Vie 02.05.2014
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CINE › CASI UN GIGOLO, DE Y CON JOHN TURTURRO, ACOMPAÑADO POR WOODY ALLEN

Un florista convertido en Casanova

¿Qué tendrá el protagonista de Barton Fink para dejar felices y contentas a Sharon Stone, Sofia Vergara y Vanessa Paradis? En tanto actor y director, Turturro se da todos los lujos, entre ellos tener al viejo Woody como su cafishio.

› Por Horacio Bernades

Woody Allen actúa muy raramente en películas dirigidas por terceros. No siempre elige bien. John Turturro –a quien el público identifica sobre todo por sus actuaciones en Haz lo correcto, Barton Fink y Quiz Show– cada tanto dirige alguna película. Esta es la quinta vez que lo hace. Woody hace de Woody en Casi un gigoló. Turturro, que además de dirigir, escribe y actúa, no hace de Turturro, porque a diferencia de Woody no hay un “personaje Turturro”. Como tampoco hay una línea, inquietud o estilo reconocible en las películas que dirigió (de las cuales en Argentina se estrenó sólo la primera, Mac y sus hermanos, de 1992). Que Woody haga de Woody en Casi un gigoló será una buena noticia para quienes aman el personaje Woody, aunque sea exactamente el mismo desde hace casi medio siglo. Para quienes hace rato se hayan cansado de tomar siempre la misma sopa, no.

El librero Allen y el florista Turturro discutiendo el generoso ofrecimiento de Sharon Stone.

Que Turturro no tenga un personaje propio es una buena noticia en términos actorales: el que hace en esta ocasión, que no tiene nada que ver con los anteriores, emana el misterio y el magnetismo de una esfinge. En su faceta de creador cinematográfico la noticia no es tan buena: si algo salva a Casi un gigoló del naufragio total es su personaje y actuación, eventualmente su química con Woody (para quien esté dispuesto a digerir la fórmula Woody, claro). El resto hace agua. Fioravante se llama el personaje de Turturro. Apellido de discutible gracia, teniendo en cuenta que el hombre es florista, y flor en italiano se dice fiore. Woody es Murray Schwartz, y es librero. Bah, está dejando de serlo, en el momento en que la película empieza. “Pensar que mi abuelo abrió esta librería, mi padre la agrandó y ahora a mí me toca cerrarla”, se lamenta en off, mientras su amigo Fioravante lo ayuda a hacer las cajas.

Sin anestesia, de la nada y en medio de una banda musical que no para nunca, Murray comenta lo siguiente a Fior (así lo llaman los amigos): tuvo consulta con su dermatóloga, ésta le dijo que andaba con ganas de hacer un ménage à trois (por lo visto, sobra la confianza médico-paciente) y a Woody se le ocurrió que Fior podría ser el tercero en discordia. Todo a cambio de una suma (la dermatóloga tiene mucha, pero mucha plata) que se repartirían entre los dos. Por el lado de Murray, la propuesta puede entenderse, aunque no deje de sonar un poco prematura: el hombre se está quedando sin su trabajo de toda la vida, vio la posibilidad de un ingreso por ese lado y se tira a la pileta. Pero Fior, ¿por qué acepta? Vaya a saber. En Casi un gigoló todo es un poco así.

También es un poco así que la dermatóloga resulte ser nada menos que Sharon Stone, que a los cincuenta y largos sigue estando... ¿Cómo decirlo? ¿“Buenísima” sería entendido como halago, piropo o abuso? O sea: uno es un simple florista del montón, y Sharon Stone, que vive en un piso que para qué, le ofrece mil dólares para que la haga gozar. ¡Encima uno (Turturro) la atiende tan bien que ella le da 500 más de propina, y lo recomienda a su amiga! ¡Que es la colombiana Sofia Vergara, que por más que sea una caricatura se supone que está fuertísima, y es tan ardiente como toda latina, y como también queda chocha con el servicio arma el mentado ménage à trois, con Sharon Stone y, claro, el semental Turturro!

¿Está un poco agrandado el tano de la narizota? Nooo, qué va, si al mismo tiempo se está levantando a una viuda jasídica y con seis hijos, que cuando saluda no da la mano, para no tener contacto físico con un hombre. Y sin embargo, cuando Fior la toca se pone a llorar de emoción. Y además es Vanessa Paradis, que por más que al cronista le parezca puro hueso está considerada poco menos que una diosa. ¿Pero entonces, si es tan imposible, qué tiene de misterioso y magnético el personaje de Turturro? No exactamente el personaje, sino la composición que el actor hace de él: Fioravante es un tipo callado y retraído, que contempla todo con serenidad casi zen y trata a las flores con la mayor sensibilidad y delicadeza. Con lo cual queda un poco más justificado su arrasador éxito con las mujeres, a las que trata de modo semejante. OK, aceptado. Pero igual, ¿no serán mucho Stone, Vergara y Paradis, todas en una hora y media?

Por su lado, Woody parecería estar casado con una gruesa señora afroamericana, que cocina soul food y tiene unos cuatro hijos. ¿O no está casado, y sólo los visita? No está claro. Un policía jasídico (¡!) al que interpreta Liev Schreiber, perdidamente enamorado de la viudita, lo secuestra y lleva a juicio rabínico. Si algo no puede decirse de Casi un gigoló es que esté estructurada de modo precisamente convincente.

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