CINE › NUEVAS REVISTAS ESPECIALIZADAS DEDICADAS AL CINE Y A LOS CINéFILOS
Muy diferentes entre sí, se suman a las clásicas publicaciones ya existentes. Revista de cine, Las naves y Cinéfilo son nuevas voces que, en definitiva, discurren sobre las tribulaciones y desafíos de hacer cine aquí y en todo el mundo.
› Por Diego Brodersen
Para el cinéfilo empedernido, el neófito, el realizador interesado en las opiniones ajenas o el simple curioso, las revistas de y sobre cine han sido, desde siempre, un ámbito ideal para la reflexión y la discusión. Y la Argentina es uno de los países latinoamericanos con una tradición más extensa y rica en las lides de la escritura sobre el arte cinematográfico. Actualmente, de forma holgada o sobreviviendo a toda clase de inclemencias y dificultades, son varias las publicaciones que se le ofrecen al lector. La veterana de varias guerras El Amante/Cine, por caso, atravesó hace rato la barrera de las dos décadas de existencia y continúa publicándose mensualmente aunque, desde hace un par de años, únicamente en una versión digital bajo suscripción. También, con sus años de añejamiento a cuestas, las más especializadas La cosa y Haciendo cine siguen manteniendo su presencia en quioscos. La primera de ellas, centrada en el cine popular y/o de género (de ciertos géneros, para ser más precisos); la segunda orquestada, desde su origen, alrededor del cine made in Argentina y con un énfasis no tanto en el análisis o la crítica como en los procesos de producción y realización (aunque, en los últimos tiempos, se ha enriquecido con nuevas firmas que le han dado aristas menos industriales). Finalmente, la revista-libro Kilómetro 111, cuyos textos analíticos se entroncan en la tradición del ensayo académico, se edita de manera esporádica y posee un historial de once números publicados a lo largo de casi quince años.
Pero en los últimos tiempos, de manera muchas veces imprevista, han comenzado a surgir nuevas voces, como el primer tomo (los responsables prometen muchos más) de Hacerse la crítica: Pampa bárbara, compilación de críticas del sitio web Hacerse la crítica, cuya aparición ya fue consignada en una entrevista a su editor, Marcos Vieytes, en estas mismas páginas. La más flamante de estas noveles publicaciones –en el viejo y querido formato impreso– comenzará a ser distribuida en librerías por estos días y su nombre, ingenioso por lo sencillo y directo, es Revista de cine. Presentada en sociedad el viernes pasado en la librería Eterna Cadencia, esta revista-libro (lomo y 136 páginas), que será editada con periodicidad anual, viene generando discusiones y alguna que otra polémica en las redes sociales e Internet (ver recuadro), incluso antes de su lanzamiento oficial (algunos afortunados recibieron ejemplares de cortesía por adelantado). Dirigida por el cineasta Rafael Filippelli y con Sergio Wolf (también realizador, crítico y ex director del Bafici) como secretario de redacción, los redactores de la flamante publicación están ligados directamente con la Universidad del Cine (FUC), aunque de ninguna manera se trata de un house organ o algo similar. “Los siete integrantes del comité de dirección somos profesores de la FUC y, de hecho, la idea surgió un día luego de un examen, cuando coincidimos unos tres o cuatro de nosotros en el restaurante de la esquina. Nos pusimos a hablar sobre cine, como solemos hacer, y a uno de nosotros se le ocurrió que, en lugar de discutir sentados a la mesa, podía ser más productivo hacer una revista”, relata Filippelli, sin adornar en lo más mínimo la génesis del proyecto. Además de él mismo y Wolf, los otros responsables de Revista de cine son, en estricto orden alfabético: Hernán Hevia, Mariano Llinás, Rodrigo Moreno, David Oubiña y Juan Villegas. Firmas, como suele decirse en el ambiente, no faltan.
¿Es Revista de cine una revista de crítica de cine? Sí y no. De hecho, varios de los articulistas son críticos cinematográficos devenidos directores (Wolf y Villegas), otros fueron y siguen siendo realizadores (Moreno, Llinás y el propio Filippelli), mientras que los dos restantes (Oubiña y Hevia) se dedican esencialmente a la docencia y a un tipo de escritura académica más ligada al ensayo y el análisis. Ese seleccionado de, en principio, personas de distintas extracciones (y, podría pensarse –tal vez equivocadamente– con intereses diversos) propone una revista con ánimos de polémica, comenzando por el artículo de apertura: una discusión a siete voces centrada en los (supuestos) problemas, taras y perezas de la crítica de cine contemporánea. “Estuvimos de acuerdo desde el arranque en rajarle a lo académico, como si fuera el Diablo”, continúa Filippelli. “Somos todos profesores pero, por ejemplo, en las notas no hay prácticamente citas a pie de página. La idea era romper, por un lado, con eso. Respecto del tono polémico, creo que tiene más que ver con cada uno de nosotros, no fue algo buscado. Nadie tiene que pedirle a Llinás, por poner un ejemplo, que patee el tablero; lo hace solito. Lo mismo puede decirse de Moreno, que es un intransigente radical. Al mismo tiempo, hubo cierta idea de empezar todo de nuevo: basta de hablar de Bazin y de Deleuze, pensemos qué pasa con el cine hoy, con la crítica, con los nuevos directores.”
En la mitad o más de las notas de Revista de cine se vuelve a los orígenes de la crítica de cine moderna con la aparición de la mítica revista francesa Cahiers du Cinéma. Aunque, en varios casos, ese regreso a las fuentes sea para desaprobar más de una postura cristalizada por el paso del tiempo. Filippelli: “El artículo de David Oubiña me parece que sintetiza de manera ejemplar ciertos problemas ligados a la idea de cine de autor que compartimos casi todos. Problemas a los cuales les venimos dando vueltas desde hace más de cuarenta años y que es necesario repensar. Bazin murió antes de que se estrenara Los cuatrocientos golpes, lo mínimo que podemos pensar es que el cine que se estrenó desde 1958 hasta ahora no lo conoció. Por lo tanto, hay ciertas cosas que hay que pensar de nuevo, más allá de que sus ideas básicas pueden, por supuesto, quedar en pie”. En esa misma línea, uno de los dos artículos firmados por Mariano Llinás intenta desbaratar –con una más que atendible argumentación– esa máxima de cierta cinefilia que sostiene que el mejor período del realizador alemán Fritz Lang fue el de su exilio en los Estados Unidos. De todas formas, es otra nota del mismo autor, titulada “Nuestros demonios”, la que generará seguramente más reacciones, tanto en contra como a favor. Llinás detalla en ella la evolución del Nuevo Cine Argentino desde sus inicios y encuentra tres demonios que, afirma, no dejan de dar vueltas alrededor de los realizadores: el de la masividad, el del profesionalismo y el europeizante.
Otros de las artículos de este primer número se acercan a un puñado de películas entendidas como autorreflexiones o bien como críticas de cine en formato cinematográfico (Sergio Wolf), a las tribulaciones y desafíos de hacer cine en la Argentina de hoy, en forma de diálogo imaginario (Juan Villegas), a un desglose de los varios Nuevos Cines en nuestro país, desde los ’60 hasta la actualidad (Filippelli), y al análisis puntilloso del film Tierra de los padres, de Nicolás Prividera, y de una película no terminada de Alejandro Schianchi (Hernán Hevia). Firman sendos artículos, como invitados especiales, Beatriz Sarlo, Pablo Gianera y Nicolás Zukerfeld, y se reproduce además un breve texto de Víctor Erice sobre Serge Daney y una selección de textos de Cahiers du Cinéma sobre los problemas del cine de autor contemporáneo. De diseño minimalista e ilustraciones de viejos libros científicos que detallan objetos celestes, astrónomos observando a través de sus telescopios, nubes y espectros electromagnéticos (la “mirada” podría ser su leitmotiv central), la dirección de arte de la revista fue encargada al artista plástico Eduardo Stupía, en palabras de Filippelli: “Un amigo mío desde hace siglos. Nunca dudé que él haría el diseño y elegiría las ilustraciones. Si bien fueron aprobadas por nosotros, las ideas fueron todas de él”. ¿Viene Revista de cine a ocupar un lugar actualmente inexistente? “Estoy convencido. Ojo, cuando digo inexistente no digo necesariamente mejor, sino simplemente inexistente”.
De pequeño formato, 10x15, ideal para la cartera de la dama y el bolsillo del caballero, Las naves, publicación en formato de libro bilingüe (español e inglés), va por su tercera entrega, luego del lanzamiento oficial del primer número hace dos Baficis. “¿Se puede enseñar cine? ¿Qué es una lección?”, se preguntan los editores en el prólogo, para responderse un par de párrafos más adelante que “se aprende viendo, pero también leyendo lo que hacen otros directores”. Las “Lecciones de cine”, título de esta tercera propuesta (las anteriores fueron “Manifiestos de cine contemporáneo” y “Diarios de cine”), están compuestas por cuidadas transcripciones de masterclasses y textos especialmente escritos por cineastas como Bertrand Bonello, Matías Piñeiro, Nicolás Prividera, Víctor Erice y el recientemente fallecido Harun Farocki, entre otros.
Julieta Mortati, encargada de la dirección editorial de Las naves junto a los editores Cecilia Barrionuevo y Edgardo Dieleke, recuerda que la idea original surgió luego de un viaje a Alemania: “Fundamos aquí, en Argentina, la editorial Tenemos Las Máquinas, y comenzamos a editar algunos libros de ficción, pero en ese viaje a Alemania descubrí que la revista Revolver (N. de la R: revista especializada en cine que se publica en la ciudad de Munich) había sacado un especial de manifiestos. Siempre me gustó esa revista, incluso el formato pequeño, porque permite que los textos puedan leerse tanto en un colectivo como en una biblioteca; eso debo admitir que se lo copiamos. Pero sobre todo el tono: yo no vengo del cine –soy periodista y estudié literatura–, pero de todas formas me sentí muy identificada con la lectura, porque los autores hablaban fundamentalmente del proceso creativo, algo muy enriquecedor. Junto con Hernan Rosselli (director de Mauro, ahora alejado de Las naves, aunque en excelentes relaciones con sus responsables) pedimos permiso a Revolver para usar algunos textos, pedimos otras notas originales a algunos cineastas y publicamos el primer número en octubre de 2012”.
Las “Lecciones de cine” están integradas por experiencias de lectura muy variadas: una clase didáctica sobre el cine de Alfred Hitchcock, en la cual Matías Piñeiro (director de Viola y Todos mienten) hace gala no sólo de un profuso conocimiento del gran cineasta inglés, sino de una directa, clara y atractiva pedagogía analítica; la transcripción de una masterclass dictada por el director chileno Ignacio Agüero en el Festival de cine documental de Pamplona, un repaso por momentos muy íntimo de su carrera, donde reflexiona sobre esa eterna pregunta: “¿qué es el cine?”; un breve ensayo de Nicolás Prividera acerca de “La condición documental”, sus posibles definiciones, límites y problemáticas, totalizando nueve textos de enorme diversidad, tanto en términos estilísticos como en tono y contenido. Mortati: “Finalmente, todo es una excusa para que los autores hablen de cine y de cómo hacen sus películas. Sus palabras pueden ser leídas por otros cineastas, pero también pueden servir para otras personas que se dedican al arte y que atraviesan los mismos problemas. Es gente que habla de lo que hace, no de lo que hacen los otros. Pero ojo, no queremos tirarnos en contra de la crítica, ni mucho menos, porque justamente nos parece que también es un material ideal para ellos. Es un registro de lo que está pasando hoy en el cine.”
Intercalados entre los textos, Las naves presenta una serie de fotogramas de films de la cineasta experimental Narcisa Hirsch, que de ninguna manera ilustran literalmente el contenido de las notas. “La idea era que esas imágenes dijeran algo de por sí, sin tener que explicarlo. De alguna forma esos fotogramas son otro texto más.”
No todo pasa por Buenos Aires en materia cinematográfica. Por caso, Córdoba ha visto un importante movimiento de realizadores, en su mayoría jóvenes, irrumpiendo de forma sostenida en la producción de películas de ficción y documentales. Matías Lucchesi, Rodrigo Guerrero, Matías Herrera Córdoba, Liliana Paolinelli, Paula Markovitch o Rosendo Ruiz (nacido en Salta, pero afincado en la capital cordobesa) son sólo algunos de los nombres de esta suerte de movimiento no oficial. En paralelo, la escritura sobre cine tiene también un punto neurálgico en esa provincia, con epicentro en La Docta, y su pluma más reconocida probablemente sea la del incansable Roger Alan Koza, responsable del blog Con los ojos abiertos. Asimismo, la ciudad disfruta desde hace muchos años de un saludable circuito de cineclubs y salas alternativas de cine y fue precisamente en uno de esos ámbitos, el Cinéfilo Bar, donde surgió una de las revistas de crítica más joven del país: Cinéfilo. “La publicación surgió originalmente como acompañamiento del programa del cineclub y fue así durante un tiempo”, aclara Martín Alvarez, editor de la revista. “Con el número 13, hace ya unos dos años, comenzó una nueva época con la intención de trascender el espacio del cineclub, cubriendo estrenos y festivales.”
De un formato revista más tradicional y una periodicidad trimestral, el último número de Cinéfilo en llegar a las librerías, el 17, arranca desde sus primeras páginas con cuatro notas “de fondo” que analizan las carreras del comediante Will Ferrell, los cineastas chinos Jia Zhangke y Wang Bing, el gran autor hongkonés Johhny To y el rumano Corneliu Porumboiu, con estilos diferentes entre sí, claridad argumentativa en todos los casos y una evidente pasión por la escritura y el cine que le hacen los honores al nombre de la revista. Alvarez: “La idea es seguir algunas de las películas que pasan por la cartelera comercial, sin que eso dicte el grueso del contenido. A veces se escribe de determinada cosa por puro deseo y cada número se termina estructurando de manera diferente. En el último hay una nota sobre Carta a un padre, de Edgardo Cozarinsky, y una extensa entrevista a Hernán Rosselli, el director de Mauro, que vimos durante el Bafici y nos interesó incluir, más allá de que luego coincidió con su estreno en Buenos Aires”. El núcleo duro de redactores está integrado por seis críticos, pero en cada número se suman firmas colaboradoras. Que, por cierto, no es necesario que estén de acuerdo en la valoración de una película, como ocurre en el caso del largometraje de Raya Martin y Mark Peranson, La última película, admirado en una de las notas y vapuleado dos o tres páginas después. “La idea de diversidad es importante; no creo que sea necesaria una comunión de voces para que la revista tenga una línea editorial. La identidad también puede estar dada por ideas contrapuestas.”
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