CINE › MICKEY ROONEY (1920-2014)
› Por Pablo Monteagudo Tejedor
Medía apenas 1 metro con 57 centímetros, pero tuvo una de las carreras más longevas de Hollywood: desde 1926, en pleno período mudo, hasta ayer nomás, cuando falleció a los 93 años, dejando un film póstumo, una nueva, enésima adaptación de Dr. Jekyll y Mr. Hyde. Durante estos 88 años, “el enano de oro” (como se lo apodó en la Argentina de los ‘30 y ‘40) filmó de manera ininterrumpida unas 150 películas, más de 100 cortometrajes y cerca de 250 apariciones en televisión.
Hijo de artistas de music-hall, Rooney (nacido en Brooklyn, Nueva York, como Joe Yule Jr.) comenzó su carrera en los escenarios de vodevil a los 15 meses. Y la leyenda cuenta que nació en un camarín. A los dos años era un niño prodigio que cantaba y bailaba en el número de sus padres. Naturalmente atrajo la atención de Hollywood. En su primer largometraje, Orquídeas y armiño (1927), tuvo el rol muy secundario de un enano. A esta película muda le siguieron 80 cortometrajes, conocidos como Las aventuras de Mickey MacGuire, ya como protagonista absoluto. Estos cortos fueron tan populares entre las plateas infantiles que el actor adoptó el nombre de su personaje, al que interpretó durante siete años seguidos. En 1935 fue elegido por Max Reinhardt para el papel del duende Puck en Sueño de una noche de verano. Ese trabajo le valió una consagración, y al adolescente Rooney comenzaron a lloverle películas importantes de la MGM, estudio que lo tenía contratado. Su segundo golpe de suerte llegó con A Family Affair (1937), donde encarnó al travieso pero simpático joven pueblerino Andy Hardy. Este personaje se convirtió en un icono para los jóvenes de la época y elevó a Rooney al plantel de estrellas de la Metro. Su popularidad fue tal que el actor lo interpretó en quince películas más (“Durante 30 años fui un joven de 15”, dijo una vez el actor) y en 1939 le concedieron un Oscar especial, junto a Deanna Durbin, por su personificación de la juventud norteamericana. Ese año fue también la estrella más popular de los Estados Unidos.
Durante la Segunda Guerra mantuvo su popularidad y realizó bajo las órdenes de Clarence Brown La comedia humana (1943) y Fuego de juventud (1944), consideradas como el pico de su carrera. En esta época se casó con la entonces desconocida Ava Gardner, primero de sus ocho matrimonios.
Al finalizar la guerra, su popularidad decayó bruscamente y en 1948 terminó su contrato con la Metro para formar su propia productora independiente. En la década siguiente tuvo sus mejores papeles dramáticos: en Los puentes de Toko-Ri (1954), de Mark Robson; Caminos de sangre (1957), de Don Siegel, como el gángster Baby Face Nelson; y en El motín de los condenados (1959), donde encarnó a un convicto psicópata. También probó su mano en la dirección con Su vida tenebrosa (1951), un film negro en el que hizo debutar a Aldo Ray; y La vida privada de Adán y Eva (1960), una comedia erótica donde además interpretó a Satán.
Muñequita de lujo (1961), de Blake Edwards, y Réquiem para un luchador (1962), de Ralph Nelson, dos grandes éxitos de crítica, dieron prueba una vez más de la versatilidad de Rooney, por entonces un consumado actor de composición en papeles secundarios. Desde ese período hasta su aparición especial en Los Muppets (2011), último film suyo estrenado en la Argentina, casi no volvió a protagonizar una película. También se lo pudo ver en Una noche en el museo (2007), donde interpretaba a uno de los tres guardias que le dejaban su puesto a Ben Stiller. El año pasado, Rooney fue el tema central del documental Last Will and Embezzlement, donde se denunciaba el acoso financiero que sufrió el actor durante sus últimos años por parte de su propia familia.
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