Mié 15.01.2014
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CINE › ENTREVISTA A GUILLERMO FRANCELLA Y DANIEL BURMAN

“Lo popular nunca puede estar reñido con la calidad”

El actor y el director trabajaron juntos por primera vez en El misterio de la felicidad, que se estrenará mañana. “La película no habla sólo del amor sino del que patea el tablero y no lo comunica, del tendal que deja”, explican.

› Por Facundo Gari

Guillermo Francella y Daniel Burman reciben a Página/12 entre recomendaciones de sitios que ofrecen té en hebras, facturas con dulce de membrillo y panchos de pancito caliente. “Mi compadre puso un drugstore a la vuelta de casa y vende unos hechos en agua con caldito”, tienta el actor. En el menú aparece la palta, y tanto él como el director y guionista subrayan que no les gusta. La escena parece un sketch convenientemente ensayado: en El misterio de la felicidad, comedia dramática que se estrena mañana en las salas de cine, Francella compone a Santiago, uno de dos amigos y socios de la “pareja ideal” que incluye a Eugenio (Fabián Arenillas). Este es quien detona la historia con su insospechada desaparición, y Santiago queda más perturbado que la esposa del presunto fugado, Laura (Inés Estévez). Para entender el grado de preocupación de cada cual –inversamente proporcional al prejuicio del carácter de sus “pactos”–, el arranque de la novena película de Burman ofrece la coreográfica rutina de los muchachos, del negocio de electrodomésticos a las canchas de paddle, en contrapunto a la estanca rutina del matrimonio. A partir de allí, una búsqueda que deviene viaje. “Esta no es sólo una película de amor: tiene que ver con los sueños, las asignaturas pendientes y lo que queda en el camino”, avanza Francella.

Artistas de agendas robustas, ambos tenían ganas hacía tiempo de trabajar juntos. “Dani tenía en la cabeza un proyecto sobre la felicidad y los sueños”, cuenta el intérprete, que para abril prepara la pieza teatral Dos pícaros sinvergüenzas, nuevamente junto a Adrián Suar. “No es sencillo encontrar historias originales. Ves y decís: ‘Esto ya lo vi en alguna parte, es un choreo’. Con sus películas nunca pasa eso. Entonces tuvimos una charla inicial muy linda, en la que quedó en darme un borrador, y después fue un año de trabajo, con una pausa de dos meses cuando filmé Corazón de león (el largometraje de Marcos Carnevale que coprotagonizó Julieta Díaz).” Burman armó el guión junto al también productor Diego Dubcovsky, pero en la charla con este diario destaca los aportes de Francella en el proceso de escritura. “Guillermo tiene una mirada poco común sobre el texto, un desapego muy atractivo”, describe. “Su visión del guión es absolutamente dinámica, lo pone constantemente a prueba. Nunca lo había vivido así. Este año cumplo 40 y empecé a filmar a los 20, así que mi procedimiento se había vuelto algo rutinario. Esta forma de trabajo rompió con eso.”

–Dice algo de su ego que le destaque ese aporte desde la silla del director.

Daniel Burman: –Hay que tener, más que humildad, claridad para entender que lo que uno está contando no es el resultado de un proceso lineal. Más bien es como un ovillo, con nudos que se destraban. La mirada de Guille colabora en eso de tirar de la cuerda para ver, de punta a punta, todo lo que se puede colgar. Además tiene una visión de relato “desde la gente” muy impresionante. Lo que me motiva a hacer películas es que la gente se emocione. Uno puede tener un montón de condiciones técnicas de construcción del relato, pero ponerse en la perspectiva del espectador es un don. Los artistas populares no son populares per se. El don es la posibilidad de estar en el lugar de la audiencia, entender qué emociona y qué divierte.

–¿Es un aspecto espontáneo o se obliga a la faena, Francella?

Guillermo Francella: –Cuando me preguntan qué pasa con las películas, por qué genero empatía, digo que tiene que ver con transitar el proyecto. Siempre me cargan, me dicen: “¡El, hasta que no tiene claro de qué va...!”. Pregunto por qué y por qué, y cuando entiendo todo, le doy para adelante. En el proceso previo a la filmación, mientras tenga interrogantes voy a bombardear, cuestionar, cascotear bien la historia, cagarla a preguntas. Ahí sale el pedido de “que se entienda”. Porque puedo hacer cosas plagadas de sutilezas entendibles, pero a veces quedan hilos sin atar. Y vuelco esas cuestiones en la conversación con el director. Si él me explica mi duda, listo. Pero si algo queda en la nebulosa... A algunos directores les preguntan “¿por qué hiciste tal cosa?” y ellos responden “la verdad que no sé”. A la novena vez que me dicen “no sé”, me digo que no sabe nada de la película. “Filmo interrogantes”, te dicen. ¡Cachetazo! Me gusta que la historia tenga claridad. Entiendo que haya películas sin esa respuesta, pero si me elegís para actuar, tengo que entenderla. En El misterio... nada fue librado al azar: cada palabra, cada sentimiento fueron pensados. Y es algo que hago siempre: conversar, tomar un café con una torta, charlar de los papeles. Después vienen los ensayos, la opinión de los compañeros. Dani es muy bueno absorbiendo y plasmando lo que le gusta, más allá de su trabajo original en guión.

–En cierto modo, no es una sorpresa: está en línea con su afán por lo cotidiano en el marco de “revelación” con la que caracteriza al momento de creación. ¿Es así, Burman?

D. B.: –La paradoja es que un acto de revelación íntima tiene que alcanzar un lugar cotidiano. No digo que todas las películas tienen que ser costumbristas. Se confunde lo costumbrista con lo cotidiano. Mis influencias no son películas, es la vida cotidiana. De lo contrario, haría películas “de películas”. Obviamente, es importante la formación, pero también lo es escuchar conversaciones ajenas en un bar mientras espero a alguien. Eso me nutre, la observación del otro o el análisis de mis propias acciones. Ahí aparecen la identificación y el reconocimiento. No lo digo como una cuestión de marketing: sin eso, el cine no tiene ningún sentido.

–Otra confusión que desmiente el minucioso ida y vuelta que comentan es la de pegar lo popular a lo simple, en sentido peyorativo.

G. F.: –Lo popular no puede estar reñido con la calidad y la profundidad. Eso es algo que discuto a muerte. Es como hablar de una película “comercial”, porque es peyorativa ahora esa palabra.

D. B.: –Por eso, si me preguntan si la película es comercial, digo “si funciona, sí”. En ese sentido, me impresiona el caso Isabel Sarli. Cuando era chico, no era popular, era alguien reñido, mal visto. Las elites culturales la miraban con desprecio. Un día me levanté y era tapa de revistas especializadas. ¿En qué momento pasó eso? Es una cuestión de mirada de cierto establishment. Las cosas cambian con el tiempo. El cine nació con la locomotora de los Lumière, que la gente veía y salía corriendo; con el tipo que pisaba la banana, se caía y nos reíamos. Ni siquiera abordo la discusión de lo popular, lo elitista, lo de culto, lo comercial. Para mí carece de sentido.

–¿Por qué El misterio... no es sólo una película de amor?

G. F.: –Recién le decía a Dani que hay una frase que me encanta y que en la película fue muy útil: “Qué hubiera sido si...”. Tiene que ver con eso. La película no habla sólo del amor, sino del que patea el tablero y no lo comunica, del tendal que deja. Es muy dura la consecuencia que trae esa falta de comunicación. Después se crea un vínculo entre los que buscan. Y habla de muchas cosas más: el interés de Santiago por saber dónde está su amigo, la seguridad de Laura de que Eugenio los abandonó. Santiago se resiste a pensar eso. Y pasan cosas en el camino. El sueño de Santiago, su local, peligra porque ella se acerca y se genera un vínculo con la mujer del amigo, que es lo mejor que tuvo en la vida. Está el tema de cómo es el amor, en el universo masculino. El amor de amigos que nadie entiende. Ellos comen a la par, leen el diario...

D. B.: –Se habla de cómo la amistad es una manera de sublimar el amor, o de las diferentes maneras en que se sublima el amor. Por eso no es una comedia romántica sino una comedia emotiva, que habla de los pactos. Muchas veces vivimos en función de pactos vencidos. Suscribimos pactos con los demás en base a un sentimiento que se agota, pero el pacto sobrevive. Estudié Derecho y siempre me atrajo, por ejemplo, el pacto comisorio. Pero en el amor no es así. Por otra parte, siempre se habla del enigma de lo femenino, pero lo masculino también tiene una zona que para la mujer es incomprensible. Quise explorarla y buscar los puntos en los que entra en tensión.

–A Santiago le bombardean en varias ocasiones ese amor. Laura lo insta incluso a salir del closet, a admitir que él y Eugenio son homosexuales. ¿Cómo operan esos prejuicios en el sentimiento?

G. F.: –Son los mandatos sociales. Vengo de hacer una película en la que justamente enamorarte de alguien diferente genera algo en los demás. Hay un mandato que le gana a lo que manda tu corazón. Si salís con una enana y somos amigos, te digo “mirá con quién andás” y le gano yo a lo que dice tu corazón.

D. B.: –Siempre me interesó el tema de la amistad entre hombres, una relación de códigos muy particulares que no están investigados porque son muy internos. También cómo una mujer puede ser un ámbito para que dos hombre se comuniquen, y no hablo de triángulos amorosos. Lacan tiene una frase extraordinaria, que se podría analizar como misoginia, que dice que los prostíbulos son espacios en los que un hombre busca a una mujer para encontrarse con otro hombre. Siempre me atrajo el amor de la amistad entre hombres y el prejuicio que desata un pico en una cancha de fútbol, por ejemplo.

–¿Por qué es un misterio la felicidad?

D. B.: –Esencialmente lo es. El título es una pregunta que se responde sola. ¿Cuál es el misterio de la felicidad? Es un misterio. Porque cuando creemos que la felicidad habita en objetos o personas que creemos poseer, o en espacios, logros, éxitos, todo se desvanece. El asumir que la felicidad es una zona de misterio, que es un camino de transformación, una búsqueda, es lo más parecido a la felicidad.

G. F.: –Es muy efímero todo. La felicidad es ratitos, ¿no? ¿Por qué no puede ser constante? Es un orgasmo, dura segundos. Un orgasmo eterno sería inenarrable. Puedo estar contento de este momento de lanzamiento de la película, pero voy al auto, tiene la goma pinchada y se me va a la mierda todo en un segundo. Por eso la felicidad es tan misteriosa. Daniel y yo vivimos de lo que amamos, pero la paternidad fue para mí la exaltación de la felicidad. Y después hubo cosas personales y profesionales de las que alteran el estado.

–Con relación al vínculo que establecen Santiago y Laura, ¿cuál es la línea que separa la traición del acto de reparación?

D. B.: –Los personajes dejan un pacto que ya no tiene sentido, pero la película no pasa por el tema de la traición. Acá no hay infidelidad: hay fidelidad a lo que cada uno siente.

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