CINE › LA PRINCESA DE FRANCIA Y COURT FUERON LAS GRANDES GANADORAS DEL FESTIVAL
El Bafici, que termina hoy, ofreció una de las programaciones más sólidas de los últimos años, con 400 títulos que mezclaron algo de lo mejor del cine internacional reciente, un enorme contingente de películas argentinas de estreno y un puñado de clásicos restaurados.
› Por Diego Brodersen
y Horacio Bernades
Todo tiene un final y el Buenos Aires Festival Internacional de Cine Independiente no es la excepción. Por desgracia para los espectadores más aplicados que todavía se mantienen en pie, a esta edición –la 17 y tercera dirigida artísticamente por Marcelo Panozzo– le han quitado un día las PASO porteñas, por lo que la última función de hoy a las 22.30 (Canción perdida en la nieve, de Francisco D’Eufemia, en la sección Panorama) clausurará definitivamente la programación e iniciará un domingo de abstención y recogimiento cinéfilo. Similar y diferente, como suele ocurrir con el festival porteño desde que su perfil fue adquiriendo impronta en las primeras entregas, este Bafici 2015 ofreció la usual cifra de cerca de 400 títulos, donde a algo de lo mejor del cine internacional reciente se le sumó un enorme contingente de películas argentinas de estreno y un puñado de clásicos restaurados.
En este último rubro, la proyección de El color de las granadas, de Sergei Parajanov, más allá de los imperdonables problemas de subtitulado, fue uno de los indudables puntos altos, como así también la retrospectiva dedicada al español José Val del Omar, esta última acompañada de la edición de un libro sobre su obra. A diferencia del año pasado, cuando la ausencia de algunos títulos muy esperados se hizo sentir, la programación incluyó esas películas que casi todo el mundo ansía ver luego de su paso y consagración en otros festivales internacionales, desde el último Hong Sang-soo (Hill of Freedom) al P’tit Quinquin de Bruno Dumont, del Taxi de Jafar Panahi a las nubes eléctricas de Aleksei German Jr., e incluso la versión completa y hardcore de Nimphomaniac, la última locura de Lars von Trier. Todas películas que previsiblemente agotaron localidades rápidamente. La visita de Isabelle Huppert, que presentó alguna de sus películas en el Village Recoleta y dio una charla abierta en el Teatro Colón, sumó algo de glamour al Bafici (un glamour de jeans y zapatillas, acorde a un festival que siempre se resistió, afortunadamente, a la alfombra roja o del color que fuere).
Dentro de las secciones competitivas, la de Vanguardia y Género sigue siendo algo así como el patito feo, eclipsada por las competencias nacional e internacional. Aunque lentamente va integrándose al cronograma de aquellos que no quieren perderse nada. Está bien que así sea: esa sección ofreció la loca belleza de Léone, Mère & Fils, de Lucile Chaufour, que terminó llevándose el Gran Premio del Jurado, los vampiros iraníes de A Girl Walks Home Alone ar Night, el plano secuencia de dos horas cuarenta minutos de la alemana Victoria (para Birdman, que lo mira por tevé) y el activismo asordinado de la brasileña Nova Dubai, que hizo escapar de la sala a varios espectadores no prevenidos de sus escenas de sexo gay real y en plano detalle.
La Competencia Internacional ofreció algunas premieres mundiales, pero los elegidos por el jurado oficial fueron, en casi todos los casos, largometrajes que ya venían galardonados de otros festivales. Premiada en Venecia el año pasado, y sin dudas una de las películas más potentes de la selección, la india Court, de Chaitanya Tamhane, resultó no sólo ganadora del premio a Mejor Película, sino también al de Mejor Actor y al premio Fipresci, entregado por la crítica especializada. El israelí Navad Lapid terminó llevándose la distinción a Mejor Director por The Kindergarten Teacher, otro de los títulos imperdibles de la competencia, y el jurado decidió otorgar dos premios especiales, uno a la brasileña Ela volta na quinta, de André Novais Olivera, y a Songs from the North, de la coreano-estadounidense Soon-Mi Yoo. Verónica Llinás, mientras tanto, recibió el premio a Mejor Actriz por su notable labor en La mujer de los perros, que contó con la dirección de la misma Llinás y de la realizadora Laura Citarella. Tal vez el gran perdedor en el palmarés fue el documental Une jeunesse allemande, del francés Jean-Gabriel Périot, uno de los favoritos de la cinefilia dura, que fue consolado con una Mención Especial. Pero más allá de gustos y favoritismos personales, fue una premiación justa para una de las competencias más interesantes de los últimos años.
De la Competencia Argentina, el jurado respectivo eligió tres films de ficción, aunque uno de los hechos más notorios de esa sección fue la absoluta paridad numérica entre fics y docs, con predominio de estos últimos en términos de logros (esto último a criterio de quienes firman esta nota, por supuesto). Documentales magníficos, como Al centro de la Tierra (Daniel Rosenfed), Guido Models (de la debutante Julieta Sans) y La sombra (Javier Olivera), o excelentes, como Victoria (Juan Villegas) y Cuerpo de letra (Javier D’Angiolillo), vuelven a confirmar la superioridad del campo de lo real por sobre la ficción, tanto en el marco del cine argentino contemporáneo como del cine a secas.
Por qué los documentalistas son capaces de meterse en mundos propios (el caso del film de Olivera, que revisa la historia de su familia) o ajenos (todos los demás), exprimiendo a fondo herramientas narrativas, dramáticas y de puesta en escena, y los autores de ficción no se animan a hacer del todo una cosa ni otra, es “la” pregunta que esta nueva edición del Bafici hace resonar.
Integrado por gente respetabilísima (dos críticos, un programador, una guionista y un realizador extranjeros), el Jurado Oficial de la Competencia Argentina evidentemente pensó distinto, ya que premió como Mejor Película una que venía rodando desde hace rato (La princesa de Francia, de Matías Piñeiro, que en los últimos nueve meses pasó por Locarno, San Sebastián, Nueva York, Viena y Tesalónica, entre otros festivales de alta repercusión), como Mejor Director a quien este diario vio como pez fuera del agua, en medio de manipulaciones sexuales y de poder de nuevos ricos (José C. Campusano, por Placer y martirio), y le otorgó una mención a una ópera prima interesante en su minimalismo extremo, pero poco interesante en su retrato especular de “una chica como tantas” (Idilio, de Nicolás Aponte A. Gutter). Reflejos, finalmente, de diferencias de criterio, discusiones y polémicas que muestran que el Bafici sigue siendo, diecisiete ediciones más tarde, un organismo rico, vivo, de máxima diversidad.
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