CINE › THE ICEMAN, DIRIGIDA POR ARIEL VROMEN
› Por Horacio Bernades
“Yo no mato ni mujeres ni chicos”, reta Richard Kuklinsky a un colega, que sí lo hace. Aun siendo uno de los asesinos por contrato con cifras más altas, Kuklinsky era un family man. Un hombre de familia que –como el espía de Mentiras verdaderas– logró ser killer despiadado de día y padre y marido proveedor de noche. Basada en un libro que cuenta su historia, The Iceman narra el ascenso y desgracia de este señor para quien matar gente era como para otros administrar una empresa. De allí que, ya en prisión y con una barba digna del último Jim Morrison, asegure no arrepentirse.
Que con un tema semejante puede hacerse una gran película (o serie) lo demuestra Breaking Bad, con su patriarca químico. Que puede hacerse una no tan buena lo confirma The Iceman, cuyas escasas pretensiones de originalidad quedan probadas con la elección de Ray Liotta, que debe toda su fama a Buenos muchachos, para hacer de... mafioso. “Este tipo es una heladera”, comenta Roy Demeo (Liotta) un día de los ’60, tras ponerle a Kuklinsky (Michael Shannon) una pistola en la cabeza y ver cómo el otro no acusa recibo, por más que hasta ese momento no es todavía un wiseguy. Por eso Demeo lo contrata como liquidador: Kuklinsky trabajaba en una productora de cine porno.
De allí en más, “El Polaco” degollará, acuchillará, estrangulará y ejecutará a quienes su jefe señale. Hasta que una teenager lo hará chocar contra sus principios: proscripción para él de allí en más. Tercera película en Hollywood del israelí Ariel Vromen, la veta más interesante de The Iceman es mostrar cómo se puede despanzurrar gente sin ser un psicópata. Basta que a uno le hagan una de esas ofertas que no se pueden rechazar, que uno se habitúe a liquidar como el cirujano a cortar, y se trabajará de hitman todo lo que el cuerpo aguante.
El problema de The Iceman es que su eje narrativo es el mismo de Buenos muchachos, trocando la exuberancia de Scorsese por el rutinario oficio de este Vromen. Michael Shannon se confirma como the number one del cine actual para toda clase de perversos. Siempre es una alegría reencontrarse con Winona Ryder, que hace de la esposa. Aparece Robert Davi, uno de esos insuperables secundarios, y Vromen se da el lujo de conseguir para un par de papelitos a actores como Stephen Dorff o James Franco.
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