CINE › THIERRY FRéMAUX PRESENTA LA SEMANA DEL CINE EUROPEO
El director del Festival de Cannes habla no sólo de La vida de Adèle, al que considera un film representativo del espíritu de su época, sino también de la amplitud de Steven Spielberg como jurado y de su compromiso con la “excepción cultural”.
› Por Luciano Monteagudo
Viene de un viaje relámpago a la India y, después de su breve paso por Buenos Aires, adonde llegó ayer, tenía previsto ir a Pekín, pero él mismo dice que es demasiado y que acaba de postergar su viaje a China. Todo no se puede. Aunque para Thierry Frémaux –director del Festival de Cannes desde 2001– todo siempre parece poco. Como cada diciembre desde hace cinco años, llega a la ciudad para estar hoy en la apertura del mercado Ventana Sur, organizado por el Instituto Nacional de Cine (Incaa) junto al Marché du Film de Cannes; para presentar esta misma noche el lanzamiento en el Gaumont de la Semana del Cine Europeo con La vida de Adèle (ver aparte), la ganadora de la Palma de Oro del festival en mayo pasado. Y también, por supuesto, para interiorizarse sobre la producción cinematográfica argentina en vistas a la próxima edición de Cannes, aunque prefiere no abundar en este tema para no generar falsas expectativas.
“Estoy feliz, pero no porque –como creen algunos– la Palma de Oro de este año fue para un film francés (aunque su director, Abdellatif Kechiche, es tunecino, debo recordarlo), sino porque hubo muchos comentarios acerca de que la edición de este año fue una de las mejores de la historia del festival”, se ufana Frémaux. “Me enorgullece también haber tenido como presidente del jurado a Steven Spielberg. Cuando, en confianza, le pregunté por qué había aceptado nuestra invitación, me dijo: ‘Porque quiero ver un cine diferente al que yo hago’. Y no sólo lo vio, sino también lo premió, junto al resto del jurado. Cuesta imaginar una película más diferente a las de Spielberg que La vida de Adèle, y él la supo valorar en toda su dimensión. Es una película increíble, que prueba que el cine está vivo y que todavía es capaz de reinventarse permanentemente. Es un honor poder presentarla con su director y una de sus protagonistas en Buenos Aires, una ciudad en la que se respira el amor al cine y donde estoy seguro de que gustará tanto y provocará tantas reacciones como en Cannes.”
Cabe recordar que la película de Kechiche narra la apasionada historia de amor y desamor de dos chicas de hoy y que el premio en Cannes llegó casi coincidentemente –por cuestión de días apenas– con la sanción de la Ley de Matrimonio Igualitario en Francia. “Fue ciertamente una coincidencia”, recalca Frémaux. “Cuando Kechiche empezó a trabajar en la película todavía gobernaba Sarkozy y la ley no estaba siquiera cerca. Y cuando elegimos la película, lo hicimos por su calidad, tres meses antes de la sanción de la ley, y no en función de una especulación o una agenda política. Y Spielberg y el resto del jurado no estaban necesariamente al tanto de lo que sucedía en París. Pero es verdad que la película de Kechiche capta el espíritu de su tiempo. Es una historia de amor del año 2013 y el día en que recibió la Palma de Oro fue el último en el que se hizo una manifestación contra la ley.”
De aquello que sí Spielberg estaba muy consciente, según cuenta ahora Frémaux, era de cuestiones de alta política internacional, que también tuvieron su eco en el Festival de Cannes de mayo pasado, cuando en la ceremonia de clausura el director de Tiburón y E.T. se manifestó públicamente a favor de la llamada “excepción cultural”, poco antes de que los Estados Unidos y Europa volvieran a renegociar su Tratado de Libre Comercio. El concepto francés de “excepción cultural”, que ya tiene dos décadas de vida, excluye y protege a las culturas nacionales fuera de su concepción como simple mercancía, que es el que suele primar en Hollywood. “Spielberg fue muy valiente, sabía que iba a tener críticas en su país, pero sus palabras no cayeron en el vacío”, confía Frémaux. “Un mes después, cuando Obama y Hollande se reunieron a hablar del tema, estoy seguro de que las palabras de Spielberg estaban presentes en el pensamiento de Obama. Y la ‘excepción cultural’ fue ratificada. Eso prueba que Cannes no es solamente el glamour, las estrellas y la alfombra roja. También puede ser un ámbito de discusión política.”
Para Frémaux, “el Festival de Cannes no es un festival francés: es un festival que se hace en Francia, pero le pertenece a todo el mundo”. “El mundo del cine está representado en Cannes. Y si hoy estoy aquí, como antes estuve en la India o en otros países, es porque la responsabilidad del Festival de Cannes, y la mía como su representante, es la de insistir en que el cine forme parte de las políticas públicas. El cine entendido como diversidad es un arte frágil, amenazado no sólo por la piratería, sino también por las distintas formas de entretenimiento que conlleva la revolución digital. Y hay que defender –como lo hago también en el Festival Lumière, dedicado al cine clásico restaurado– al cine como espacio de reunión y de comunión.”
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