CINE › SINISTER 2, LA 13ª PELICULA DE TERROR DEL AÑO
› Por Ezequiel Boetti
Los números asustan bastante más que las imágenes de la pantalla grande: Sinister 2 es la ¡13ª! película de terror lanzada desde el primer jueves del año, cuando Ouija abrió un marcador que seguirá incrementándose con la llegada de La casa del demonio (3/9), Desde la oscuridad (17/9), Te sigue y Puertas adentro, estas dos últimas aún sin fecha confirmada de estreno. La amplitud del corpus invitaría a pensar en una muestra de la variedad de formas, estilos y calidades que campean a lo largo del género, pero lo cierto es que casi todas ellas, Sinister 2 incluida, se encuadran en la categoría “del montón”. Explotación nominal de la exitosa Sinister (2012) y con el realizador Scott Derrickson (El exorcismo de Emily Rose, Líbranos del Mal) ocupando ahora el rol de guionista y productor, el segundo largometraje de Ciarán Foy esfuma los méritos de su predecesora para convertirse en una –otra– película salida de la chacinería de los sustos.
El de Derrickson no era un film cumbre ni mucho menos bisagra dentro del género, pero apostaba por climas inquietantes y una narración tan calma como fluida antes que por la generación de sobresaltos a fuerza de efectos sonoros y visuales. Que los había, claro, pero siempre funcionales a la historia de ese escritor de policiales (Ethan Hawke) víctima de su propio caso de investigación. Como en nueve de cada diez exponentes contemporáneos del cine de terror, la resolución apelotonaba explicaciones sobrenaturales y esfumaba el aura hasta ese momento terrenal del relato incluyendo a una figura mitológica especializada en devorar almas de niños. Sobre esta última coordenada parte Sinister 2. Menos secuela que spin-off, el vínculo narrativo con la película de 2012 es la presencia de un ex policía y amigo del malogrado escritor que, en su nuevo rol de detective privado, llega a un caserón rural donde vive una madre (Shannyn Sossamon, la morocha de Corazón de caballero) y sus dos hijos. Que nunca quede muy en claro cómo llegó hasta ahí o quién lo contrató es síntoma de una historia porosa, mero vehículo para sostener los sobresaltos presentados con cuidada regularidad.
También se repite el cajón con rollos Súper 8 usados a lo largo de las últimas décadas y etiquetados con nombres de películas caseras pero que en realidad esconden asesinatos de familias completas. O casi completas, ya que en todos los casos uno de los hijos desapareció. Ellos forman un grupo “parafantasmal” que ahora acecha a los chicos de turno obligándolos a mirar los videítos. El fuera de campo y la textura fílmica de esos microrrelatos generan un efecto ominoso y siniestro que no llega a contagiar a la historia que los contiene. Lo que no deja de ser una lástima, ya que si hay algo que sobra en la figura del papá, un tipo bruto y violento pero con los contactos suficientes para mantener a mamá y a la prole en alerta, es carácter siniestro. Debe reconocerse a Foy la apuesta a establecer un carácter especular entre ambas vertientes narrativas, aun cuando nunca logre su cometido. Quizá la 14ª sea la vencida.
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