CINE › ENTREVISTA CON HANY ABU-ASSAD, DIRECTOR DE “EL PARAISO AHORA”
El realizador palestino habla de los motivos que lo impulsaron a rodar un film de ficción sobre dos hombres bomba.
El paraíso ahora, del director palestino Hany Abu-Assad, narra las últimas horas de Khaled y Said, amigos de infancia que deciden inmolarse juntos como hombres bomba en un ataque suicida en el centro de Tel Aviv. La acción, sin embargo, no resulta tal como estaba planeada, se dispersan y cada uno se enfrenta no sólo con sus dudas y contradicciones sino también con su pasado. El film de Abu-Assad –el primero que se anima a abordar desde la ficción un tema tan riesgoso– explora los motivos legítimos que llevan a los palestinos a resistirse a la ocupación israelí, pero no justifica la pérdida de vidas inocentes. En todo caso, la película deja que –en un ejercicio dialéctico– cada uno exponga sus razones. Entre ellas una mujer palestina, hija de un “mártir”, que dice que preferiría que su padre estuviera vivo antes de que fuera un héroe. “No podemos permitir que Israel, que es el opresor, se ponga en el lugar de víctima; si no somos iguales en la vida lo seremos en la muerte”, dice Khaled, con una carga atada a su pecho. A lo cual la mujer les responde: “No tenemos que darle a Israel una coartada; ellos tienen el poder de las armas; nosotros les debemos oponer nuestra fuerza moral”.
En más de una ocasión, el guión de Paradise Now se impone peligrosamente por sobre la puesta en escena, impidiendo que la película respire por su propia cuenta, más allá de la función dramática que el director le asigna a cada uno de sus personajes. Pero aun así, Abu-Assad se permite algunas libertades, como ese momento desacralizante en el cual Khalid, fusil en mano, está grabando solemnemente el video con las consignas que preceden a su acto y la cámara se traba una y otra vez y debe volver a comenzar, como si fuera un banal ensayo de televisión (la película también consigna que las grabaciones de los suicidas luego se comercializan en los videoclubes palestinos, a 15 sekels la venta y a tres el alquiler). “Para los israelíes, los palestinos somos invisibles o asesinos y con mi película yo quise hacerlos visibles, darles un rostro”, dice Abu-Assad, que filmó íntegramente su película en Nablús, “siempre en peligro, porque es una zona de guerra”.
–¿Fue un problema rodar en Nablús?
–Fue una locura rodar allí. Cada día teníamos un nuevo problema. Tanto los israelíes como los palestinos están acostumbrados a ver pequeños equipos de televisión. Pero lo nuestro no era un pequeño equipo que podía filmar algo y echar a correr. En total, éramos 70 personas y 30 camiones. A ver quién sale corriendo y se esconde con todo eso... Luego, a unos palestinos se les metió en la cabeza que rodábamos una película contraria a la causa palestina. Sin embargo, otros grupos o facciones apoyaban el rodaje porque opinaban que luchábamos por la libertad y la democracia. Hubo un grupo que decidió que no presentábamos correctamente a los suicidas. Vinieron a vernos con armas y nos pidieron que lo dejáramos. Pudimos seguir porque otros grupos nos apoyaban.
–¿El equipo llegó alguna vez a estar atrapado en un fuego cruzado?
–No hubo un solo día que no tuviéramos que detener el rodaje. Parábamos, esperábamos a que todo se calmara y seguíamos.
–¿Es verdad que seis técnicos alemanes abandonaron el rodaje?
–(Risas.) No los culpo. La vida es más importante que una película. Hubo una explosión y tres hombres murieron cerca de donde habíamos rodado la noche anterior. Estaba claro que no teníamos otro remedio, debíamos marcharnos. Queríamos seguir rodando en Nablús por cuestión de continuidad, pero al final tuvimos que ir a Nazareth.
–¿Cómo nace la idea de la película?
–Cada día leemos en el diario que hubo un nuevo atentado suicida. Es un acto muy extremo y por eso empecé a preguntarme, al igual que todos, qué les empujaba a hacerlo. Entonces me di cuenta de que nunca les oímos a ellos, no sabemos qué piensan. ¿Cómo pueden justificarlo? No me refiero sólo a sus familias, sino también a ellos mismos. Aparte de cómo los juzguemos, tienen una historia, una lógica.
–Decidió rodar en 35 mm. Sin embargo, habría sido más rápido y más fácil usar una cámara digital, ¿por qué tomó esa decisión?
–Era un modo de diferenciar la película de las noticias que vemos cada día en la televisión. La película no sólo retrata la realidad, también usa la realidad para hacer un cuadro.
–¿Cómo investigó el tema de los suicidas?
–Estudié la transcripción de interrogatorios hechos a suicidas que no habían conseguido su objetivo. También leí los informes oficiales israelíes. Hablé con personas que habían conocido a algunos que sí habían muerto, con sus familias, sus amigos, sus madres. No había un patrón, un estereotipo, ninguna historia se parece.
–¿Cree que tendrá problemas con grupos israelíes y judíos que puedan considerar que la película está demasiado a favor de los suicidas?
–Sinceramente, espero que no. Con esta película sólo quiero dar pie al debate, un debate significativo referente a los temas reales que nos ocupan. Al parecer, hay mucha inquietud por lo que la gente pueda pensar, pero espero que la película sirva para estimular el pensamiento. Me parece bastante obvio que la película no apoya la violencia. Creo que todo esto ha surgido a partir de la idea de la película, pero no de la película en sí. Es una reacción automática. Sólo espero que la gente vea la película antes de hacer comentarios. No pido más. Lo curioso es que mientras rodábamos, estábamos muy preocupados por lo que pudieran pensar los palestinos. Es verdad que pongo un rostro humano a los suicidas, pero también soy muy crítico con ellos. Sin embargo, nadie me pregunta si me preocupa la reacción palestina. Ahora bien, ¿qué hace la ocupación con los seres humanos?, ¿qué es esta realidad? Aunque no se esté de acuerdo con ellos ni con lo que hacen, no podemos olvidar que son seres humanos.
–¿Sugiere que existe una equivalencia moral entre los ataques israelíes en Gaza y Cisjordania y los atentados suicidas?
–Es imposible mostrar la totalidad y la complejidad de la tragedia palestina en una película. No se puede tomar partido alegando cierta moralidad simplemente porque matar es inmoral. La situación está fuera de lo que llamamos “moralidad”. Creo que no me equivoco al decir que la ocupación ha creado a los suicidas. Algunos israelíes se empeñan en que los palestinos deben abandonar la violencia para que empiece el proceso de paz. Me parece un argumento cíclico. Ningún pueblo merece ser ocupado.
–¿Cómo se describe? ¿Se considera árabe-israelí, tal como llaman los israelíes a los palestinos que viven en Israel, o palestino?
–No soy árabe-israelí, esta expresión no es correcta. Soy palestino. Tengo pasaporte israelí, pero eso no significa que lo sea. Mientras Israel siga siendo un Estado judío, no podré ser israelí ya que no soy judío. No me opongo a que los judíos estén en Palestina, pero no puedo estar de acuerdo con un Estado que convierte a los habitantes en extranjeros en su propio país.
–¿Israel tiene algo que ver con la película?
–Uno de los coproductores, Amir Harel, es israelí.
–¿Por qué rodó esta película?
–Para dar pie a un debate y para convertir en visibles las historias de las personas invisibles.
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