.
–¿Fue un guión de una pieza o acoplaron segmentos que tenían sueltos?
Demian Rugna: –Cada cual debía escribir su mediometraje y el tercero lo haríamos en conjunto. Escribí primero y filmamos ignorando cómo iba a seguir la historia, lo cual va a contrapunto de cualquier manual de guión. Luego Fabi escribió su parte. No tenía nada que ver con la mía, salvo el atisbo de un personaje.
Fabián Forte: –Ahí surgió que el curandero fuera un patrón común.
D. R.: –Nunca hubo un guión de 120 páginas: hubo dos de 25 y uno de 40. Ojalá hubiésemos podido pensarlo entero.
–Si bien el guión es importante, es sólo una de las etapas de realización. El cine tiene muchos pasos, sobre todo para hacerlo desde la autogestión. ¿Pintar no les atrae?
F. F.: –(Risas) Tenés que ser un apasionado y eso viene con uno.
D. R.: –Ponemos plata y vida. No podemos renunciar porque tenemos algo para mostrarle al cine argentino: se puede hacer una buena historia de terror.
–La película parte de una historia real: la dictadura.
F. F.: –Estamos hastiados de películas de la dictadura. Indudablemente fue un período terrible, pero en un momento el 80 por ciento de los films era sobre esa época y con enfoques bastante parecidos.
D. R.: –Planteamos que se puede aprobar en el Incaa una película situada en un período muy abordado, pero con otra estética y desde el terror.
–Un género que el cine local no ha explotado...
F. F.: –Hay descreimiento del terror. Es una frase que repito siempre, pero afortunadamente va quedando arcaica porque hay muchos cineastas interesados, sobre todo independientes.
D. R.: –Padecemos que antes de Visitante de invierno (Sergio Esquenazi, 2008) pasaran 25 años sin cine de terror. Se lo dejamos a la industria yanqui. Entonces el público se acostumbró a que sea en inglés. Eso hay que romperlo. Pasa lo mismo con los efectos especiales: estamos siempre al filo de la navaja. Si te sale un poco mal un bicho, es una verga.
–En Malditos sean! hay efectos logradísimos, como el matorral de pelos que le brota al comisario, hechizo mediante.
D. R.: –Tengo un amigo que hace pelucas y me mandó dos bolsas de desechos. Nos pusimos a pegar pelitos, uno a uno.
F. F.: –Es la pasión. ¡Mirá lo que hacemos por la posibilidad de contar una historia! Es un gran desafío el de los efectos, sumado a tantos que tiene por sí una película independiente. En la Argentina hay profesionales muy grossos, limitados por el magro presupuesto.
–Lo cual refuerza el prejuicio de que la B es de berreta.
F. F.: –Totalmente. Pero ya llegará nuestro Sexto sentido, una película que rompa e inspire confianza en el público.
D. R.: –Estamos para ponerle fecha de defunción al Nuevo Cine Argentino, para que se amplíen las voces, como está sucediendo en el Incaa. Faltan productores que se animen, porque todavía les es más fácil presentar una comedia romántica que una película en la que le explota la cabeza a una nena.
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