CINE › BIRDMAN, DE ALEJANDRO GONZáLEZ IñáRRITU, CON MICHAEL KEATON, EMMA STONE Y EDWARD NORTON
Aunque la fluidez de la cámara, las poderosas actuaciones y una sensorialidad que arrastra puedan hacer pensar que se está ante una obra mayor, cuando se escarba un poco se descubre que el quinto opus del director mexicano “suena” más de lo que es.
› Por Horacio Bernades
El título original de Birdman, nuevo film del mexicano Alejandro González Iñárritu y peso pesado de los Oscar 2015 (nueve nominaciones, tantas como las de la gran Gran Hotel Budapest, posible gran perdedora) es, traducido literalmente, Birdman o la inesperada virtud de la ignorancia. Frase tan llamativa como elusiva, The Unexpected Virtue of Ignorance es, en la ficción de Birdman, el título de una nota periodística, cuyo valor en la trama es francamente menor. Algo semejante sucede con la nueva película del realizador de Amores perros y Babel. La arrobadora improvisación en batería que impone una rítmica sostenida, la algo ostentosa fluidez de la cámara, poderosas actuaciones y una sensorialidad que arrastra pueden hacer sentir que se está ante una obra mayor. Si se escarba un poco, tal vez se llegue a la conclusión de que, como su título original, el opus 5 de Iñárritu “suena” más de lo que es.
Si la historia de Birdman parece una reescritura del film argentino El último Elvis, es porque los guionistas de aquélla son también los de ésta. Dos años antes de El último Elvis, Nicolás Giacobone y Armando Bo (nieto de Armando e hijo de Víctor) habían escrito Biútiful para Iñárritu. En esta ocasión, tienen la amabilidad de moderar el volumen de aflicciones, adicciones y enfermedades terminales de aquélla. Escrita a ocho manos junto al realizador y el hasta aquí desconocido Alexander Dinelaris, Birdman narra, como la ópera prima de Bo, el intento de resurrección de un personaje con un pasado entre glorioso y penoso. Ex estrella de la industria cinematográfica que carga ese antecedente como el suicida la piedra, el Riggan Thomson del extraordinario Michael Keaton (una de las nominaciones, junto con las de Mejor Película, Director, Guión, Actriz y Actor Secundario, Dirección de Fotografía y Edición y Mezcla de Sonido) podría verse como inversión del protagonista de El último Elvis, que siendo un mero simulacro de Presley era buenísimo en lo suyo.
Obvia y muy oportuna referencia al Batman de Keaton, el personaje que dio fama a Thomson es el Birdman del título, superhéroe cuyos poderes incluyen –a diferencia del Hombre Murciélago– el vuelo y la telequinesis. Con serios problemas para diferenciarse del personaje, Riggan cree ser dueño de esos superpoderes y la puesta en escena juega a no desdecirlo: Riggan levita, abre puertas con un gesto, rompe todo su camarín con sólo concentrarse un poco. Mientras para huir de su pasado de Hombre Pájaro ensaya una obra de teatro que escribió, dirige y protagoniza (una versión bastante horrible, por lo que puede verse, del cuento de Raymond Carver De qué hablamos cuando hablamos de amor), Thomson siente que la voz de Birdman le habla, le taladra el cerebro, intentando convencerlo de que vuelva atrás.
Broadway y Hollywood, el cine de efectos especiales y el teatro se supone que para pocos, la sensación de impotencia y su contrario, la ex y la pareja actual, el actor y su doble, realidad tangible y realidad alterna: una de las posibles lecturas de Birdman supondría el film como inmersión en el cerebro de un esquizofrénico. Personajes que rodean a Riggan podrían ser proyecciones de sus temores y deseos: la hija, que sale de Rehabilitación llena de reproches (una Emma Stone muy alejada de papeles previos, también notable y nominada), su actual pareja y miembro del elenco, que también le recrimina, una actriz que lo duplica (Naomi Watts, maravillosa una vez más) y un actor teatral “de prestigio”, que representa todo lo que Riggan siente que le falta (Edward Norton, haciendo casi de sí mismo y también nominado).
El film de Iñárritu se propone como tour de force. No sólo se mantiene casi enteramente (con excepción de tres únicas escenas) dentro del decorado del teatro donde se pondrá la obra, sino que además simula estar filmada en un único plano. Ilusión cuya concreción impone el truco del corte escamoteado. La steadycam del enormemente virtuoso Emanuel Lubezki (también nominado, como es obvio) va y viene, de los camarines a la azotea y por los pasillos hasta el escenario, incluyendo dos salidas a la calle. Como en La soga, de Hitchcock, pero con menos encierro, la presunta falta de cortes da fluidez, continuidad y sensación de tiempo real. Pero como allí, la apuesta choca contra sus propios límites. Así lo demuestran las escenas en que, para pasar de la noche al día, la cámara se eleva al cielo, contrariando la apuesta por el tiempo real e incurriendo en un recurso cuyo primitivismo se da de patadas con la intención de sofisticación técnica.
Por otra parte, si el tema es la disociación del actor llevada al límite, ¿la filmación sin cortes no representa acaso una puesta en escena inadecuada, para decir lo menos? Habría que ver, de todos modos, si el tema es ése o, en cambio, el narcisismo o infantilismo masculino, la intangible ignorancia a la que el título original refiere o la disección del mundo de la escena, a la manera de La malvada, de Joseph Mankiewicz. Tal vez el tema sea el fracaso, con el guión de Giacobone y Bo empujando una vez más las cosas, como en El último Elvis, hacia una clase de tragedia que parece obsesionante. Pero ¿es la de Birdman una tragedia o, por el contrario, el registro de una locura? ¿O acaso una celebración del triunfo de la magia? La falta de respuesta a todas estas preguntas es producto de la mirada de un tercero que, en el último plano de la película, introduce un punto de vista diverso al del héroe, echando por tierra el verosímil que el film había construido hasta allí.
Birdman or The Unexpected Virtue of Ignorance,
EE.UU./Canadá, 2014
Dirección: Alejandro González Iñárritu.
Guión: A. González Iñárritu, Nicolás Giacobone, Alexander Dinelaris y Armando Bo.
Fotografía: Emanuel Lubezki.
Música: Antonio Sánchez.
Duración: 119 minutos.
Intérpretes: Michael Keaton, Emma Stone, Zach Galafianakis, Edward Norton, Naomi Watts, Andrea Riseborough, Amy Ryan.
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