CINE › ENTREVISTA CON BERENICE BEJO, LA PROTAGONISTA DE EL ARTISTA
Nacida en Argentina, Bejo tenía tres años cuando su familia se exilió en París, en tiempos de la dictadura militar. A los 18 empezó a trabajar como actriz y hoy es una de las grandes figuras del cine europeo, pero no descarta filmar en el país.
› Por Ezequiel Boetti
La historia está escrita con la tinta indeleble de lo verídico: Bérénice Bejo tenía apenas tres años cuando su padre, el cineasta underground Miguel Bejo, debió hacer las valijas de apuro para exiliarse en París, en plena dictadura militar. Allí se radicó la familia y allí ella inició, quince años después, una carrera como actriz. Carrera que –tal como recordó durante su paso por Buenos Aires para presentar The Search en la Semana del Festival de Cannes– lleva más de veinte años de continuidad ininterrumpida y con cierta popularidad desde OSS 117, una comedia sin proyección internacional pero de gran éxito en Francia. Aquí, sin embargo, poco se supo de ella hasta que en 2011 protagonizó El artista, la multipremiada comedia dirigida por su marido, Michel Hazanavicius, filmada en blanco y negro y centrada en la recreación de los usos y costumbres formales del cine mudo. El resto es conocido: una decena de nominaciones a los Oscar, incluida una para ella como Mejor Actriz de reparto, la posterior mundialización de un rostro delicado y pecoso y, claro está, el inevitable argentinismo de apropiarse de las figuras triunfantes en el exterior.
Bejo se fue de aquella ceremonia en el Kodak Theatre de Los Angeles con las manos vacías –no así El artista, premiada con cinco estatuillas, entre ellas la de Mejor Película–, pero con la certeza de que lo que vendría después sería un cambio radical en su carrera. El tiempo le dio la razón: en 2013 no sólo se llevó el premio en Cannes a la Mejor Actriz por El pasado, del iraní Asghar Farhadi (La separación), sino que la notoriedad de El artista le abrió las puertas a un proyecto muy ambicioso, enmarcado en un contexto políticamente espinoso (la guerra de Chechenia) y largamente anhelado por Hazanavicius. Rodada durante dos meses en Europa del Este, The Search marca, como bien señaló durante la presentación en el Gaumont el director artístico del Festival de Cannes y programador del ciclo, Thierry Frémaux, un loable intento de la dupla por despegarse de lo esperable, pasando de una propuesta popular y masiva como El artista a otra de contenido enraizado en lo social. Sin embargo, según dice Bejo, quien interpreta a una aguerrida integrante del Comité de Derechos Humanos de la Unión Europea, el encasillamiento no es uno de los criterios a la hora de seleccionar proyectos. “Ni Michael ni yo pensamos nuestras carreras en esos términos”, aclara. Y amplía: “A mí, por ejemplo, ahora me gustaría hacer una comedia porque hace cuatro años que tengo papeles muy duros, pero lo que leí últimamente no me gustó, así que mi próxima película también será un drama. Las elecciones de El pasado y The Search no fueron calculadas, pero terminaron siendo perfectas porque el público me vio muy alegre en El artista y después en dos papeles mucho más duros. Eso es muy gratificante para una actriz”.
–¿Sentía que antes de El artista no la tomaban en serio?
–No, en Francia vengo trabajando hace veinte años de forma ininterrumpida, aunque antes no tenía acceso tan rápido a los papeles como ahora ni me llegaban guiones directamente. Eso me da más confianza, pero nunca me sentí mal con la profesión. Lo que sí es distinto es la mirada de la gente sobre mí. Estar en un inmenso éxito internacional te da mucha más visibilidad. A nivel personal no me cambió, aunque laboralmente hizo que me llegaran más propuestas y que los productores y directores confiaran en mí. De repente te sentás a jugar con los más grandes. Pero es una posición muy frágil. Ahora hicimos una película menos popular como The Search, que seguramente no va a funcionar en los mismos términos que El artista. Eso es bueno porque si uno apunta demasiado alto hay una presión muy grande. Eso no es para mí.
–En relación con eso, el mismo Farhadi dijo que la eligió por la notoriedad internacional que le dio El artista.
–Así es, nos conocimos en la entrega de los Oscar (La separación estaba nominado como Mejor film extranjero) y al principio él pensaba que el rol de El pasado no era para mí. Pero canceló la actriz que lo iba a hacer y termine yendo al casting justo antes de venirme aquí de vacaciones, así que lo vi dos horas y después me fui al aeropuerto con toda la familia. Pasó más de un mes audicionando y yo estaba acá, paseando por el Norte sabiendo que estaba viendo a otras actrices y esperando novedades. Al final me llamó mi agente y dijo que me quería mandar el guión. “¿En serio? ¿Estás seguro?”, le dije. No lo podía creer.
–En varias entrevistas previas ha dicho que “las historias norteamericanas no encajaban” con usted. ¿Hollywood no está entre sus metas inmediatas?
–Lo que pasó es que después de El artista ya tenía un par de proyectos armados, así que no me preocupé mucho por eso. Además, no me ofrecieron nada increíble como para decir “bueno, trato de hacerme algunas semanas para ir”. Obviamente si me llamaba Spielberg o alguien así, seguramente iba a encontrar el tiempo. Ahora terminé un ciclo y en enero voy a filmar una película en Estados Unidos (The Childhood Of A Leader, de Brady Corbet, con Tim Roth y Robert Pattinson), pero no es una obsesión. El cine norteamericano es el que más me gusta y con el que crecí, pero ahora hay muchos buenos directores por todo el mundo. También en la Argentina. Incluso esta semana voy a encontrarme con algunos de ellos.
–¿Se puede saber con cuáles?
–Todavía no, porque no hay nada cerrado; simplemente puedo decir que son directores ya confirmados y reconocidos. Yo no hablo muy bien español y necesito trabajar con gente que sepa dirigirme y con la que tenga confianza. No quiere decir que no pueda ir con alguien que esté empezando, pero tiene que ser alguien que sienta que me puede llevar.
–¿Le gustaría filmar aquí?
–Sí, obviamente. Acá tengo familia y muchos amigos, aunque debo encontrar el momento indicado porque tengo hijos y no puedo irme mucho tiempo. Quizá para las vacaciones de verano europeas, así puedo venir con ellos. Cuando filmo en el extranjero realmente es complejo porque tengo que ver cómo hago con mi vida personal. Ultimamente leí algunos guiones que me gustaron mucho, así que espero encontrar la manera. Sería muy loco hacer una película en la Argentina. Mi papá no siguió ese camino, así que significaría una forma de seguir algo que él no pudo hacer.
–Usted trabajó en Crepúsculo rojo, de Edgardo Cozarinsky, un director de la misma generación que la de su padre. ¿Qué cosas le han contado acerca de lo que significaba hacer cine en esos años?
–El sentimiento que tengo es que las cosas se hacían. No era tan difícil: empezabas el rodaje, los amigos te ayudaban con lo que podían y terminabas arreglándotelas. Hoy, en cambio, eso no se puede. Las películas de mi padre eran así y no creo que hoy pudiera filmar porque es un artista que no tiene conciencia del tiempo ni de la plata. Escribimos un guión juntos y nos divertimos muchísimo, pero era muy loco. Yo le dije: “Pero papá, nunca vamos a hacer esta película porque el mercado industrial ya no las hace más”. Mi papá es muy loco y hacía películas como Buñuel y cosas así. Eso ya no se hace más.
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