CINE › BAFICI > LA LOCAL LA SALADA, LA ESPAñOLA EL FUTURO Y LA FRANCESA GRAND CENTRAL EN LA COMPETENCIA INTERNACIONAL
Multiculturalismo en los puestos del famoso mercado bonaerense, “registros” de una noche movida en una España ochentosa y un triángulo amoroso bajo la sombra de una central nuclear son los ejes de tres films dispares en concurso.
› Por Diego Brodersen
Acompañadas por una lluvia persistente y la más pegajosa de las humedades, que parecen haber llegado para quedarse indefinidamente, tres nuevas integrantes de la Competencia Internacional fueron presentadas en las salas del Village Recoleta, punto neurálgico de este 16 Bafici. Tan diversas entre sí como distinto es su origen geográfico, El futuro, La Salada y Grand Central se suman a la lista de competidoras y cierran la mitad más uno de un total de 18 films. Hay aquí “registros” de una noche movida en una España ochentosa, multiculturalismo en los puestos del famoso mercado bonaerense y un triángulo amoroso bajo la sombra de una central nuclear. Es aún muy temprano para los pronósticos, pero en los corrillos del festival comienzan a formarse consensos respecto de las buenas, las malas y las feas, más allá de que los palmarés suelen brindar sorpresas inesperadas, para alegría de algunos y tristeza de otros.
Segunda película local en competencia, el debut de Juan Martín Hsu (hijo de padres chinos nacido en Buenos Aires) tiene la virtud de ser amable y sincera, casi lo contrario de lo que más de uno esperaba al leer la sinopsis del catálogo. Historia(s) de inmigrantes coreanos, bolivianos y taiwaneses en Argentina, La Salada evita las aristas más oscuras y sórdidas que otros realizadores morirían por incluir en el relato y se propone, muy conscientemente, como un retrato agridulce, optimista y, fundamentalmente, esperanzado. Hsu entrelaza tres cuentos que a veces confluyen y otras tantas corren en paralelo. El primero de ellos tiene como protagonistas a una joven coreano-argentina y a su padre (el experimentado Chang Sung King, famoso por su aparición en la serie Los simuladores), un “típico coreano-coreano”, según palabras textuales de la chica. Es decir, un hombre tradicional, terco y obsesionado con cierta idea de orden y pureza en todos los aspectos de la existencia, en particular la vida de su hija, quien no parece del todo contenta con su próximo casamiento con un muchacho de la comunidad.
Cerquita de los locales que el señor Kim posee en el mercado de La Salada, Huang, un inmigrante de Taiwán, se pasa los días quemando copias piratas de películas, hablando por teléfono con su madre al otro lado del mundo e intentando acercarse a una chica de vigilancia a la que le echó un ojo. Con su enorme fragilidad, tristeza y melancolía, Huang parece una cruza entre un personaje de Tsai Ming-liang y otro del cine de Wong Kar-wai. Por los mismos pasillos caminan dos recién llegados, un hombre boliviano y su sobrino, en busca de trabajo y nuevas perspectivas en suelo argentino. A partir de una narración accesible y un tono costumbrista que casi nunca cae en las redes de la ñoñez y el sentimentalismo –y más allá de ciertos desniveles de ritmo y algunos lugares comunes narrativos–, La Salada viene a aportar un bienvenido aire de ligereza bien entendida en la Competencia Internacional.
Si La Salada es representante de un estilo clásico y directo, El futuro suma en la sección una dosis depurada de cine experimental. Y del más alto nivel. Dirigida en solitario por Luis López Carrasco, miembro del colectivo madrileño Los Hijos (El sol en el sol del membrillo, Los materiales), el film se propone como ensayo audiovisual y alegoría político-social y logra ser exitosa en ambos terrenos. Sobre fondo de pantalla negra, El futuro comienza con una serie de fragmentos de audio que incluye reportes periodísticos y discursos políticos. La fecha es precisa: 28 de octubre de 1982. Felipe González, miembro del Partido Socialista Obrero Español, gana las elecciones generales y España parece dejar atrás definitivamente la herencia franquista. Todo es futuro. De allí en más, y en poco más de 60 minutos, López Carrasco presenta imágenes y sonidos de una reunión con aires de fiesta en un departamento cualquiera, durante la noche de ese histórico día.
Más de un espectador desprevenido podría suponer que se trata de registros reales, documentales: el diseño de producción, el maquillaje, el vestuario y el pop electrónico que hace las veces de banda sonora proponen un virtual viaje en el tiempo. Como si se tratara de una serie de latas de material fílmico perdido y encontrado, el realizador utiliza el 16 mm como soporte y parte de la estética del film está basada en la aparición de cortes abruptos, cue marks y fotogramas sobreexpuestos, además de un audio imperfecto, muchas veces ininteligible, que además se corta intermitentemente. La fiesta incluye charlas banales, políticas y laborales, mucho alcohol, algunas drogas, bailes, besos e incluso una particular sesión de consumo masivo de leche materna. Pero la fiesta se acaba y El futuro se transforma en el presente luego de una breve secuencia integrada por imágenes de edificios. El festejo se acabó y ese futuro, parece decir López Carrasco, nunca llegó a materializarse. En el camino, un verdadero trip de enorme belleza formal.
De regreso al clasicismo narrativo, Grand Central, de la francesa Rebecca Zlotowski, comenta la interacción laboral y afectiva de un grupo de trabajadores de una central nuclear en la región del Ródano (las escenas dentro de la planta fueron rodadas en Austria, país coproductor del film). Presentada el año pasado en el Festival de Cannes, en la sección Un Certain Regard, el reparto incluye a Tahar Rahim (Un profeta), Léa Seydoux (La vida de Adèle y el anterior film de Zlotowski, Belle Epine), Denis Ménochet (Bastardos sin gloria, En la casa) y el ubicuo Olivier Gourmet, en otras palabras, un combinado de reconocidos talentos de la pantalla grande de ese país. Y la película es, ciertamente, representante de cierto cine industrial francés contemporáneo: correcta en todos los sentidos, arriesgada y convencional en partes iguales, adecuadamente política y necesariamente melodramática. La relación entre los hombres de la planta –los experimentados y sindicalizados y aquellos otros que parecen carne de cañón en un trabajo potencialmente peligroso– se impone como lo más interesante de Grand Central. Más interesante, al menos, que la otra “pata” del film, la apasionada relación entre dos jóvenes que pone a disposición del espectador el clásico triángulo amoroso como metáfora y comentario de otros peligros dentro de la planta.
La Salada se exhibe el jueves a las 18.05 en Artemultiplex Belgrano 3.
El futuro se exhibe mañana a las 18.40 en Village Recoleta 7 y el viernes a las 21.10 en Village Caballito 4.
Grand Central se exhibe mañana a las 17.50 y el jueves a las 23.10 en Artemultiplex Belgrano 3.
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