CINE › FINALIZó EL FESTIVAL UNCIPAR EN VILLA GESELL
Los amantes del cortometraje tuvieron en la ciudad balnearia un gran encuentro, con entrada libre y gratuita. Entre jueves y sábado se proyectaron 60 films. Hubo charlas y debates.
› Por Juan Ignacio Provéndola
Desde Villa Gesell
Jesús arrastra su cruz de madera por la avenida principal rodeado de soldados que lo escoltan hacia la muerte, mientras otros retratan con sus cámaras un instante del calvario eterno. Cincuenta metros hacia adentro, en la penumbra de una sala, la recepcionista de una residencia católica reza turbada en la cama por los deseos que reprime frente a un compañero. Mientras la comunidad católica desplegaba su tradicional recreación del Via Crucis sobre la Avenida 3, los amantes del cortometraje se reunían en la Casa de la Cultura para celebrar una de sus principales ceremonias anuales. Desde hace varias décadas, en Villa Gesell, la realidad y la ficción se entregan durante el fin de semana de Pascuas a un juego de espejos, proponiendo el desafío de comprender por cuál de ambas dimensiones se está transitando.
Desde su creación en 1979, el festival de la Unión de Cineístas Independientes de Paso Reducido (Uncipar) se dedicó a labrar un terreno aún virgen en el ámbito de los cortometrajes, proponiendo un espacio de encuentro, difusión y, por supuesto, competencia. De allí sale no sólo el reconocimiento nacional más importante sino también la selección de películas que competirán en el festival internacional de la Union Internationale du Cinéma et Video (Unica), algo así como los Oscar de los cortos, pero a pulmón y con sedes variables (Argentina fue anfitriona en 1985 y 1993). Además hay una competencia extranjera, cada vez más reñida y solicitada.
La organización preseleccionó 60 cortos que fueron proyectados por tandas entre el jueves, el viernes y el sábado, día en el que se anunciaron los ganadores. También se exhibieron cuatro largometrajes invitados (entre ellos, Necrofobia, el primero de terror filmado en 3D) y hubo charlas y debates. Y, como siempre, entrada la medianoche fue el momento de “Pantalla abierta”, tradicional espacio destinado a los films que quedaron afuera del primer corte. Al tener entrada libre y gratuita y realizarse en una sala sobre la avenida principal, el festival siempre se caracterizó por mezclar entre las butacas a realizadores, protagonistas, cinéfilos empedernidos y curiosos que entraron porque vieron luz. Una fauna variopinta en estado de gracia y libertad, mientras en la pantalla se sucede una metralla de cortos que muestran a un tipo cortando juncos en el Litoral, a un psicópata que encierra a su esposa e hijos en un sótano, un soldado iraní escapando de un bombardeo, a un agente inmobiliario ofreciendo un departamento invendible, la adaptación de un cuento de Alejandro Dolina o un homenaje a la mítica obra del cine francés El año pasado en Marienbad (inspirada, a su vez, en la novela La invención de Morel, de Adolfo Bioy Casares).
El reconocimiento principal se lo llevó La Reina, cuarta obra del joven director de cortos Manuel Abramovich, que venía de ganar el segundo premio de su especialidad en el Bafici. El jurado argumentó que “expone funcionamientos sociales complejos con recursos de la ficción y el documental que atrapan, divierten y aterrorizan”. La historia transcurre alrededor de Memi, una nena de once años a la que su madre y una amiga prepararan para ser la reina del Carnaval. Para eso, deben colocarle una corona de 4 kilos a la que sujetan, tiran y cinchan con precintos o Poxi-ran con tal de que quede perfecta. Memi llora, dice que no puede más de dolor y que está a punto de desmayarse; las mujeres le exigen tesón, virtud suprema de un ritual que juzgan doloroso pero necesario. Las escenas se vuelven graciosas de tan brutales, acaso la única alternativa que tiene el espectador de no perturbarse, pues son tan reales que inquietan. Una buena apuesta por el género del falso documental a través de una historia absolutamente verosímil.
El segundo lugar fue para Nuestra arma es nuestra lengua, confirmando los standards de calidad y producción que vienen ofreciendo las animaciones en el duro campo del cine independiente. Su director, Cristian Cartier Ballve, construyó personajes, lugares y situaciones con telas y afines, logrando un impacto tal que quedan en un segundo plano otros recursos como, por ejemplo, la mezcla entre un relato andino y el cine de artes marciales. “Al cine industrial le falta amor, y eso es lo que sobra acá. Uno lo puede apreciar en cualquier corto. Todos guardan historias de esfuerzos y fue maravilloso haber participado de esta experiencia”, confiesa el actor Jorge Román (El bonaerense, La león), que descubrió el festival y la ciudad que lo cobija gracias a que fue convocado como jurado. Hubo menciones especiales para Pablo Pérez, por su actuación en Un ambiente, PB, sin luz (Emiliano Di Giusto), a Marionetas, de Brenda Barroero, por el riesgo en la concepción artística, al grupo de actores de La Donna (Nicolás Dolensky), a El año pasado en Mardelplá (Santiago Korovsky y Celeste Contatti), por la idea original, y a Ojos Abiertos (Martín Aletta), por su guión.
También se entregó el premio Tato Miller (en homenaje al recordado secretario general del Sindicato de la Industria Cinematográfica Argentina) a aquella obra que reivindica valores sociales y humanos, que en este caso fue Mita’y. Allí, el realizador Luis Zorraquín expone una situación habitual en pueblos del interior del país, en donde muchas mujeres quedan relegadas a roles secundarios frente al dominio del nervio masculino en las actividades laborales, tal como le pasa a la pequeña protagonista frente a la insistencia subyugadora de sus tías y a la indiferencia de su abuelo pescador en un poblado sobre el río Paraná.
La sección internacional fue liderada por el cine vasco, que se llevó a Eskadi los dos primeros premios. Uno fue para Democracia (Borja Cobeaga), abordando el concepto que da título al corto desde el humor y la ironía y utilizando como universo de aplicación a una pequeña empresa, cuyo dueño abraza esos dogmas de una forma delirante. Y el otro para Cólera (Aritz Moreno), en donde se entrevera un mensaje similar, mostrando cómo la voluntad de la mayoría a veces puede resultar también la intolerancia hacia el diferente, aunque en este caso fue valorado por el jurado no sólo el argumento sino también la construcción cinematográfica a partir del plano secuencia. También hubo un reconocimiento para la animación checa Tram (Michaela Pavlatova), y menciones especiales para La última escena, de Chile (Mijael Bustos), por el rescate de una historia de manera de manera austera y comprometida, y al elenco de Camionero, de Cuba (Sebastián Milo), por sus destacadas actuaciones. El Festival es pantalla y reconocimiento para el esfuerzo denodado, la creatividad desfinanciada y las narrativas menos comerciales. Por eso, además de los diplomas, los premios consisten también en casetes de video, cámaras y horas para utilizar servicios de filmación, equipamiento y sonido.
Además de las dos películas nacionales ganadores, fueron elegidas otras dos para participar en el festival internacional Unica, que este años se realizará en Eslovaquia. Una es La Donna (Nicolás Dolensky), con una gran actuación de Erica Rivas (de los momentos más altos del fin de semana), que abandona el estereotipo de Elena Fuseneco en Casados con hijos para convertirse en una mujer de personalidad mediando en una mesa un juego de atracciones con otros dos hombres (Claudio Tolcachir y Nicolás Mateo). Y la otra es la animación Padre (Santiago Bou Grasso). La trama se resuelve con un solo personaje y en un solo lugar: una mujer que se mueve en slow motion por su casa, en silencio, sin decir una sola palabra. Un diario sobre la mesa ubica a la escena en la época del retorno a la democracia y la sinopsis agrega que se trata de la hija de un militar. Sin una sola línea oral, el guión impone un clima sórdido de principio a fin a través de lenguajes paratextuales, premiando la audacia narrativa.
El cine independiente nacional tiene representación en el festival Unica desde 1937, cuando fue enviado el Nahuel Huapi y su región. Dirigido por Emilio Werner y protagonizado por la provocativa actriz de culto Tilda Thamar, en el mismo año que compartió reparto con Eva Perón en Segundos, afuera, la obra obtuvo una mención especial del jurado, que sin saberlo sembró en Argentina una semilla que se ve con saludable evolución 80 años más tarde.
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