Dom 26.10.2014
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CINE › ALEXANDRA ANTHONY PRESENTA EN EL DOCBSAS SU PELICULA PERDIDO EN TIERRAS SALVAJES

Ensayo sobre la identidad y la memoria

La directora greco-estadounidense se propuso “filmar la vida tal cual es”. Y lo hizo sin salir de su familia, recorriendo treinta años en la historia entre un padre y su hijo, separados en su momento por la madre, desde el reencuentro hasta la actualidad.

› Por Oscar Ranzani

Hay historias familiares que merecen ser contadas en el cine porque lo personal es tan fuerte que los espectadores pueden sentirse identificados o atrapados por el desenlace de un determinado episodio. El hecho que narra Lost in the Bewilderness (Perdido en tierras salvajes), de la directora greco-estadounidense Alexandra Anthony, va en ese sentido. La cineasta sigue la vida de Lukas, el hijo de su primo Orestes, que con tan solo cinco años de vida fue secuestrado por su madre y Orestes no lo pudo ver durante más de una década. Tan loca fue la decisión de esa mujer que la familia terminó contactando a la Scotland Yard e Interpol porque no supieron nada más de Lukas. Niño y madre vivieron en Estados Unidos, situación que terminó afectando sus orígenes, la cultura griega e incluso el idioma. Durante once años, el padre no tuvo noticias de su hijo. Hasta que un día, la mujer se dignó llamar a Orestes y le dijo que si quería ver a su hijo lo fuera a buscar al país del Norte. Ella cometió una doble falta moral: impedir al padre ver al hijo y abandonar también a Lukas porque después de que Orestes viajó a reencontrarse con su hijo (de quince años en ese momento), no lo volvió a ver nunca más. Y esto no fue por una decisión paterna, sino porque la mujer se esfumó. Perdido en tierras salvajes podrá verse hoy, a las 20, y mañana, a las 18, en el Gaumont, como parte de la programación del 14º DocBsAs.

El reencuentro entre padre e hijo se produjo en 1984 y, desde entonces, Anthony filmó varias partes de la vida de Lukas. No sólo esa situación tan emotiva sino también lo que vino después: cuando Lukas viajó a Grecia a conocer a sus abuelos y a estar con su padre, con quien supo compartir el gusto por la guitarra eléctrica. La cineasta utiliza la voz en off en buena parte de la película, pero no estorba, sino que le otorga una cuota de información literaria. El relato describe el entramado de la historia familiar que, de otro modo, habría resultado engorroso para que el espectador lo descubriera. Asimismo, combina la narración con los mitos griegos, dejando la huella de su cultura originaria. Una vez establecido en la casa de sus abuelos, en Nea Smyrni, un barrio de las afueras de Atenas, Lukas comienza a conocer a sus familiares. Y desde entonces, Anthony toma la decisión de separar el relato por etapas: filma cuatro años después del reencuentro (cuando Lukas tenía 20 años y estaba dejando de ser un adolescente), ocho años más tarde, ya a los 28, y una década después, cuando se casó con una joven china. Todas esas imágenes se combinan con otras de distintos formatos como el Súper 8 y el

16 mm que fueron tomadas en los inicios de la filmación de la vida de Lukas por parte de Anthony.

La cineasta viajó a Buenos Aires a presentar el film y, en diálogo con Página/12, reconoce que el origen del documental fue justamente el reencuentro entre padre e hijo producido en 1984; es decir, filmó 30 años en la vida de ambos. “En aquel entonces estaba estudiando dirección de cine y como yo me crié también con esa historia familiar vi cómo afectó esa desaparición a la familia. Entonces, pensé en escribir un guión sobre esta historia”, cuenta la directora que se propuso “filmar la vida tal cual es”.

–¿Es una historia que, a partir del relato de la vida de una familia particular, permite reflexionar sobre el valor de las familias en un plano más general?

–Justamente lo que espero es que a través de mis ojos sea posible no sólo hablar de una historia personal y de una familia en particular, sino también poder pensar sobre la familia en general. Pero lo veo como una danza entre lo personal y el afuera, a la vez que tomo distancia para dar un marco más general.

–¿Le costó tomar distancia al hacer el film?

–No, es bastante fácil poder hacerlo en mi caso.

–¿Perdido en tierras salvajes es también un ensayo sobre la identidad?

–Definitivamente sí, porque, por ejemplo, la madre no le había dicho al hijo nada de su pasado. Y Lukas perdió la costumbre de hablar el idioma griego porque su madre no le hablaba en su idioma. Tampoco Lukas sabía quién era su padre, con lo cual ese no saber le generó un clima de mucha incertidumbre. Entonces, en mi película se ven justamente el tema del idioma y de la memoria.

–¿Por qué decidió relacionar la historia con los mitos griegos?

-En realidad, cada griego tiene esos mitos en su ADN. Es un punto de referencia para los griegos. Y yo amo la mitología y todas esas historias bastante locas. Yo empecé a encontrar muchos paralelismos entre los mitos y aspectos de la historia de mi familia, incluso la coincidencia de algunos nombres. Y también hay temas en común como, por ejemplo, el destino y la manera en que una generación afecta a otra. O todo lo que tiene que ver con los vínculos entre padres e hijos y la idea de los hijos que son separados de sus padres y vuelven justo a la edad en que se están convirtiendo en hombres.

–La voz en off juega un rol muy relevante. ¿Decidió emplearla con frecuencia porque se trataba de una historia muy personal?

–Sí. Yo también fui testigo de toda esta historia, y entonces quería mostrar mi punto de vista. Yo quiero que el espectador pueda acercarse a las personas a través de mis ojos de la misma manera que yo pude hacerlo. Es decir que pueda identificarse emocionalmente con lo que ve.

–¿Cómo vivió usted el reencuentro entre su primo Orestes y su hijo Lukas, que fue la primera imagen que filmó para la película?

–Yo soy parte de la familia. Y como yo sabía que mi familia tenía un montón de preguntas acerca de qué había pasado, me sentí como la representante de la familia para hacer todas esas preguntas. También me impresionaron las similitudes entre padre e hijo, los rasgos, las cosas que tenían en común. Me impactaron.

–¿Qué cree que llevó a la ex mujer de Orestes a llamarlo después de once años de haber secuestrado a su hijo?

–El chico estaba en una edad complicada, tenía quince años. Pienso que la madre debe haber conocido a otro hombre y calculo que quería encontrar un camino fácil para dejar de lado su responsabilidad como madre.

–Claro, porque fue una doble falta moral: la primera tuvo que ver con quitarle el hijo al marido y la segunda, abandonar a Lukas.

–Está buenísimo que haya entendido esa parte porque justamente lo que quiero demostrar es esa doble falta moral.

–¿Por qué Orestes no buscó justicia y se conformó con haber recuperado a su hijo?

–Mucha gente preguntó por qué la familia no estuvo mucho más enojada, pero habla de su carácter, porque Orestes estuvo muy agradecido de tener nuevamente a este hijo en la familia. Y querían seguir adelante.

–¿Cree que Lukas encontró su lugar en el mundo?

–Sí, pienso que lo encontró. Es gracioso porque en Estados Unidos hay un dicho, cuando una persona no entiende algo dice: “Es todo griego para mí”. Pero en Grecia, cuando no se entiende, el dicho indica: “Es todo chino para mí”. El se movió de la civilización griega a la civilización china con su matrimonio. Se casó con una chica china que tiene una enorme familia pero ella está súper conectada con la misma. Lukas y su mujer viven ahora en Boston.

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