CINE › PASANDO A LIMPIO: LA CIENCIOLOGíA Y LA PRISIóN DE LA CREENCIA
No es el único famoso (John Travolta y Chick Corea están entre sus muchos adherentes), pero el protagonista de Misión imposible es el rostro oficial de la cienciología, un culto que el documental de Alex Gibney expone en sus prácticas más abyectas.
› Por Horacio Bernades
La de Tom Cruise no es una sonrisa, es una máquina. Una máquina que trabaja todos los días, las 24 horas. Una máquina que en su afán de conquistar, de convencer, de cooptar, se hipertrofa hasta la deformidad. No se puede sonreír así, con esa tensión, ese plus de voluntad, si no existe una resistencia, una debilidad que la sonrisa debe vencer o enmascarar, apretando las mandíbulas y, de ser necesario, triturando lo que tiene entre los dientes. Tom Cruise es, como se sabe, el rostro visible de la cienciología, culto que según los cálculos más moderados alcanzaría el medio millón de seguidores en todo el mundo. Es lógico que el de Tom Cruise sea el rostro oficial de ese culto, reconocido oficialmente en Estados Unidos como religión: ese rostro, esa sonrisa, parecen la representación definitiva de la clase de energía que la cienciología pone en circulación. Going Clear: Scientology and the Prison of Belief (trad. lit.: Pasando a limpio: La cienciología y la prisión de la creencia) es el título de un documental que, producido por HBO y estrenado en la última edición del Festival de Sundance, logra traspasar la pesada puerta que separa a la cienciología del mundo exterior. Aunque tuvo alto rating, por alguna razón HBO no lo emite para Latinoamérica. Por suerte puede conseguirse y bajarse de Internet.
Definida por algunos estudiosos como una mezcla de terapia, religión y grupo de creyentes en ovnis y extraterrestres, la cienciología fue fundada a mediados de los años 50 por L. Ron Hubbard, hasta ese momento un prolífico autor pulp. Esto es: uno que publicaba cuentos y novelas de consumo popular, en revistas y ediciones baratas. ¿Prolífico? Vaya si lo era: con más de mil libros publicados, está reportado como record Guinness en la materia. Su autobiografía sola ocupa dieciséis volúmenes. Aunque escribió relatos de cowboys, de terror y de aventuras, Hubbard se especializó en la literatura de ciencia ficción. Habituado a crear mundos enteros, no le costó inventar un sistema de creencias, técnicas y mitos, base de una gigantesca y muy lucrativa empresa transnacional, a la que puso por nombre cienciología. Amalgamando restos del psicoanálisis y del hinduismo con técnicas de superación personal, tecnología propia de los servicios de seguridad y una cosmogonía pulp, la cienciología postula que los seres humanos nos vemos trabados por fuerzas espirituales negativas, originadas hace 75 millones de años tras la invasión a la Tierra por parte de un tal Xenu, dictador de la Confederación Galáctica (sic). Para destrabar es necesario retrotraerse hasta las fuentes de ese trauma, que se remonta a vidas pasadas, proceso que se realiza conectado a un emeter, medidor de energía espiritual patentado por Hubbard. Dirigida por el documentalista Alex Gibney (que en 2007 recibió el Oscar de su rubro por Taxi to the Dark Side, sobre las acciones ilegales de Estados Unidos en Afganistán) y ganadora de tres premios Emmy, Going Clearse basa en el libro homónimo publicado dos años atrás por el periodista Lawrence Wright, frecuente colaborador de la revista The New Yorker. El título, que en inglés admite la doble acepción de “pasar a limpio” y “aclarar”, representa un juego de palabras con la idea de “limpieza espiritual” a la que la cienciología presuntamente apunta. Tanto el libro como el documental de HBO se proponen develar el “verdadero rostro” de esta mezcla de creencia, culto y macrosecta, contando para ello con testimonios de ex adherentes y miembros encumbrados, desilusionados tanto por el nivel pulp de esas creencias como por el grado de locura interna (que va de la persecución e invasión de la intimidad hasta la lisa y llana molienda a palos de los “traidores”). O por haber sido testigos o víctimas del afán de lucro de las más altas autoridades de esta autodenominada “religión”. En realidad, basta con los documentos oficiales de la cienciología para levantar una denuncia demoledora sobre las bases e intenciones de ese culto o empresa. Así como para formarse una opinión sobre Tom Cruise bastaría con una foto de su sonrisa, para tener una impresión de lo que es en verdad la cienciología parece suficiente con mostrar uno de sus actos de tamaño monumentalista. Con escenografía y hasta coreografías propias de la ceremonia anual de la Academia de Hollywood, el pequeño David Miscavige, actual líder de la “iglesia” (en Estados Unidos está reconocida como tal, lo cual la exime de impuestos), se presenta en medio del inmenso escenario con aspecto de gerente y una sonrisa que parece querer competir con la de su amigo, dando al millar de asistentes la bienvenida a “nuestro mundo completamente nuevo”. Proliferan las referencias a la superación y al infinito, los invitados se paran y aplauden como si hubieran nominado a alguien al Oscar, Cruise le hace la venia a una gigantografía de “LRH” y Miscavige (que en inglés suena a “aborto espontáneo”) inicia una perorata en contra de quienes se oponen al culto.
En enero de 1986, el recién promocionado Miscavige comunicaba, en otro acto multitudinario, que “LRH descartó su cuerpo físico, para no seguir sometido a esa atadura”. En castellano: murió. Mucho antes de eso, en sus comienzos, LRH había colaborado con un tal Jack Parsons –pionero en el diseño de jets y discípulo a la distancia del satanista inglés Aleister Crowley– en la inseminación de una voluntaria, en vistas a generar el Anticristo. Hijo de marino, Hubbard fundó la Organización del Mar, por lo visto parte de la estructura de la , ya que muchos de sus miembros son o fueron parte de ella. Motivo por el cual a Miscavige y otros miembros puede vérselos cada tanto disfrazados de marinos, con gorrita ad hoc (tal vez de allí venga la venia de Cruise). “Firmo contrato con la Organización del Mar por los próximos billones de años”, establece una cláusula que se les hace firmar a los candidatos a ingresar. “La cienciología está contra las guerras”, afirma con convicción John Travolta, otro de los miembros famosos (como Chick Corea, a quien puede verse en uno de los meetingsanuales). Lo curioso es que el protagonista de Fiebre de sábado por la nochelo hace vestido con uniforme de fajina, seguramente durante el intervalo de algún rodaje: en el mundo de la cienciología, la vestimenta y el disfraz suelen indiscriminarse.
Abundan a lo largo del documental testimonios sobre tácticas de espionaje interno, maniobras de sabotaje sobre posibles denunciantes, mentiras públicas asumidas, utilización de datos privados como forma de chantaje (datos obtenidos durante las incontables sesiones en las que los miembros son incitados a contar sus secretos más comprometedores), la existencia de un piso-prisión en el edificio que la Iglesia posee en pleno corazón de Hollywood, en el que los sos pechosos de desviaciones son sometidos a un régimen semejante a un campo de concentración; la incitación a abortar (los niños no son bien vistos por las autoridades del culto) y el salvaje castigo físico impartido, sobre miembros díscolos, por el propio Miscavige junto a algunos de sus guardaespaldas. Desde ya que tanto Wright como Gibney fueron investigados y denunciados por presunta falsedad por parte de representantes de la Iglesia, reaccionando como de costumbre con la clase de campañas de silenciamiento, difamación y coacción que suelen caracterizar a los regímenes dictatoriales.
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