CINE › EL MAYORDOMO, DE LEE DANIELS
› Por Ezequiel Boetti
Difícil tomarse en serio a El mayordomo. Difícil, porque al tercer o cuarto plano, aquel en el que se ven dos negros ahorcados en contrapicado, evidencia su construcción abyecta y de una corrección política casi hilarante. Difícil, también, porque elige a Robin Williams para hacer de Dwight Eisenhower y a Lenny Kravitz como jefe de mucamos. Y ni hablar del exhibicionismo patológico de sus intenciones de llevarse cuanto premio pueda. En este último sentido, debe reconocerle a Lee Daniels (el mismo director de la “polémica” Preciosa) que sabe cómo hacerlo: se basa en, ay, un hecho real (Eugene Allen, el primer mayordomo negro de la Casa Blanca), toca un tema importante y legitimado (la discriminación racial), recorre durante dos horas y pico un período histórico que abarca casi todo el siglo XX –lo que da lugar, obvio, al lucimiento de los rubros de técnicos y de arte–, está protagonizada por un self made man de una ética y bonhomía inquebrantables, las actuaciones tienen esa gravedad tan canonizada por la Academia y, por si fuera poco, lija las aristas de la historia hasta hacer de ella un libro troquelado de salita rosa, con Martin Luther King, la muerte de JFK, la guerra de Vietnam, la crisis del petróleo, el atentado a Reagan y el apartheid, entre otras tantas cosas, pasando por la pantalla como postales vacacionales.
Película pensada para un público del intelecto de Homero Simpson, El mayordomo es un dramón centrado en la vida de Cecil Gaines (Forest Whitaker), alter ego ficticio del verdadero Allen. Cecil no pegó una: nació esclavo, creció en un algodonal y la madre quedó turuleca después de ser violada por el mismo patrón que después le mete un tiro en la cabeza al padre, no sea cosa que alguien dude del carácter intrínsecamente malvado de los blancos. La dueña del lugar, con una lástima que el film trasviste de bondad, decide entrenarlo para servir. Y eso es lo que hará el resto de su vida, pasando de allí a un hotel y luego a la Casa Blanca. Mientras tanto, la vida familiar tampoco anda muy bien: una mujer alcohólica, un hijo militante de la igualdad racial que vive en cana y en la vida real jamás existió y otro que no pincha ni corta, pero que está ahí porque Allen tenía sólo un hijo que era más parecido a éste que al inventado por Daniels, y borrarlo era demasiado. Con todos esos naipes, el film muestra las vicisitudes de la cocina de política estadounidense en paralelo con los avatares de la clase negra. Aquel lector medianamente avispado podrá suponer que el asunto desembocará en la emoción por la asunción de Obama. Que actualmente quede poco y nada del “yes, we can” y toda la perorata de 2008 es algo que a nadie parece importarle. Es, al fin y al cabo, otra de las tantas licencias narrativas tomadas por un film condescendiente e involuntariamente satírico, cuyo nombre sonará al menos un par de veces en el próximo febrero californiano.
4-EL MAYORDOMO
(The butler, Estados Unidos, 2013)
Dirección: Lee Daniels.
Guión: Danny Strong, sobre un artículo de Wil Haygood.
Duración: 132 minutos.
Intérpretes: Forest Whitaker, Oprah Winfrey, Lenny Kravitz y Terrence Howard.
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