CINE › BUSCANDO AL HUEMUL, DOCUMENTAL DE JUAN DIEGO KANTOR
El film de Kantor ensaya un parentesco entre los mapuches y los huemules, ambos perseguidos y cazados, reducidos los primeros a la pobreza y la exclusión, los segundos a la subsistencia límite en bosques y valles escondidos.
› Por Diego Brodersen
Dos hombres viajan a caballo entre lagos y montañas, buscando rastros –pisadas, pelos, heces– de un animal en vías de extinción. El más alto, de pelo largo y sombrero atado al cuello, es Ladislao, descendiente de los mapuches, uno de los pueblos originarios del sur del continente americano sometidos y masacrados por la civilización blanca. Mapuche significa “Gente de la tierra”, y tal vez no sea casual que el protagonista de Buscando al huemul intente, a través de esa búsqueda con escasas posibilidades de éxito, conectarse con la tierra de sus antepasados a través de un animal casi legendario, el ciervo austral, del cual se estima que no existen más de dos mil ejemplares con vida, en su mayoría en la Patagonia chilena. Resulta claro, desde un primer momento, que la ópera prima en solitario de Juan Diego Kantor ensaya un parentesco, por vía de la metáfora, entre los mapuches y los huemules; ambos perseguidos y cazados, reducidos los primeros a una generalidad de pobreza, exclusión y discriminación, los segundos a la subsistencia límite en bosques y valles escondidos entre quebradas.
Presentada en la Competencia argentina en el Festival de Mar del Plata 2012, Buscando al huemul alterna algunos días de búsqueda en el Parque Nacional Nahuel Huapi, con el protagonista y su fiel compañero Nazareno siguiendo el rastro del esquivo animal –primero a caballo y luego a pie–, con algunos fragmentos de la vida familiar y laboral de Ladislao: una breve visita a San Carlos de Bariloche, una changa cortando árboles en el bosque cercano, la ronda vespertina de mate en su casa de piedras junto a su mujer e hijos. El realizador y su camarógrafo, Lucas Pérez, parecen encandilados por la belleza natural de los paisajes que rodean a los dos experimentados rastreadores. ¿Y quién podría no estarlo? Las imponentes imágenes hablan por sí mismas, al tiempo que plantean algunas discusiones sobre los supuestos deberes y derechos del documentalista a la hora de exponer el material. Porque Buscando al huemul, que parece participar activamente de ese grupo de documentales bautizado como “de observación”, desnuda al mismo tiempo, en muchos pasajes, su calidad de representación, con sus prolijos encuadres y los baquianos ingresando a cuadro en zonas vírgenes... en las cuales la cámara ya se encuentra cómodamente emplazada.
Tampoco parece casual que Ladislao le lea a Nazareno pasajes de un libro acerca de la historia de su pueblo. En esas escenas –casi siempre nocturnas y al lado de un buen fuego, acompañados por el tabaco y algo de alcohol–, los hombres parecen comunicarse con la más lejana tradición del relato oral. En otro momento, los hombres escuchan en su radio a pilas una comparación entre la trama de Avatar, el film de James Cameron, y la búsqueda de agua subterránea en Villa La Angostura por parte de un terrateniente norteamericano. Es en esos momentos, más allá de la belleza formal de los planos, donde Kantor desnuda algunas de las flaquezas de su abordaje, forzando lecturas que quizá deberían poder llegarle al espectador de maneras menos evidentes. Hay en el documental un aire a corrección política (histórica, ecológica, sobre la identidad) que limita varios de sus logros y plantea algunos interrogantes: ¿es genuina esta búsqueda específica de los huemules o se trata de un dispositivo ficcional pergeñado para la ocasión? Sea cual fuere la respuesta, siempre queda el viaje, el camino.
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