Jue 27.08.2015
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CINE › NATALIE PORTMAN LLEVA AL FESTIVAL DE TORONTO SU DEBUT COMO CINEASTA, A TALE OF LOVE AND DARKNESS

“Para ser artista tenés que tener la piel dura”

La actriz, ganadora del Oscar por su papel en El cisne negro, pasó del otro lado de la cámara para dirigir la adaptación de las memorias de Amos Oz sobre el nacimiento de Israel y el impacto que tuvo en su familia. En el film, ella interpreta a la madre del escritor.

› Por Kaleem Aftab *

Natalie Portman pasó detrás de la cámara para dirigir A tale of love and darkness, una adaptación de las memorias de Amos Oz sobre el nacimiento de Israel y el impacto que tuvo en su familia. Masivo bestseller en ese país, el libro detalla el suicidio de la madre de Oz y el efecto que tuvo en el autor, quien creció durante los últimos días del mandato británico y se fue a vivir a un kibbutz a los 15 años.

El primero y más crítico asunto que enfrentó la actriz ganadora del Oscar fue persuadir al autor de que le cediera los derechos para adaptar su vida a la pantalla. “Amos es un ser humano extremadamente amable y cálido, así que no me hizo sentir que estuviera juzgándome”, dice Portman. “Todo lo que tuve que hacer fue mostrarle mi pasión y compromiso con el material, y lo único que me pidió fue que no hiciera ninguna clase de explicación simplificada de los motivos por los que su madre se suicidó. Me dijo: ‘Por favor no haga eso’.” Portman también personifica a la madre de Oz, Fania, una decisión que ocurrió debido a los caprichos del negocio cinematográfico. La directora debutante originalmente quería contratar a una actriz israelí e insistió en que el film fuera rodado en hebreo. “Me decían ‘nunca dirigiste una película, no es comercial ¿y querés usar a alguien de quien nunca nadie escuchó hablar?’”

El mayor desafío actoral fue lograr el acento y el lenguaje correctos. Aunque ella había estudiado hebreo en la escuela, “fue más de- safiante de lo que esperaba”, dice. “Soy bastante buena, pero así y todo cometo muchos errores gramaticales, y tuve que trabajar mucho en mi acento. Estaba bien tener acento porque mi personaje en la película es una inmigrante, pero no estaba bien que ella tuviera un acento norteamericano.” Cuando comenzó con el proyecto, Portman no podía verse a sí misma en el papel, pero eso cambió con el paso de los años. A los 34, dice: “Empecé esto cuando tenía 27, pero de repente tenía 31 y me acercaba a la edad en la que podía conseguirlo, en términos de madurez, así que decidí hacerlo”.

Mucho ha cambiado para Portman en los siete años en los que ha luchado para hacer el film. Buena parte de ello es consecuencia de su papel estelar en El cisne negro (2010), por el que ganó el Oscar a la mejor actriz. Allí interpretaba a una bailarina de ballet capaz de hacer cualquier cosa para obtener el rol más codiciado en El lago de los cisnes. Antes, la actriz había sido nominada al Oscar en 2005 por su papel en la adaptación de la obra Closer: llevados por el deseo, de Patrick Marber.

También hubo grandes cambios fuera de la pantalla. El romance floreció entre Portman y Benjamin Millepied, el coreógrafo francés de El cisne negro, quien también tuvo un papel en el film. El hijo de ambos, Aleph Portman-Millepied, nació en junio de 2011, y ellos se casaron un año más tarde. En septiembre del año pasado, Millepied obtuvo el codiciado trabajo de director de danza de la Opera de París, una decisión que llevó a la familia a mudarse a esa ciudad.

En paralelo a los cambios en su vida personal y a su consagración estuvo la transformación en el modo en que Portman ve a la religión y a su crianza judía. Ella nació en Jerusalén y cuando tenía 3 años su familia emigró de regreso a Estados Unidos. Es la única hija de Shelley Stevens, quien trabajó como agente de Portman, y del ginecólogo Avner Hershlag. Sus padres se conocieron en Ohio y ella fue a escuelas judías en Washington, Jericho, Nueva York y Long Island. Allí le enseñaron sobre el Holocausto y el nacimiento de Israel. Sin embargo, ahora ella piensa que fue levemente embaucada para que no cuestionara las acciones del estado de Israel. Y con el gobierno virando hacia la derecha, ella comenzó a ser una voz crítica. Ve algunas de sus opiniones previas como el resultado de su educación, que cree que puso el énfasis casi exclusivamente en el Holocausto.

“Creo que una pregunta realmente grande que la comunidad judía necesita hacerse es cuán al frente ponemos la educación sobre el Holocausto. Que es, obviamente, una pregunta importante de recordar y respetar, pero no por sobre otras cosas... Necesitamos que nos recuerden que el odio existe siempre y que nos recuerden apoyar a otra gente que también a sufrido el odio. No usado como un modo de pensar paranoico en el que somos víctimas.”

“A veces puede ser trastrocado en insuflar miedo tipo ‘va a suceder otro Holocausto’. Por supuesto, tenemos que ser conscientes de que el odio existe, el antisemitismo existe en muchas clases de personas, no del mismo modo. No quiero hacer falsas equivalencias, necesitamos que sirva para algo que nos haga más cercanos a otra gente más que paranoicos.”

Ella puede precisar el momento en que llegó a esta conclusión: fue en 2007, en un viaje a Ruanda para una caminata con gorilas. “Fuimos a un museo allí y me impactó que ese genocidio ocurriera mientras yo estaba en la escuela. Nosotros sólo aprendíamos sobre el Holocausto y nunca se mencionó, y estaba sucediendo mientras yo estaba en la escuela. Esa es exactamente la clase de problemas con el modo en que se lo enseña. Creo que es necesario que se lo enseñe, y tampoco puedo hablar por todo el mundo porque ésa fue la forma en que me educaron a mí.”

Ella se opone al primer ministro israelí Benjamin Netanyahu, quien fue reelecto este año y ha declarado que sus “comentarios racistas son horrorosos”. Pero así es la democracia, dice también. “Sucede en Estados Unidos, en Francia, en todas partes. A veces se elige a gente que uno no elegiría y tenés que vivir con eso. Así que alzás tu voz, necesitás expresarte, protestar cuando las cosas van mal, pero es parte de la democracia. Por supuesto, también es deprimente cuando la gente piensa distinto que yo, pero esto también es el regocijo de la humanidad.”

Portman no cree que el abanico de experiencia y debate que sucede en Israel sea reflejado por los medios de otros lugares. “Estar en Israel, pasar tiempo allí, me genera más comprensión. Siempre hay un vibrante debate, en la mesa familiar, en el colectivo, en el mercado. La gente debate políticas y hay un centenar de opiniones diferentes. Espero que eso se refleje en la película.”

En septiembre, Portman irá al Toronto Film Festival, donde hablará en la gala de caridad anual que funciona como apertura del encuentro. Será la première norteamericana de su film, que recibió reseñas variadas en Cannes, en mayo de este año. “Creo que inevitablemente uno va a ser sujeto de críticas”, dice ella. “Una de las partes más importantes para ser artista es tener la piel dura.” En Toronto, algunos paquetes de asientos se venden por 7500 dólares. Los individuales costarán entre 300 y 750 para estar en su compañía mientras la entrevistan sobre su carrera. La lista de anécdotas promete ser larga.

La actriz ni siquiera era adolescente cuando se convirtió en estrella global, en 1994, interpretando a una joven huérfana en el hit de Luc Besson El perfecto asesino. Fue un debut tan bueno que se habló de una nominación al Oscar. Después, ella hizo de la hija deprimida de Robert De Niro en Heat, mientras los directores se apilaban para contratar a la estrella infantil más impactante desde Jodie Foster. Ella interpretó a Ana Frank en la adaptación de El diario de Ana Frank en Broadway, en 1997.

Entonces, Portman se tomó una pausa en la actuación para estudiar psicología en la universidad de Harvard. Dejó en claro que su única performance mientras era estudiante sería interpretar a Padmé Amidala, la madre de Luke Skywalker y la princesa Leia en las precuelas de La guerra de las galaxias (al ver algunas de las pésimas críticas que recibieron esos films, es justificable que todavía estuviera en una pausa en la actuación).

Su retorno a papeles más demandantes hizo que volviera a ser festejada otra vez. En el verano de 2001, apareció en una producción del Public Theater de Nueva York de Las gaviotas, de Chejov, junto a Meryl Streep, Kevin Kline y Philip Seymour Hoffman, dirigidos por Mike Nichols. También cautivó en Tiempo de volver, de Zach Braff, pero luego tuvo un período magro que incluyó El sabor de la noche y V de venganza. Y entonces llegó El cisne negro.

En los últimos tiempos, trabajó con Terrence Malick en dos films, Knight of Cups (próximo a estrenarse) y un proyecto sin título en el que participó Ryan Gosling. También estelariza en Jane got a gun, junto a Ewan McGregor, interpretando a una granjera forzada a tomar los asuntos en sus propias manos. Entre sus futuros proyectos de actuación interpretará a figuras históricas clave, incluyendo a la ex primera dama Jackie Kennedy y a la jueza de la Corte Suprema Ruth Bader Ginsberg. “Siempre le digo a mi agente que tengo la suerte de que muchas mujeres judías pequeñas han hecho montones de cosas interesantes”, bromea Portman. “No Jackie, claro. Pero sigo recibiendo guiones de estas científicas cool. No puedo hacer sólo biopics, pero el proyecto de Ruth Bader Ginsberg realmente me entusiasmó mucho. Ella es una especie de heroína no reconocida; se la reconoce, pero no todo lo que se debería con todo lo que hizo en Estados Unidos. Sencillamente hay muchas mujeres judías pequeñas y de pelo oscuro, o mujeres pequeñas y de pelo oscuro, y yo soy justamente la actriz de pelo oscuro.”

* The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12.

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