Mié 22.01.2014
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CINE › EL DIRECTOR FRANCéS FRANçOIS OZON HABLA DE SU PELíCULA EN LA CASA

“Me interesan algunos efectos teatrales”

Como en un par de ocasiones anteriores, el prolífico director de 8 mujeres vuelve a inspirarse en una obra teatral. “Es una manera de decir que no se trata de la realidad sino de un espectáculo. Tal vez éste sea mi costado brechtiano”, señala.

› Por Diego Brodersen

François Ozon es uno de los realizadores franceses contemporáneos mejor representados en la cartelera argentina, a tal punto que prácticamente la totalidad de sus largometrajes han sido estrenados comercialmente en nuestro país. No es poca cosa en un contexto de distribución y exhibición cada vez más concentrado y excluyente. Prolífico al punto de presentar al mundo un nuevo film por año, el parisino de 46 años se encuentra en pleno proceso de montaje de un nuevo proyecto, Je suis femme, “una historia de amor, pero muy extraña, que estará lista en junio”. Su última película, Jeune & jolie, pudo verse aquí el pasado mes de diciembre en la Semana de Cine Europeo, y ya fue adquirida para su lanzamiento local durante 2014. Pero la excusa de la entrevista telefónica con Página/12 es su film inmediatamente anterior, que en Francia muchos valoran como una de las mejores de su filmografía y cuyo estreno porteño se anuncia para las próximas semanas: En la casa (traducción literal del original Dans la maison). Se trata de una adaptación de la reconocida obra de teatro El chico de la última fila, del dramaturgo español Juan Mayorga, la historia de un adolescente con talento para la escritura y la fascinación que su maestro de literatura comienza a sentir por esa –en principio– redacción escolar común y silvestre.

La adaptación al medio cinematográfico le sirve a Ozon de trampolín para una investigación sobre el proceso de escritura y, por extensión, de la realización cinematográfica. De la narración de historias, en otras palabras. “Cuando vi la obra en París, sentí que era muy graciosa y muy inteligente al mismo tiempo, y me pareció una excelente oportunidad para hablar de mi propio proceso creativo. La película mantiene elementos de la obra pero, como el medio teatral es muy distinto al cinematográfico, cambié muchas otras, siempre tratando de mantener el espíritu de la pieza de Mayorga”, dice Ozon.

Germain, el maestro de escuela secundaria interpretado por el veterano Fabrice Luchini, ve como su vida profesional y personal pasa a un segundo plano luego de que un alumno, Claude (Ernst Umhauer), comienza a entregarle periódicamente un relato en entregas centrado en la vida cotidiana de la familia de un compañero de clase. Ficción y realidad se entreveran de manera cada vez más confusa e indivisible; inevitablemente, las consecuencias para propios y ajenos no se harán esperar. “Creo que esta película fue una excelente oportunidad para pensar el proceso creativo en su totalidad. En la película se habla de libros y de literatura, pero todo es aplicable a la creación de una película. Al mismo tiempo creo que es más sencillo para un pintor o un escritor hablar de su propia obra, porque están completamente solos. Cuando hablás de una película, tenés que incluir necesariamente a un enorme equipo de gente –los actores, los técnicos, etcétera–, sin los cuales es imposible pensar en un film”, aclara Ozon.

–En muchas de sus películas hay una fuerte relación entre el cine y el teatro, y varias de ellas son adaptaciones de obras de teatro. Usualmente la relación entre ambos medios es tirante. ¿Cuál es su reflexión al respecto?

–Soy un convencido de que la principal influencia del cine es el teatro. Algunas de las primeras películas de los hermanos Lumière y todo el cine de Georges Méliès fueron producciones teatrales realizadas para la cámara. Para mí el teatro es muy importante, no sólo por la relación con el actor. De hecho, cuando hago una adaptación, trato de mantener ciertos aspectos teatrales. Me interesa que haya algunos efectos teatrales en los films porque es una manera de decir que no se trata de la realidad, es un show. No estás frente a la realidad sino frente a una película. Tal vez ése sea mi costado brechtiano. Hitchcock solía decir que a la hora de adaptar una obra, si ésta es buena, no necesitás hacer ninguna escena de exteriores para “salir del escenario”.

–Sin embargo, En la casa es una película muy distinta a, por ejemplo, 8 mujeres o a Gotas que caen sobre rocas calientes, su película basada en la obra inédita de Rainer Werner Fassbinder.

–Es que siempre se trata de algo distinto. En el caso de Gotas..., mi intención era serle fiel a la obra de Fassbinder y dejar en claro, todo el tiempo, que se trataba de una obra de teatro. En la película, por ejemplo, se ven carteles que explicitan el comienzo de cada acto. Algo similar ocurre en 8 mujeres. Pero En la casa es otra clase de animal: el teatro es la escuela, los momentos en los cuales el maestro está enseñando. Es menos obvio, desde luego. En las otras dos películas, los personajes están cerca uno del otro todo el tiempo, en un único espacio, mientras que En la casa hay diferentes espacios: la escuela, la casa de Germain, la galería de arte.

–Al mismo tiempo, hay una fuerte conexión con la tradición del “thriller francés”, de la cual Claude Chabrol fue uno de sus practicantes más famosos.

–No lo sé, supongo que depende del espectador. De algo estoy seguro y es que para este film quise crear algo parecido al suspenso. Hay una línea de diálogo muy importante, cuando el maestro le dice al alumno: “La audiencia nunca debe aburrirse con la historia”. Traté de seguir esa máxima, en el sentido de crear cierto suspenso, de forma que el espectador se pregunte todo el tiempo “¿qué va a ocurrir ahora?”. Hay un juego con la audiencia y depende de ella imaginar ciertas cosas.

–La película va incorporando ciertos géneros cinematográficos, sumándolos al relato. Un ejemplo notorio es el melodra-ma que, por otro lado, parece ser muy importante en su filmografía.

–Me encanta el melodrama y me considero un gran fan de las películas de directores como George Cukor o Douglas Sirk. En el mundo del melodrama, las emociones son siempre llevadas al límite. No sé si en la Argentina el término es negativo, pero en francés no lo es. A diferencia de lo que ocurre al hablar en inglés, donde la palabra suele tener una connotación peyorativa.

–Hay, asimismo, un fuerte componente de voyeurismo...

–Creo que es necesario asumir –y esto vale tanto para el espectador, cinéfilo o no, como para el realizador– que siempre se es un voyeur. La idea de ir al cine es extraña de por sí: una habitación totalmente a oscuras mientras en la pantalla se hace el amor o se comete un crimen. ¡Y obtener placer al ver ese tipo de cosas! La gente a la que le gusta ver películas es voyeur por definición. Y el cineasta también. Esa es una de las ideas centrales de En la casa.

–El reparto incluye actores con amplia trayectoria y jóvenes talentos. ¿Fue difícil el proceso de selección de actores?

–Fabrice Luchini estuvo presente desde un primer momento, porque era perfecto para el rol; ésa fue una elección obvia. La elección del joven actor que interpreta a Claude fue un poco más complicada porque quería “descubrir” a alguien. Y ese actor debía ser lo suficientemente maduro como para estar frente a frente con esa especie de monstruo que es Luchini. Hice un largo casting y cuando conocí a este joven actor, Ernst Umhauer, una de las sorpresas fue que físicamente parece un chico de 16 años, pero realmente tiene 21. Desde un primer momento supe que era lo suficientemente maduro y listo como para sostener ese rol y la decisión final se tomó luego de hacer un test de cámara y ver la excelente química actoral entre ambos. En cuanto a Kristin Scott Thomas, se trata de una actriz que siempre me gustó y con la cual quería trabajar. Por otro lado, ella es muy popular en nuestro país. En Francia nos encantan las actrices británicas que hablan francés con un poco de acento, nos parece algo sexy (risas). No es casual que haya trabajado varias veces junto a Charlotte Rampling. Creo que Kristin, además, pertenece a la misma raza de actores de Fabrice: poseen antecedentes teatrales y un gran sentido del ritmo para la comedia, porque creo que muchas de sus escenas en conjunto son graciosas y veloces.

–Hace un par de meses, en el marco del Festival de Cine de Mar del Plata, la joven directora francesa Justine Triet presentó su primer largometraje de ficción, La bataille de Solférino. En su presentación al público hizo mención a una supuesta “Nueva Nouvelle Vague” que estaría de-sarrollándose en Francia. ¿Está de acuerdo con esa idea? ¿Cuál es su mirada acerca del cine francés en su conjunto?

–El cine francés sigue siendo muy rico porque hay muchos directores y existe una fuerte ayuda del Estado a la industria cinematográfica. Pero es cada vez más difícil encarar proyectos originales, porque todo el mundo está un poco asustado a la hora de producir. Creo que todavía es posible –al menos en mi caso– hacer lo que uno desea, aunque para ello hay que adaptarse al estilo y el tipo de producción. Respecto de una posible “Nueva Nouvelle Vague”, es algo que tiende a ocurrir cada diez años, aproximadamente. Es un término acuñado por los periodistas, una manera de decir que algo está pasando en la industria del cine. Pero sí es cierto que películas como La bataille de Solférino, producidas con un presupuesto muy bajo, son posibles gracias a las nuevas cámaras digitales. Y eso es algo bueno para el cine francés.

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