Jue 18.04.2013
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CINE › STEPHANIE ZACHAREK HABLA SOBRE LOS GOZOS Y LAS SOMBRAS DE ESCRIBIR CRíTICA CINEMATOGRáFICA

“Los críticos no somos autómatas ni robots”

El festival porteño publica un libro que recopila veinte años de trabajo de la crítica neoyorquina, una de las más reconocidas de su país. “Incluso cuando son malas, las películas mainstream a veces pueden ser audaces, y eso hay que reconocerlo”, dice.

› Por Ezequiel Boetti

El Bafici la tiene clara. Sabe que un festival de cine no se trata sólo de la exhibición de cientos de películas ajenas a los modelos narrativos y procedencias dominantes en la cartelera comercial, sino también de pensar y reflexionar sobre todo ese compendio audiovisual. Y allí es justamente donde entra en juego la crítica. Se entiende, entonces, que recurra regularmente a la compilación de textos escritos por las plumas más importantes de la disciplina. Luego de Rodrigo Tarruella en 2009 y Jim Hoberman el año pasado, ahora le llegó el turno a Stephanie Zacharek. Partidaria del axioma basal de la crítica, aquel que dice que todas las películas nacen iguales, la pelirroja se caracteriza por hurgar semana tras semana en la cartelera comercial norteamericana con una mirada ecuánime, dejándose sorprender incluso por aquellos artefactos hollywoodenses por los que la mitad más uno de sus colegas no apostaría ni un dólar, como por ejemplo Rápido y furioso 5, Agente Salt, Las vacaciones de Mr. Bean o Jackass. “Incluso cuando son malas, las películas mainstream a veces pueden ser abrumadoras y audaces, si bien no exactamente buenas, y eso es algo que vale la pena reconocer”, escribe una de las cronistas estrella de Salon.com en el prefacio de Comedias, tragedias y cosas que explotan, compilación de decenas de textos de los últimos veinte años que la propia neoyorquina presentó en el marco del festival porteño.

–Usted desarrolló gran parte de su carrera en medios on-line. ¿Encuentra mayores libertades allí que en los gráficos?

–Creo que históricamente hubo más libertad. Yo empecé a escribir en medios que, si bien eran independientes, se imprimían. Cuando la gente de Salon.com me ofreció trabajo, inicialmente dije que no, porque creía que si no estaba en papel no era real. Pero cuando finalmente acepté y vi la gran cantidad de lectores que podían estar en contacto conmigo, me di cuenta de que eso literalmente abriría mi mundo y mi forma de pensar.

–En muchos de sus textos escribe en primera persona e incluye algunas anécdotas personales que van más allá de la película en sí. ¿Eso es posible sólo en medios digitales?

–Cuando empecé a trabajar en Internet traté de mantener mi estándar de escritura como si fuera un medio impreso tradicional. Pero diría que hay algo aquí que permite ser un poco más informal y libre, más allá de que siga preocupándome la estructura de los textos y que llegue un mensaje claro al lector. Para mí lo más importante es sentirme viva mientras miro una película. En ese momento lidio con sentimientos y sensaciones, además de sentirme parte de algo mucho mayor. Mi idea siempre fue trasladarle al lector todo lo que implica esa experiencia.

–¿Qué papel juegan los prejuicios en el oficio?

–Obviamente no son muy buenos, pero forman parte del ser humano y los críticos no somos autómatas ni robots. Es imposible eliminar las ideas preconcebidas sobre algún director o género, más cuando este trabajo requiere estar absolutamente perceptivo todo el tiempo. Por eso creo que uno de nuestros grandes desafíos es estar muy abierto a la sorpresa y tratar de ser fiel con uno mismo ante esa sensación para darle lugar en la escritura. Y, al menos a mí, me encanta sorprenderme en el cine. Me pasó con una de las películas que más me gustó en los últimos años, Anticristo, de un director al que odiaba como es Lars Von Trier. Me encanta esa capacidad que tiene el cine para decirnos cosas sobre nosotros mismos.

–En la presentación del capítulo dedicado a las comedias reconoce lo dificultoso que resulta escribir sobre ellas. ¿Esa es una de las razones por las que ha sido un género históricamente marginado?

–Quizás. En términos de escritura y análisis creo que efectivamente es muy dificultoso. Cuando la comedia funciona bien es un momento delicadísimo y muy difícil de traspasar a la escritura. Uno puede fracasar y aplastar todos esos méritos cuando intenta abordar una cuestión de tanta precisión como es un chiste. Es casi imposible explicar cómo funciona su lógica. Creo que tal vez sea uno de los mayores desafíos de los críticos, y por eso muchos se sienten intimidados por el género. Es mucho más difícil escribir sobre una comedia de Will Ferrell que sobre alguna película de Terrence Mallick.

–Al menos en la Argentina, la crítica cinematográfica es un ambiente mayoritariamente masculino. ¿En Estados Unidos ocurre lo mismo?

–Totalmente. No sólo la crítica, sino toda la industria está dominada por hombres. Ahora con las nuevas posibilidades de financiamiento es más fácil encontrar mujeres, pero históricamente fue muy difícil. No tengo ni idea de por qué ocurre ese fenómeno, ya que no se necesita un cromosoma especial para escribir sobre cine.

–¿Cree que el género es un factor condicionante en un oficio cargado de tanta subjetividad como la crítica?

–Sinceramente no lo sé. Lo que sí sé es que yo absorbo la belleza de los físicos cuando veo una película, más allá de que sean cuerpos femeninos o masculinos, y no tengo miedo en apelar a eso al momento de escribir. Y noto que los críticos hombres, sobre todo los más serios, no suelen hablar de esa cuestión. Nunca dirán si una mujer les gusta. ¿Por qué? Quizá por miedo a que los acusen de sexistas.

–La crítica norteamericana Pauline Kael decía que uno no sabe a ciencia cierta qué es lo que piensa sobre una película hasta que termina de escribir sobre ella. ¿A usted le ocurre lo mismo?

–Sí, muy usualmente siento eso. Creo que los textos más interesantes son aquellos en los que uno va descubriendo la película a medida que escribe. Es una experiencia genial, porque permite descubrir cosas no sólo de la película, sino también sobre una misma.

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