CINE › LA UTILIDAD DE UN REVISTERO, DE ADRIANO SALGADO
Lo que hace la ópera prima como director del sonidista Salgado, doblemente premiada en el Festival de Mar del Plata, es investigar, desde el cine, las diferencias con el teatro. O reflejar lo teatral en el siempre complejo espejo del cine.
› Por Horacio Bernades
¿Cuánto se puede sostener un plano fijo, sin que pierda su interés? ¿Un plano fijo y frontal, que encuadra parte de un decorado y dos actrices charlando, es cine o teatro filmado? ¿Cuánto cuenta lo que se ve en campo y lo que no? Ganadora de dos premios en la edición 2013 del Festival de Mar del Plata (Mejor Película de la Competencia Argentina y Premio DAC a la Mejor Dirección), La utilidad de un revistero se hace esas y otras preguntas referentes a la puesta en escena cinematográfica. Con algo de ejercicio y algo de juego con el espectador, la ópera prima del sonidista Adriano Salgado (Familia rodante, El juego de la silla, la inminente Cómo ganar enemigos) es un artificio que osa decir su nombre. Y eso siempre suele despertar extrañeza y malentendidos.
El ejercicio es ultraminimalista, tanto en términos de lo que sucede como de puesta. Desde un único emplazamiento de cámara se filma, en tiempo real y en un encuadre fijo, el encuentro entre una directora de arte y una candidata a ser su asistenta. La directora de arte, una cuarentona llamada Ana (María Ucedo) recibe en el living de su casa a Miranda, unos quince o veinte años menor que ella (Yanina Gruden). Ana se sienta frente a cámara. A la izquierda y de perfil, Miranda. Ana tiene que resolver detalles de decorado y vestuario para una versión teatral aggiornada de Caperucita Roja, que tiene lugar en una villa y donde el Lobo es un vendedor de paco. En algún momento Ana planta la maqueta sobre la mesa y le pide a Miranda que haga unos bocetos de vestuario. Algo más tarde el trabajo será interrumpido por una cena de empanadas, y entre una cosa y otra a Miranda se le ocurrirá que un espejo podría solucionar un problema escenográfico importante. En otro momento y con ayuda de una banana, Ana hará de consejera sexual y maestra en la técnica de la fellatio ante la conflictuada Miranda.
Lo que sucede es nimio, insignificante si se quiere, eventualmente autorreferente (la maqueta, el espejo). ¿Por qué La utilidad de un revistero no resulta tan nimia e insignificante como aquello que muestra? Porque una cosa es lo que se muestra, y otra cómo se lo hace. La ópera prima de Salgado podría funcionar, en términos de teoría cinematográfica, como equivalente de lo que el experimento Kulechov representó en su momento para las teorías sobre el montaje. Allí, el plano siguiente modificaba el sentido del previo. Aquí el plano fijo se confirma, en contra de todo vicio clipero o “movimientista” (de cámara) como gran generador de atención por parte del espectador. ¿Qué es lo que despierta interés, subliminal incluso? La esencia misma del plano fijo: su carácter sostenido.
Aquí, con una duración que estira al máximo la radicalidad del experimento (116 minutos), un personaje puede pasarse casi cinco minutos mirando algo en una notebook (algo que el espectador no ve), mientras otro dibuja algo (que tampoco se ve), y el interés se mantiene, gracias a la cualidad intrínseca del tipo de plano. ¿Es La utilidad de un revistero teatro filmado? Suele pensarse eso de todo encuadre frontal que muestre, sin cortes, a uno o más actores en un decorado. Eso es lo que se estableció en los primeros tiempos del cine, a partir del momento en que D. W. Griffith revolucionó la fijeza previa, introduciendo la gramática de lo que de allí en más se consideró “lenguaje cinematográfico”. Que la “puesta en abismo” (la maqueta) esté aquí referida al teatro, y que algunas luces del fondo (una muy azul, otra muy verde) sean, visiblemente, luces “de escena”, podría reforzar la idea de que La utilidad de un revistero es teatro filmado.
La cualidad propia del encuadre, que no herramienta teatral, así como el subrayado del artificio y el rol que sobre el final juega el fuera de campo, cuando Ana resulta visiblemente movida por algo que el espectador no ve (un intercambio de WhatsApps en su celular) no hacen más que evidenciar, por el contrario, que lo que hace La utilidad de un revistero es investigar, desde el cine, las diferencias con el teatro. Espejar lo teatral en el espejo del cine. Ejercicio, sí, y también juego. Como revelan en un momento el “acá está” de la cámara, el espejo dado vuelta, la escena de la banana y el sorpresivo desenmascaramiento final de un CD de música, que resulta ser un bolero grabado para la ocasión.
Argentina, 2013
Dirección y guión: Adriano Salgado.
Fotografía: Lucio Bonelli.
Música: Juan Manuel Leguizamón.
Duración: 116 minutos.
Intérpretes: María Ucedo y Yanina Gruden.
Estreno en el Centro Cultural San Martín.
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