Dom 05.04.2015
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CINE › RYAN REYNOLDS, ENTRE LA COMEDIA ROMANTICA, X-MEN Y EL CINE INDEPENDIENTE

“Quería refrescarme, un nuevo comienzo”

Películas como Blade: Trinity y La propuesta parecieron encasillarlo en ciertos roles, pero el canadiense ahora busca diversificarse. En su nuevo film, Woman in gold, es una historia relacionada con el robo de obras de arte por parte de los nazis.

› Por James Mottram *

Ver a un actor evolucionando puede ser una experiencia fascinante, a veces más entretenida que sus películas en sí. Ryan Reynolds, por ejemplo. Según dice él mismo, de manera cándida: “Llevo un tiempo trabajando en el negocio de las estrellas de cine, tanto exitosamente como sin éxito alguno”. Sus puntos altos incluyen La propuesta (2009), una comedia romántica coprotagonizada por Sandra Bullock que recaudó 317 millones a nivel mundial. ¿Y los bajos? Lo primero que viene a la mente es Linterna verde, una de las peores películas de superhéroes de la era moderna.

“Ryan es una Ferrari y lo usan como si fuera un Peugeot”, dice la directora Marjane Satrapi, que lo eligió para su reciente comedia negra The Voices. “Es mucho más talentoso de lo que la gente cree. Puede hacer cualquier cosa”, dice. Reynolds se ríe cuando se le menciona el comentario. “¡Creo que es un cumplido!”, dice. “Si hablás con cualquiera en la calle, dirá: ‘Ryan es ese tipo que hace películas de acción’, o ‘Ryan es el tipo que hace comedias románticas’, o ‘es el tipo que hace esas raras películas independientes que nadie ve’.” Si Reynolds tiene esa capacidad todoterreno –un ex granjero cachetón de Canadá, que a la hora de la entrevista luce chaleco y una corbata floja–, evidentemente está cansado de jugar el papel. Como dice, ha recorrido el camino del sector independiente: en The Nines interpretó tres personajes entrelazados, incluyendo a un actor decadente; mientras que la brillante Enterrado fue un experimento solista que tenía a su personaje encerrado en un ataúd durante toda la película.

De algún modo, sin embargo, no fue suficiente para convencer a las audiencias o los ejecutivos de que este Ferrari puede rugir. Pero lo determinó a poner en marcha un cambio de camino. “He estado buscando cineastas”, admite. “Llevo 24 años trabajando profesionalmente en este negocio, y me tomó mucho tiempo darme cuenta de que las películas son un medio para los directores. El director es Dios. El teatro es el medio del actor, y la televisión es el medio de los guionistas. Con lo que hace un año y medio me conseguí un nuevo equipo. Estuve siempre con la misma gente, pero quería refrescarme, un nuevo comienzo, cambiar un poco la narrativa. Y descubrí que era mucho más feliz.”

Su más reciente intento de reiniciar su carrera es Woman in gold: dirigida por el inglés Simon Curtis, realizador de My week with Marilyn, presenta a Reynolds como Randol Schoenberg, el abogado de la vida real que arriesgó su modo de vida cuando tomó el caso de Maria Altmann (interpretada por Helen Mirren), una inmigrante austríaca que escapó de Viena a California cuando comenzó la Segunda Guerra Mundial. El film se concentra en su batalla legal para recuperar una serie de pinturas de Gustav Klimt robadas a su familia por los nazis y retenidas desde entonces en Austria. Aunque el corazón de la película está en los detalles de la relación entre Altmann, es un rol inusual para Reynolds, más creca del campeón popular que del chico de poster. Según dice, lo ayudó el hecho de haber conocido a su contraparte real. “Randy es una persona muy interesante. Es muy miope en su enfoque, y usualmente en esa clase de tipos su vida personal es increíblemente disfuncional. Pero Randy tiene una gran esposa, chicos. una feliz vida familiar. Sé que este caso fue muy estresante para la familia: casi perdió todo. Pero es como un perro con su hueso: se mete en las cosas al ciento por ciento.”

Determinado a representar fielmente al personaje, Reynolds insistió en llevar anteojos –lo que le da un aire de seudo Gregory Peck–, aunque no todos estuvieron de acuerdo. “Simon y yo estábamos del lado de los que estaban a favor de las gafas. Creo que Harvey no”, dice, refiriéndose al productor ejecutivo Harvey Weinstein. “Decía: ‘Vamos, ¡tiene que verse como una estrella de cine!’.” Dándose cuenta de que quizá se pasó de la raya, agrega: “Al final, Harvey estaba muy contento con el resultado”.

Por supuesto, esa clase de apuestas no siempre paga. The captive, de Atom Egoyan, en la que Reynolds interpreta a un hombre cuya hija es secuestrada, fue una pobre visión de los círculos de pedófilos y de abuso infantil on line, y fue muy criticada en su presentación en Cannes. “Me entristeció que la película no fuera recibida tan bien como Atom esperaba, pero estoy muy orgulloso de ella”, dice Reynolds. “Como alguien que creció en Canadá, Atom Egoyan es como nuestro Spielberg. Bueno, como un Spielberg con un presupuesto modesto”. La otra cara de este serio revés fue The Voices, una comedia en la que el actor interpreta a un psicópata que trabaja en una fábrica y cuando llega a su casa cree vivir con un perro y un gato que hablan. Reynolds persiguió a Satrapi luego de ver su film animado Persépolis. “Vino a Estados Unidos a dar una conferencia y tuve una oportunidad de reunirme y pasar cierto tiempo con ella. Más que nada como fanático: abusé de mi posición privilegiada para acercarme a alguien.”

Hay que aplaudir el deseo de Reynolds de sacudirse su lustrosa persona cinematográfica. Cinco años atrás, era votado en la revista People como “El hombre más sexy vivo” y estaba casado con Scarlett Johansson, causando un auténtico frenesí papara-zzi. La pareja se divorció en 2011, y sólo un año después se casaba con la actriz Blake Lively (Gossip Girl), con quien había protagonizado Linterna verde. Recientemente fueron padres de una niña; en el encuentro para la entrevista, Reynolds luce ese aspecto de neblina de cansancio feliz que caracteriza a un nuevo padre. “¡A veces tengo que recordarme parpadear!”, bromea. La pareja y la recién nacida viven en New York, debajo del radar y lejos de la ciudad-industria que es Los Angeles. Se mudó a esa ciudad por primera vez a los 18 años cuando, “en el más caprichoso de los caprichos”, decidió manejar hasta allí con un amigo actor. Luego de ingresar en un motel barato, su jeep fue robado: no precisamente una cálida bienvenida.

Criado en Vancouver, Reynolds era el más pequeño de cuatro varones en una casa de granjeros. Empezó a actuar al comienzo de la adolescencia, en la telenovela canadiense Hillside. Pero aún entonces deseaba explorar un mundo más allá de Estados Unidos y Hollywood. Cuando era joven pasó un año de mochilero en Europa, y realizó viajes en motocicleta por Sudamérica y Australia. Y aun a pesar de su naturaleza aventurera, “nunca bajo la guardia si estoy en un lugar público”, dice. Ni en casa, según parece, donde tapa la cámara de su laptop cuando la está usando. “Lo he hecho en los últimos años: leí artículos que cuentan que es muy fácil hackear la computadora de cualquiera.” Y están las redes sociales, que él evita. “No porque no me guste ese mundo, sólo es que soy muy consciente de la seguridad. Estoy casado con una mujer hermosa y no me gustaría tuitear algo como ‘¡Yéndome a Jamaica!’. Es algo así como ‘vengan a casa, vivan en mi cama dos semanas’.”

Con éxitos tempranos en Hollywood como Van Wilder: party liaisons (2002) y Blade: Trinity (2004), Reynolds ha estado en el ojo público por tanto tiempo que sus precauciones son comprensibles. Incluso antes de su matrimonio con Johansson estuvo comprometido con la cantante Alanis Morissette durante tres años (se dice que su canción “Torch”, con el lamento “extraño tu perfume y tu estilo”, está dedicada a Reynolds). “Tuve la cabeza bien jodida”, apunta. “Tengo suerte de haber sido capaz de navegar esas aguas tormentosas con cierto grado de verdad. Y estoy agradecido por ello.” Haber asentado su vida personal le ha dado ciertamente el coraje para tomar más riesgos profesionales. Recientemente terminó Mississippi Grind, una historia de apostadores realizada por los aclamados guionistas y directores de Half Nelson, protagonizada por el mismo Ryan Reynolds. Después estuvo Self/less, un thriller del visionario Tarsem Singh. Pero le resulta aún más excitante al fin hacer su querido proyecto Deadpool, reviviendo el personaje que interpretó en el spin off X-Men orígenes: Wolverine. Al asumir al mutante mercenario y desfigurado que parece estar muy al tanto de pertenecer a un universo ficcional, Reynolds advierte a los fans que deben esperar algo diferente. “No es la típica película de X-Men con un presupuesto gigante. Es un film bastante pequeño. Es muy difícil entretejer ese personaje con otras películas de comic. El sabe que está en un comic. Si se encuentra con Wolverine, lo va a saludar como a Hugh Jackman. Es duro crear un meta universo dentro de otro universo que no tiene ninguno de esos componentes.”

Al filmar en Vancouver, Reynolds aprovechó para llevar a Lively y su hija James. “Podemos estar todos juntos y en familia, así que vamos todos. Nos gusta la idea, es parte de la aventura.” Finalmente, parece que está maniobrando su carrera hacia donde él quiere, y está agradecido. “Cuando sos un actor que trabaja mucho y sos capaz de conseguir un cheque haciendo lo que amás, es una historia de éxito”, se encoge de hombros. “Sé que tengo una vida obscenamente maravillosa gracias a este negocio: puedo hacer algo que amo.”

* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12.

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