CINE › IN/MORTAL, CON RYAN REYNOLDS Y BEN KINGSLEY
› Por Juan Pablo Cinelli
El nuevo film del director indio Tarsem Singh, In/mortal, desarrolla un tema de múltiples aristas que la fantasía o la ciencia ficción ya imaginaron una buena cantidad de veces en la literatura y el cine. Del Frankenstein de Mary Shelley a Avatar de James Cameron, pasando por el tema del doble que en sus obras abordaron E.T.A. Hoffmann o Sigmund Freud, o La celda, ópera prima del propio Singh (que además tiene algún punto de contacto con la interesante coproducción de origen lituano Aurora, de Kristina Buozyte, que también se estrena hoy en BAMA cine), asuntos como la inmortalidad, el valor del cuerpo como mero recipiente, la transmutación de la conciencia más allá de los límites corporales, y los alcances éticos que estas cuestiones representarían eventualmente para las ciencias, forman parte del revuelto gramajo temático que propone la historia que acá se cuenta.
Pero además de todo lo que la película articula de manera explícita, hay otras líneas que transita aparentemente sin mayor conciencia y tal vez ahí esté lo más interesante de In/mortal. Como la mayoría de los de su clase, el empresario Damian Hale (Ben Kingsley) ha construido un imperio económico basado en la impiedad y ferocidad para ocupar espacios y mantenerlos. Singh resuelve bien la presentación del personaje durante un almuerzo con un colega más joven, en donde queda claro que Damian es capaz de cualquier cosa para obtener lo que quiere. El problema es que está muriendo. Por eso se contacta con una empresa clandestina que, merced una simple operación, ofrece a sus clientes la posibilidad de migrar su conciencia a un cuerpo sano. Más allá de los detalles, Damian acepta y pronto se encuentra convertido en otro, cincuenta años más joven y viviendo la vida loca. Pero (siempre hay un pero) tras una serie de episodios Damian (ahora Ryan Reynolds) comienzan a sospechar que en realidad su nuevo cuerpo no es tan nuevo y que él mismo no es otra cosa que un mero usurpador.
Más allá del relato evidente, en In/mortal hay un asunto de fondo que la película no destaca, como si en realidad de una arbitrariedad del guión, pero que es lo más interesante de su propuesta: el lugar del cuerpo como bien material pasible de ser convertido en mercancía, como un producto de mercado. In/mortal propone una mirada áspera del capitalismo, en la que nada se descarta y todo es pasible de ser reciclado y vuelto a incorporar a los procesos mercantiles, incluso el cuerpo humano. En ese punto también se toca con la película 8 minutos antes de morir (Duncan Jones, 2011), en donde la guerra también era la industria que ofrecía materia prima para sórdidos negocios emergentes. Lo que puede molestar de In/mortal es que embadurna todo el asunto con una subtrama de culpas y emociones que provocan un giro poco verosímil en un personaje con el perfil despiadado de Damian, y que desemboca en un final feliz incómodamente reduccionista.
Self/less, Estados Unidos, 2015.
Dirección: Tarsem Singh.
Guión: Alex y David Pastor.
Duración: 116 minutos.
Intérpretes: Ryan Reynolds, Ben Kingsley, Mathew Goode, Natalie Martínez y otros.
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