CINE › LA POLéMICA EN ESTADOS UNIDOS ALREDEDOR DE FRANCOTIRADOR
El éxito de la última película de Clint Eastwood reavivó controversias sobre el tema de las armas y su control, la guerra de Irak y la falta de “vocaciones” para ingresar a las fuerzas armadas. Las miradas vuelven a posarse en el mitologizado francotirador Chris Kyle.
› Por Terrence McCoy *
En los Estados Unidos, es la película más popular de la semana (por segunda semana consecutiva), y todos los involucrados en ella alegan que no tiene nada que ver con la política. “Realmente”, según subraya el protagonista Bradley Cooper una y otra vez en las entrevistas, en su película Francotirador Clint Eastwood explica la “situación” de un soldado y provee un “estudio del personaje”. Pero éste no era un soldado común y corriente. Era el difunto Chris Kyle, el altamente mitologizado “francotirador más efectivo” en la historia de los Estados Unidos. Y más allá de lo que desee Cooper, la película que protagoniza se ha vuelto política.
Antes de morir baleado en un polígono de tiro en Texas dos años atrás, Kyle, que aseguraba haber rematado a decenas de personas como “sniper” en Irak, exudaba convicción y carisma. Calzaba grandes botas. Hablaba con un lánguido acento texano. Había escrito unas memorias que se habían convertido en best-seller. Había ganado millones. Y agitaba la controversia en cualquier lugar donde se presentara.
El debate que ahora echa sombras sobre Francotirador –estrenada mundialmente hace dos semanas y con una recaudación de 105 millones de dólares sólo en su país de origen, record absoluto para Clint Eastwood como director– no ha sido muy diferente. Luego de las primeras proyecciones, que la agencia Associated Press definió como “un éxito sin precedentes”, la película fue sometida a amplios elogios entre los conservadores estadounidenses por retratar a un soldado americano en su mejor forma. Y toda una serie de condenas de parte de los liberales, que cuestionan el confeso placer que Kyle obtenía en matar y deshumanizar a los iraquíes.
Y después están las historias que el mismo Kyle contó de sí mismo, que empiezan a ser vistas con una creciente sospecha, luego de que numerosos periodistas trataron de corroborarlas sin éxito. Entre ellas, que mató a dos ladrones texanos que quisieron robarle su camioneta y que viajó a New Orleans y allí mató a 30 maleantes en el caos que siguió al huracán Katrina. El soldado también mintió al asegurar que una vez le pegó al ex gobernador de Minnesota Jesse “The Body” Ventura luego de que éste –también un ex miembro operativo de las Fuerzas Especiales– menospreciara a los Navy Seals. Pero cualquiera que mencione semejantes agujeros en la narrativa de Chris Kyle, o critique su ética, debe hacerlo bajo su propio riesgo. Es una lección que la periodista Rania Khalek aprendió la semana pasada, cuando dejó caer una serie de tuits que apuntaban al libro de Kyle, también titulado American Sniper. “Demonios salvajes, despreciables”, escribió Kyle en el libro. “Por eso es que estábamos peleando en Irak. Por eso es que un montón de gente, yo incluido, llamaba al enemigo ‘salvajes’. Realmente no había otra manera para describir lo que encontramos allí.” Más tarde, agrega: “Hay otra pregunta que la gente hace muy a menudo: ‘¿Le molestó matar a tanta gente en Irak?’ Y yo les digo que no... amé lo que hice. No estoy exagerando ni mintiendo cuando digo que fue divertido”. Para Khalek, cualquier película que celebre de alguna manera a Kyle representa “una propaganda peligrosa, que ensalza a un criminal en masa y reescribe la Guerra de Irak”. La periodista dijo que Kyle fue consumido por “una impenitente sed de sangre” alimentada por “el odio, la intolerancia y el entusiasmo por matar ‘salvajes’ iraquíes”.
Casi inmediatamente después de sus comentarios, Khalek empezó a recibir amenazas de muerte. Un hombre, cuya cuenta de Twitter está desactivada desde entonces, le escribió que necesitaba “morir de un balazo”. “Háganos un favor a todos: vaya y mátese.” O, como comentó el sitio web de orientación izquierdista Alternet tras postear un artículo crítico de Kyle: “Esto disparó una inundación sin fin en nuestras menciones de Twitter, por parte de enfurecidos derechistas adoradores de lo militar, que se han estimulado unos a otros en un frenesí de odio debido a su ciega obediencia a un asesino de masas”.
Aun aquellos que fueron menos incendiarios se encontraron con una buena dosis de veneno online. El sábado pasado, Seth Rogen, actor de La Entrevista que viene de emerger de su propia tormenta política, dijo que “American Sniper me recuerda al tipo de película que se exhibía en la tercera parte de Bastardos sin gloria”, en referencia al film de propaganda nazi que aparecía dentro de la película de Quentin Tarantino y que glorificaba a un francotirador. Rogen retrocedió casi inmediatamente, señalando que en realidad la película le había gustado. Pero eso no fue hasta que recibió él mismo un golpe virtual: “Asombroso, teniendo en cuenta que tipos como Kyle son la razón por la cual vos no estás en este momento en una prisión norcoreana”, le escribió un usuario.
El 18 de enero, el documentalista Michael Moore publicó un tuit: “Mi tío fue asesinado por un francotirador en la Segunda Guerra. Nos enseñaron que los francotiradores eran cobardes. Podían dispararte por la espalda. Los francotiradores no son héroes. Y los invasores son peores”. El, también, ofreció un matiz, señalando que pensaba que la performance de Cooper era muy buena. Pero también agregó: “A muchos de nosotros se nos enseñó la historia de Jesse James, y que el canalla no fue James (que era un criminal que mataba gente) sino el francotirador que lo mató por la espalda. Creo que la mayoría de los estadounidenses no creen que los francotiradores sean héroes. Espero que no en este fin de semana, cuando recordamos a ese hombre en Memphis, Tenne-ssee, que fue asesinado por la bala de un francotirador”. Incluso la política republicana Sarah Palin entró en la disputa, fustigando a “los izquierdistas de Hollywood” por “escupir en las tumbas de los luchadores por la libertad que permite que ustedes hagan lo que hacen: dense cuenta de que el resto de los americanos sabemos que jamás podrían calzar las botas de combate de Chris Kyle”.
Los intercambios son sólo la última erupción de una larga cultura guerrera. “A medida que se agotaban las entradas para las proyecciones de la película, los medios conservadores han levantado barricadas contra los liberales que atacaron el film”, escribió el conservador David Weigel en Bloomberg. Weigel apuntó que buena parte de la controversia involucra una batalla aun más amplia sobre el tema de las armas y su control, y los enfrentamientos entre conservadores a favor de la guerra en Irak contra los liberales que se oponen. Pero también da pistas sobre otro asunto candente en la política estadounidense: el número de ciudadanos que se enrolan en las fuerzas armadas está cayendo en picada, lo que ha generado una división aún mayor entre los civiles y los veteranos de combate. Durante la Segunda Guerra Mundial, más del 12 por ciento de los estadounidenses servía en las fuerzas armadas. Hoy, ese porcentaje es de menos del 0,5 y muchos de ellos son lo que el analista militar Thomas Ricks define como “personas socialmente aisladas, políticamente conservadoras”. Ese abismo creciente ha dado como resultado un Estados Unidos moderno en el que muy pocos les dedican pensamientos a los soldados, excepto por los acostumbrados rituales de reverencia.
De acuerdo con la visión de los periodistas de The New York Times Karl Eikenberry y David Kennedy, si hay una fuerza cultural que exacerba desentendimientos y malentendidos es una película como Francotirador. Para muchos conservadores y miembros de las fuerzas armadas, Chris Kyle fue un hombre más allá de cualquier reproche, y criticarlo es una falta de respeto tanto para los militares como para quienes eligen servir a la patria. “El mayor desafío para nuestros militares no viene del enemigo extranjero, sino de la grieta cada vez mayor entre los ciudadanos estadounidenses y sus fuerzas armadas”, escribieron los autores en 2013. “Los medios nos ofrecen imágenes de aviones drones, a cientos de kilómetros de la refriega, despachando enemigos sin peligro con sus aparatos electrónicos. Hollywood retrata equipos de superhombres de operaciones especiales sacándose de encima adversarios con una precisión clínica.” Para citar a otro observador militar, esta vez de la guerra de Crimea: “Es magnífico. Pero esto ya no es la guerra”.
A Chris Kyle, musculoso y de rostro adusto, le gustaba contar historias. Su muerte sucedió en un polígono de tiro, a los 38 años, bajo el fuego de un veterano con problemas. Pero antes de su asesinato, el llamado “francotirador más efectivo de la historia estadounidense” gustaba de contar una narrativa de comic. “El verdadero matón americano”, como lo llamó un periodista una vez, con sus botas y su acento, tenía todo para convertirse en material de leyenda militar. Se le dedicaron estatuas, mientras su libro vendía miles y miles de ejemplares. Pero las historias que contaba, según su biógrafo Michael J. Mooney, “son en realidad imposibles de verificar”.
Según Kyle, él golpeó al ex gobernador Jesse Ventura afuera de un bar, en 2006, por criticar la guerra de Irak y decir que los Navy Seals “merecían perder alguna vez”. De acuerdo con Ventura, la historia es falsa. Y con esa visión coincidió un jurado de Minnesota, que en julio del año pasado le concedió a Ventura 1,8 millón de dólares en concepto de daños y perjuicios, que los herederos de Kyle debieron pagar. Nadie negó que Kyle fuera un soldado excepcional, pero el veredicto dejó clara una faceta que corría por fuera de ese hecho: su bravuconería. Su estilo de escritura está henchido de eso. “La gente me pregunta todo el tiempo cuánta gente maté”, escribió en American Sniper. “Mi respuesta estándar es ‘¿la respuesta me hará más o menos hombre?’.”
La hombría, según parece, era todo un tema para él. Al dejar los Navy Seals y retornar a Texas en 2009, las historias se volvieron más y más grandes. “Luego de esta increíble carrera militar, él sufrió una presión increíble para mantener su imagen”, dice Mooney. Y una de las maneras que encontró para ello fue a través de las peleas de bar, explicando su conducta por “una agresión reprimida”. En su libro cuenta que una vez él y un compañero les dieron una paliza a “unos aspirantes a luchadores de Ultimate Fighters”. “De ninguna manera permitiría quedar como un maricón frente a mis muchachos”, escribe.
Ese sentimiento de dureza superhumana quizá lo llevó a contar esas historias que los periodistas no pueden confirmar. Una tuvo lugar una fría mañana de enero, en una estación de servicio al sudoeste de Dallas. Dos hombres, según dice Kyle, se le acercaron y le dijeron que les entregara las llaves de su camioneta negra Ford F350. “Les dije que se las iba a dar”, le dijo a Mooney. “Dije que debía tomarlas del interior del auto, con lo que me incliné dentro para alcanzarlas.” Kyle dice que luego se metió al auto, tomó un arma y disparó por debajo de su axila, matando a los dos hombres. “Es verdad”, dijo. ¿Pero fue verdad? La oficina forense de la localidad de Cleburne no reporta ninguna muerte en enero de 2009. Reporteros como Nicholas Schmidle, del New Yorker, llamaron a las oficinas cercanas de los sheriffs del condado y ninguno de ellos sabía nada al respecto. “Fui a todas y cada una de las estaciones de servicio de la zona”, explicó Mooney. “Hablé con cada oficial de policía, todos los Rangers de Texas, y no hay ninguna evidencia del hecho.”
Años después de esas supuestas muertes, Kyle tenía otra historia para contar: ésta se refería al vacío de autoridad que existía en 2005 en New Orleans luego del Katrina. De acuerdo con el New Yorker, siete años después, durante una trasnochada sesión de bebida intensa con otros Navy Seals, Kyle reveló que “él y otro francotirador habían viajado a New Orleans, se habían situado en una terraza en el Superdomo y habían procedido a dispararles a docenas de residentes armados que estaban contribuyendo al caos”. Uno de los presentes dijo que Kyle “aseguró que él solo había matado a 30 personas”; otro dijo que las treinta personas habían sido entre Kyle y otra persona. De cualquier manera, ni el Comando de Operaciones Especiales de Estados Unidos ni ninguno de los oficiales de Kyle tienen ningún conocimiento de semejante carnicería.
¿Eso quiere decir que no sucedió? Quién sabe. Ciertamente, es posible. También es posible que Kyle haya matado a dos ladrones en Texas y haya hecho desaparecer sus cuerpos. Y que haya matado a 30 saqueadores en New Orleans para proteger a los ciudadanos. Pero también es posible que Kyle no pudiera dejar ir su propia leyenda y, en una niebla de estrés postraumático, dejara que sus historias se deslizaran hacia la fantasía. Aun hoy, el aspecto más importante de su mito permanece poco claro. Su libro dice que la marina de Estados Unidos confirmó que mató a 160 personas en Irak. Kyle dice que fueron 255.
* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12.
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