CINE › LIBERCINE, UNA MUESTRA SOBRE DIVERSIDAD SEXUAL
El festival, que se realiza desde hoy en diversas salas porteñas, pondrá en competencia 75 películas de todo el mundo. También habrá charlas, debates, cursos, talleres y muestras fotográficas.
› Por Juan Ignacio Provéndola
El cuerpo es escudo y pertenencia, identidad y erotismo. Es protesta o es propuesta. En última instancia, es arte y es verdad. Por todos esos caminos transita el Libercine, un festival argentino sobre diversidad sexual y cuestiones de género que por sexto año consecutivo pondrá en competencia 75 películas de todo el mundo tanto de corta como de larga duración, pues el tamaño no importa cuando hay algo por decir. Y no sólo eso: también habrá charlas, debates, cursos, talleres, muestras fotográficas y hasta cuatro proyecciones online, a través de YouTube.
“El festival comenzó en 2008 con el objetivo de visibilizar al colectivo LGTB a través de las producciones audiovisuales de Argentina y del resto del mundo. Mostrar qué pasa en distintos lugares, comparar logros, conquistas y también retrocesos. No todo es matrimonio igualitario: hay países que todavía hoy penan con cárcel y hasta con la muerte a personas sólo por su orientación sexual. Es el cine puesto en pos de los derechos humanos. Somos, existimos, y hay un cine que nos refleja. Y que, si sirve para crear conciencia, abrir mentes y terminar de una buena vez con la discriminación, está aportando su grano de arena”, explica Néstor Grande, referente del Libercine.
La ceremonia de apertura será hoy, a las 22, en el Espacio Incaa Artecinema (Salta 1620), con dos proyecciones a título de homenaje. Primero se exhibirá Memorando in memoriam, del activista David Kato, asesinado hace tres años en Uganda (uno de los países que más crudamente combate la homosexualidad), y luego Príncipe azul, del recientemente fallecido director Jorge Polaco. En esa misma sala se realizará la entrega de premios el miércoles que viene por la noche, aunque también habrá actividad simultánea en otros dos lugares: el Espacio Cultural Ambigú (Perón 1829, piso 1), sede de las competencias que arrancan mañana, y el Centro Cultural El Sueñero (Tomás Liberti 1133/35), con una interesante oferta de actividades paralelas.
Aunque se realiza durante una semana, la organización del Libercine demanda todo un año entero. Primero se abre la convocatoria de películas (para esta edición se postularon casi 600, record para un festival temático e independiente). Y sobre la base de los films recibidos se definen las secciones, que pueden ir variando. Por ejemplo, este año se estrenará el rubro Animación, a raíz de la gran cantidad de obras concebidas bajo ese formato que fueron enviadas. Esta se agrega al de género Documental y a las distintas combinaciones entre cortos y largos nacionales, latinoamericanos e internacionales. Aunque comenzó en 2008, recién en 2010 el festival adquirió carácter competitivo. Fue allí cuando el Incaa volcó su apoyo, al que luego se plegaron el Inadi, la Secretaría de Juventud de la Nación, embajadas varias y asociaciones de universidades.
En todas las ediciones hay un país invitado. Y éste será el turno de Brasil. También se preparan actividades especiales, charlas, debates y presentaciones en calidad de estreno, en coordinación con instituciones que trabajan las temáticas del festival en escuelas, centros culturales y organizaciones barriales. Y se invita a artistas de otras disciplinas (como fotógrafos o artistas plásticos) a que muestren sus producciones en actividades paralelas.
Nadie puede ignorar el trasfondo ideológico de un festival de estas características, más aún en el contexto sociopolítico en el que se desarrolla, casi en paralelo con las distintas luchas (y conquistas) que las organizaciones LGTB vienen realizando. “El cine es un acto político en sí”, define Néstor Grande, y concluye: “Un festival de cine es un hecho político, mucho más cuando se trata de temáticas que abordan los derechos humanos. Siempre remarqué el tinte político que tiene Libercine. Yo hago política a través del festival, algo que también te cierra puertas, aunque es el lugar que encontré para militar no sólo las cuestiones LGTB, sino también mi postura política partidaria. No entiendo a quienes dicen ‘yo no hago política’. Yo sí, y lo dejo siempre bien en claro, porque no van conmigo los tibios ni los que se quedan en el escritorio tomando café”.
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