CINE › GORAN PASKALJEVIC HABLA DE “SUEÑO DE UNA NOCHE DE INVIERNO”
El cineasta serbio explica el sentido de su película, que funciona como metáfora de la psicopatía social de la ex Yugoslavia.
La primera sorpresa es que en Belgrado anden bien los teléfonos. “¿Aló?”, dice Goran Paskaljevic desde Serbia, sin que ningún ruido interfiera su voz. El manual de estereotipos dice que deberían estar sonando bombas o ametralladoras, pero en cambio se escucha una voz trinante que dice “ah, de Argentina. Tenemos partido el viernes, pero no tengo ninguna esperanza”. Podría ser un cumplido para quedar bien con el público local. Pero dicen que a este director nacido en 1947 no le gusta mentir ni mostrar falsos optimismos. Sólo recientemente pudo volver a su país, después de militar durante años como uno de los referentes en contra del régimen nacionalista de Slobodan Milosevic. Y nunca dejó de crear. Cuando estuvo otra vez en las calles de su ciudad natal, engendró una de sus más célebres criaturas. Sueño de una noche de invierno es una metáfora de la psicopatía social de la ex Yugoslavia, que cuenta en su elenco con una actriz que es autista. Se estrenará el jueves en Argentina y trae como antecedente haber recibido, entre otros, el Premio Especial del Jurado Oficial del Festival de San Sebastián en el año 2004. “Van a ver un film que hice cuando la guerra acababa de terminar y todo el país estaba en un ensimismamiento muy destructivo”, cuenta Paskaljevic, que fue perseguido por varios regímenes políticos de distinto signo. ¿Se siente seguro ahora? “Más o menos”, contesta el entrevistado. Y sobreviene un silencio de varios segundos, que se rompe justo cuando el vacío empieza a ser desesperante.
–Usted ha visitado Argentina y conoce a algunos directores de aquí, como Carlos Sorín. ¿En qué cree que Sueño de una noche de invierno puede hacer contacto con los problemas y los intereses que tenemos?
–Tengo que aclarar que ésta no es una película fácil. Es trágica, como la realidad de nuestros países. Pero bueno, me imagino que, como nosotros, ustedes están hartos de los clichés del cine de Hollywood. Entonces me parece que, a partir de la atmósfera que he tratado de captar, pueden contactarse con una nación que está atravesando una encrucijada. En eso me parece que nos parecemos mucho.
Sueño... es la historia de un soldado desertor que vuelve a su casa y encuentra que allí se han alojado una madre y su hija, una niña autista. Sumidos en una lucha de tensiones entre el pasado doloroso y la esperanza, los tres tratan de construir los rudimentos de una familia. Por momentos, ese intento por reconstituir los lazos afectivos adquiere una extraña verosimilitud. “Cuando durante los ’90 Milosevic ganó las elecciones –recuerda el director–, tuve que irme del país. Los nacionalistas serbios me llamaron traidor. Después, cuando la situación me permitió volver, estaba lleno de fe. Pero los burócratas seguían ahí. La gente estaba ciega, quería olvidar.” Paskaljevic empezó a investigar las razones de esa actitud y encontró que lo que le pasaba a su pueblo se parecía a lo que sentían algunas personas con alteraciones psicológicas. “Me puse a investigar acerca del autismo y se me ocurrió ir a un centro para niños con problemas”, rememora.
–Ahí conoció a Jovana Mitic, la chica que actúa en el papel de niña autista...
–Exacto. Fue muy poderoso conocer a una persona con tanto encanto. En ese momento tomó fuerza la idea de hacer una película y pensé un relato que trabajara con cierto intimismo. Por supuesto ese minimalismo no me impidió trabajar también con metáforas políticas. Ahora bien, trabajar con una artista autista tiene algunas complicaciones. Después de seis meses visitando a Jovana, quedé convencido de que se podía. El problema es que a ella no le podés decir “hacé esto o hacé aquello”. Entonces preparé todas las escenas y grabé en mini DV, para poder repetir si era necesario. Por suerte es absolutametne espontánea. Reacciona muy bien ante el amor. Y todo lo que yo había previsto pero ella no quería hacer, simplemente lo quité.
–Y en cuanto al resto del elenco, ¿cómo se organizó?
–La actriz bosnia Jasna Zalica, que trabajó el papel de madre de la chica, vino a Belgrado y pasó un par de semanas con Jovana y su familia. Una vez que se conocieron, el problema era Lazar Ristovski, el actor que hace de soldado que regresa. Me preguntaba cómo hacer para que dos seres tan distintos se llevaran bien. Y entonces se me ocurrió que se tenían que conocer en cámara. Y lo hicieron: la escena en la que Lazar está volviendo a su casa después de años y ve a Jovana en su habitación fue el primer encuentro en la realidad. En ese momento no sabíamos cómo iba a terminar la película ni la relación. Si te fijás los planos de ese tramo tienen algunos desperfectos técnicos, pero salió tan espontánea que cuando intenté repetirla ya no era lo mismo, y quedó ésa.
–En su filmografía aparecen algunos rasgos comunes a las creaciones de otros artistas balcánicos. Sin ir más lejos, Lazar Ristovski es uno de los actores de Underground (Emir Kusturica, 1995). ¿Cree que los creadores de esa región comparten alguna característica en especial?
–Mucha gente piensa que no sólo el cine, sino toda la ex Yugoslavia es como la muestra Kusturica. Pero no. No somos todos gitanos. Hay muchas diferencias entre los pueblos de los Balcanes, y por lo tanto también entre sus artistas. El secreto para construir una cinematografía nacional es tener una historia real y contarla con honestidad. A mí mucha gente me dice que hago un arte sin esperanzas. Pero sencillamente trato de mostrar lo que es la vida en mi país. He tratado de expresar la atmósfera trágica en la que vivimos aquí para que podamos hacer contacto, en este caso con gente como los argentinos. Quizás ésa sea una de las misiones del artista.
Informe: Facundo García.
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