CINE › ALEXANDER PAYNE PRESENTA SU PELíCULA NEBRASKA, CANDIDATA A SEIS PREMIOS OSCAR
El director de Entre copas y Los descendientes explica por qué Nebraska debía ser en blanco y negro, qué lo llevó a rescatar del olvido a Bruce Dern y por qué una película filmada en 2012 parece transcurrir en tiempos de la Gran Depresión.
› Por Jeff Goldsmith
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Un hombre anciano, que parece haber jugado todas sus cartas, sale a la ruta con destino incierto, recorriendo una vasta distancia a través de América en una 4x4. ¿Se trata acaso de Las confesiones del señor Schmidt, donde un Jack Nicholson en piyama y con los pelos volados lucía como paciente de un geriátrico? No, se trata de Nebraska, donde un Bruce Dern de pelos igualmente volados parece recién escapado de algún centro para la tercera edad. De hecho, en un momento de la película, su personaje, Woody Grant, escapa literalmente de un sanatorio. Pequeñas diferencias: el señor Schmidt enviudaba, quedaba solo y por ese motivo iba en busca de su hija, a quien hacía mil años que no veía. Woody Grant está casado aunque nunca quiso, y si sale al camino es en busca de una quimera en la que cree a pies juntillas. No va hacia su hija: lo lleva el hijo.
Es asombroso que no haya sido el propio Alexander Payne quien escribió el guión de Nebraska, su opus seis, teniendo tantos puntos en común con sus films anteriores y sobre todo con Las confesiones... Hasta el propio hecho de que Nicholson y Dern son amigos e hicieron de hermanos, allá lejos y hace tiempo, en Castillos de arena (The King of Marvin Gardens, Bob Rafelson, 1972). Nominada a seis Oscar (Película, Dirección, Guión Original, Protagónico Masculino, Actriz Secundaria y Dirección d Fotografía), la nueva película del director de Entre copas y Los descendientes estuvo a un tris de no estrenarse en la Argentina. Lo cual pudo haber motivado un juicio por negligencia criminal: Nebraska es una de esas perlas que no se ven todos los días. Junto al redivivo Dern (77 años y una sola nominación previa, a Mejor Actor de Reparto por Regreso sin gloria) brillan los menos conocidos Will Forte, que hace del hijo menor, la espectacular June Squibb en el papel de su esposa y otro veterano querido y recuperado: el gran Stacy Keach, el mejor actor de labio leporino, que alguna vez fue Mike Hammer y aquí hace de uno de esos “amigos” que más vale perder que encontrar.
En la entrevista que sigue, Payne (nacido Alexander Constantine Papadopoulos en Omaha, Nebraska, en 1961) cuenta cómo fue que encontró un guión que parecía escrito por él, por qué Nebraska no podía no ser en Cinemascope en blanco y negro, qué lo llevó a rescatar a Dern del semiolvido en el que se hallaba, por qué no quería filmar los árboles del costado del camino, sino el esqueleto de los árboles, y por qué una película filmada dos años atrás parece transcurrir en tiempos de la Gran Depresión.
–Es la primera vez, en casi veinte años de carrera y seis películas, que usted no escribe el guión original. ¿Qué lo llevó a tomar esa decisión?
–Haber encontrado un guión, el de Bob Nelson, que parece escrito por mí (risas). Tiene todo lo que suelo incluir en mis películas: el camino, el viaje, un protagonista mayor, unos personajes interesantes (así al menos me lo parecen a mí), la fusión entre drama y humor. Y encima tiene algo que nunca incluí, de tan adentro que lo llevo: transcurre en Nebraska, que es donde nací. Con la ventaja de localizarse en zonas del Estado que no conocía bien y que el rodaje me dio oportunidad de conocer.
–¿Suele recibir guiones de autores que quieren que usted los lleve a la pantalla?
–Montones.
–¿Y qué pasa con esos guiones?
–No me gustan, en el mejor de los casos no me interesan. Este fue el primero que leí y me dije: quiero hacerlo.
–Igual no creo que lo haya dejado tal como estaba, ¿no?
–¡No! (Risas.) Pero no lo retoqué mucho, no se crea. Básicamente lo dejé como estaba, con algunos retoques, sobre todo sobre el final de la historia.
–¿Por qué decidió filmarla en Cinemascope y blanco y negro?
–Debo aclararle que ni siquiera consideré la posibilidad de filmarla en color: siempre la imaginé en blanco y negro. Hasta el punto de que cuando me encontré con productores dispuestos a respaldarla sólo si era en colores, me aparté del proyecto. Ante las dificultades, mi propio director de fotografía en algún momento sugirió la posibilidad de filmarla en colores “lavados”. No quise saber nada con eso: era blanco y negro o nada.
–Pero todavía no me dijo el porqué.
–Porque es la historia de un hombre viejo y, por lo tanto, es melancólica. Transcurre en otoño, cuando el viento sopla y los árboles parecen esqueletos de árboles. Yo quería filmar eso: el esqueleto de las cosas y el de la gente. No en sentido fúnebre, sino de despojamiento. La esencia misma de las cosas, el hueso. El Cinemascope es justamente para captar el ambiente, para que el ambiente “se sintiera” en pantalla. Pero hay otro nivel de significación, que es que dos años atrás, cuando comenzamos a rodar, Estados Unidos se hallaba en plena crisis económica. Eso me hizo querer asociar visualmente la contemporaneidad con los tiempos de la Depresión de los ’30. Y esos tiempos los vimos en blanco y negro.
–¿No tuvo intención de homenajear el álbum homónimo de Bruce Springsteen, cuya tapa también era en blanco y negro?
–Me encanta Springsteen, pero la verdad es que la idea de filmar mi película en blanco y negro no tuvo relación con la tapa de Nebraska.
–¿Y La última película, de Peter Bogdanovich, que también era en blanco y negro y también transcurría en un Medio Oeste en estado de desaparición?
–La de Bogdanovich me parece una gran película y no le voy a decir que no la tuve presente cuando empecé a pensar en ésta. Pero sucede que tanto mi coguionista habitual, Jim Taylor, como yo solemos tomar como referencia la realidad, no el cine. Cuando se nos plantea alguna duda, no imaginamos cómo hubiera resuelto la escena tal o cual realizador, sino qué pasaría si eso sucediera en realidad. Es también por eso que me interesa filmar en decorados naturales. Yo no construyo nada. Si puedo dejar el decorado tal como está, lo dejo. Trato de filmar los decorados como lo haría un documentalista. La granja abandonada donde se crió el personaje de Bruce Dern, Woody Grant, es en realidad tal como aparece en la película. No tocamos nada.
–¿Qué lo llevó a elegir como protagonista a Bruce Dern? Según se comenta, su primera opción era Gene Hackman.
–Eso es verdad, pero Gene está retirado, no piensa volver a la actuación. En cuanto a Bruce, lo que más me interesó de él fue su pelo.
–¿Qué?
–Quiero decir, el pelo tiende a volársele. Lo cual es muy adecuado para un personaje que, como el de Woody, muestra signos de demencia senil. Además, Bruce tiene cierto problema para apoyarse sobre una de sus piernas, sufrió una herida en el cuádriceps. Exagerando un poco esa renguera y con esos pelos volados, Bruce tiene un aspecto ruinoso. Y eso es lo que yo necesitaba para el personaje.
–Woody no tiene relación con la clase de personajes que Bruce solía hacer en su juventud, que en general estaban bastante (y visiblemente) locos.
–(Risas.) No, es verdad.
–No es la primera vez que usted logra que un actor famoso haga un papel totalmente a contrapelo, como sucedió con Jack Nicholson en Las confesiones del señor Schmidt y George Clooney en Los descendientes.
–Mire, lo que quieren los actores es “dejar” de ser ellos mismos. Al menos los buenos. Los malos en una de esas prefieren seguir siendo estrellas. Así que cuando usted le ofrece a un verdadero actor un papel que le permite ser otro, el actor va a estar enormemente agradecido, va a entregarse a él de cuerpo y alma. Eso me sucedió con Nicholson, con Clooney y ahora con Bruce. Yo trabajo con los actores al revés de lo que es la regla en Hollywood. En lugar de modelar el personaje a medida de la estrella, le pido a la estrella que se convierta en el personaje. Mire, le voy a contar una anécdota muy reveladora. Yo quería tener a Virginia Madsen, que es una belleza, en Entre copas. Me reuní con ella y se lo dije. Ella, encantada. Allí junté fuerzas y le aclaré que había un pequeño problemita, que era que yo no quería que su personaje apareciera maquillado. “¿En serio?”, me dijo ella, loca de contenta. “¿Finalmente no voy a tener que maquillarme?” Fue la mejor propuesta que pude haberle hecho.
–A la vez a usted le gusta mezclar, en sus elencos, a esas estrellas con actores no profesionales, ¿verdad?
–Siempre trato de reunir tres clases de actores: los consagrados, por un lado; actores locales, que hacen teatro vocacional o filman comerciales, por otro; y gente común y corriente del lugar. En el caso de Nebraska, nos pasamos un año seleccionando granjeros y campesinos de la zona, para que hicieran, por ejemplo, de los hermanos de Woody y sus esposas. Ahí hay que agradecerle particularmente a John Jackson, que es mi director de casting.
Traducción, selección e introducción: Horacio Bernades.
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