CINE › RETROSPECTIVA DE HAYAO MIYAZAKI EN EL CINE AMIGOS DEL MUSEO NACIONAL DE BELLAS ARTES
Como un antídoto contra la invasión de engendros computarizados de Hollywood que hegemonizan las vacaciones de invierno, la muestra dedicada al gran sensei nipón vuelve a poner en valor joyas como La princesa Mononoke y El viaje de Chihiro.
› Por Andrés Valenzuela
Constatarlo impresiona: a lo largo de las más de dos horas de duración, no hay ni un plano mal compuesto en La princesa Mononoke. Ni uno. Cada plano, cada secuencia es una clase maestra de composición cinematográfica. Claro que el clásico de Hayao Miyazaki, de 1997, no es sólo un excepcional artificio técnico, también es una aventura fantástica de excepcional belleza estética y poética. Un clásico del cine animado de autor, surgido de la creatividad de un director que está entre los más grandes que dio la disciplina. En Argentina cuenta con una legión de seguidores que, en este momento, están de festejo, pues el Cine Amigos del Bellas Artes (del Museo Nacional) celebrará desde hoy una retrospectiva de ocho largometrajes del director de los últimos treinta años, incluyendo su última producción, Se levanta el viento, con la que el japonés anunció su retiro.
La retrospectiva se proyectará únicamente en la remozada sala del Cine Amigos (Av. Figueroa Alcorta 2280) y las entradas (accesibles, a 30 pesos) se podrán conseguir jueves y viernes de 16 a 21 y los fines de semana de 15 a 21. La programación completa está en http://cine.aamnba.org.ar/, pero se concentrará durante los sábados y domingos de todo el mes en funciones a las 15.30 y las 18. Además de las películas ya mencionadas, se proyectarán El castillo en el cielo (1986), Nausicaä del Valle del Viento (1984), El viaje de Chihiro (2001), Ponyo en el acantilado (2008), El castillo ambulante (2004) y Nicky, la aprendiz de bruja (1989). De toda la lista, apenas la mitad de ellos fueron estrenados oficialmente en la Argentina, aunque sus devotos siempre se las arreglaron para acceder a toda su filmografía.
Valga una advertencia para los puristas: el ciclo se presentará doblado al castellano, con la excepción de Se levanta el viento, que se proyectará hablada en japonés y subtitulada. Como es habitual en la obra del japonés, todas las películas son aptas para todo público.
En la web del Bellas Artes se destaca “la inagotable y prodigiosa imaginación” del director y su “abordaje del cine a través de sus temas predilectos: el poder de los sueños, los mundos paralelos habitados por figuras increíbles y las constantes apelaciones al pacifismo y al cuidado de la naturaleza”. Lagos, bosques y praderas son una constante en la iconografía de Miyazaki, lo mismo que las criaturas fantásticas que viven en armonía con la naturaleza o reaccionan heridas ante el avance de la industrialización y la contaminación, que con frecuencia el director asocia a la falta de sensibilidad, y que aparecen representados en la enfermedad y una corrupción que “borbotea” y hace erupción en los cuerpos de los personajes. Desde luego, en sus films suele plantearse la dicotomía civilización-vida natural.
Hayao Miyazaki nació en Tokio en 1941 y pasó su infancia en la fábrica de su padre, que producía timones para aviones de guerra. Esa experiencia y la derrota japonesa en la Segunda Guerra Mundial influyeron tanto en el pacifismo que se plasma en su obra como en parte de la iconografía que se refleja en sus creaciones, repletas de artefactos asombrosos y –frecuentemente– voladores. Pero además de esa experiencia, otro dato de la época sociocultural japonesa marcó el desarrollo de Miyazaki: la aparición del manga. Durante su infancia se dio el ascenso de Osamu Tezuka, padre de la historieta japonesa (manga) moderna con títulos como Astroboy o Kimba, a quien en Japón se llama “manga no kamisama”, es decir “el dios del manga”. El detalle no es menor, porque no sólo la lectura de las primeras obras de Tezuka impulsó a Miyazaki a tomar los lápices, sino porque Tezuka mismo llegó al manga y al cine de animación mezclando la influencia del cine animado de la factoría Disney con la tradición pictórica nipona. Tezuka, además, estaba atravesado por un profundo humanismo y su obra también aconsejaba el pacifismo.
Miyazaki estudió ciencias políticas y económicas, pero su carrera jamás despegó en ese ámbito. En su lugar, pasó por varios estudios de animación antes de que la revista Animage le encargara su primer manga como autor: Nausicaä del valle del viento, que él mismo terminaría adaptando a la pantalla grande, dando comienzo a su excepcional carrera como director de largometrajes animados. Al año siguiente de este estreno fundó Studio Ghibli junto a Isao Takahata. Ghibli se convirtió pronto en una marca de calidad técnica y artística, tanto por las obras del propio Miyazaki como por los aportes de otros directores.
En septiembre de 2013, con el estreno de Se levanta el viento, Miyazaki anunció su retiro como director de proyectos del Studio. El año pasado, la Academia de Hollywood lo homenajeó otorgándole un premio “Oscar honorífico” por su trayectoria, que finalmente recibió en enero de este año. Un reconocimiento más que merecido. Ahora, con la realización de esta retrospectiva, que incluye películas jamás estrenadas en Argentina, la ocasión es inmejorable para corroborar una vez más la vigencia y la belleza de la filmografía de Miyazaki.
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