CINE › MICHAEL MOORE VUELVE POR DUPLICADO
En Toronto, el estadounidense presentó fragmentos de sus próximas películas.
› Por LUCIANO MONTEAGUDO
Desde Toronto
“Aquí estamos, a tres años y medio de la guerra de Irak, y todavía no podemos asegurar la ruta que va del aeropuerto al centro de Bagdad. Lo que está haciendo mi gobierno es absolutamente ridículo.” El quinto aniversario de los atentados contra las Torres Gemelas no logró hacer callar a Michael Moore, que el fin de semana se llegó hasta el Toronto International Film Festival para presentar un anticipo de sus dos nuevas películas. “Alguien podría argumentar que Bush es un buen político, pero eso depende de cómo se defina un político, y pienso que el sentido de la palabra se ha perdido”, aportó a su vez, desde su propia conferencia de prensa, Sean Penn, presente en Toronto para apoyar el estreno mundial de All the King’s Men, que ya suena como una fuerte candidata al Oscar. “Es obvio quiénes son aquellos que han sacrificado su talento y su compromiso por su país”, siguió Penn. “Sabemos quiénes son y sabemos que no están precisamente en la Casa Blanca.”
Para ser un festival que cada año parece más y más cerca de Hollywood –Russell Crowe, Dustin Hoffman, Jude Law, Kate Winslet, Ethan Hawke, Jessica Lange, Kathy Bates, Christina Ricci y Penélope Cruz fueron sólo algunos de los famosos que desfilaron en los últimos días por la alfombra roja del Royal Thompson Hall–, Toronto está este año particularmente contestatario en términos políticos con su gran vecino del sur. Y eso que todavía no llegaron a la ciudad las Dixie Chicks, el trío de música country que fue censurado por cuestionar a la administración Bush y que viene a presentar al festival el documental Dixie Chicks - Shut up and Sing (“Cállense y canten”), dirigido por Barbara Kopple, dos veces ganadora al Oscar al mejor documental, por Harlan County (1976) y American Dream (1991).
Tres años atrás, en el pico de su popularidad, durante un concierto en Londres, Emily Robinson, Natalie Maines y Martie Maguire criticaron la política del presidente Bush en Irak y dijeron que se avergonzaban de que el mandatario fuera de Texas como ellas. A partir de entonces, las emisoras de música country decidieron dejar de difundir las canciones de las Dixie Chicks y llamaron a sus oyentes a no comprar sus discos. De ese boicot –que tuvo mucho de influencia oficial– se ocupa la nueva película de Kopple, uno de los referentes más calificados del cine político estadounidense.
Pero eso no es todo. Toronto también propone en estos días el estreno mundial de Death of a President, un falso documental británico, dirigido por Gabriel Range, sobre el asesinato imaginario del presidente George Bush, que tiene como telón de fondo los intereses económicos y políticos de la guerra de Irak. La película está ambientada en el año 2007, cuando el presidente está dando un discurso en Chicago, en medio de manifestantes en contra de la guerra de Irak, y recibe un impacto de bala mortal. Mezclando material de archivo con rodajes con actores y efectos digitales, “el director utiliza tan eficazmente la estética documental –según definió el crítico Peter Howell en el periódico Toronto Star–- que es difícil ver la película y no pensar que Bush efectivamente está muerto”.
Volviendo a Moore... Más allá de sus declaraciones, lo que mostró en Toronto –en un teatro de más de 1500 butacas repleto hasta la última fila– no tiene ya a Bush como centro de sus preocupaciones. La sorpresa es que The Great ‘04 Slacker Uprising, que promete ser una crónica de su recorrido por docenas de ciudades estadounidenses durante la campaña electoral de 2004, cuestiona no tanto a Bush –al menos en los diez minutos que mostró a manera de anticipo– sino a John Kerry, el triste candidato demócrata. “La verdad, sería mucho más fácil poner de candidata a Oprah Winfrey”, sugirió –mitad en broma, mitad en serio– el director de Fahrenheit 9/11, en referencia a la animadora de televisión, la más popular de los Estados Unidos. “Ella es la única posibilidad de que los demócratas vuelvan a la Casa Blanca.”
La segunda película que anticipó Moore –calzando como siempre el uniforme de su personaje: gorra de béisbol, campera proletaria y zapatillas– fue Sicko, que piensa estrenar en junio del año próximo, después de su lanzamiento en el Festival de Cannes. Los tres fragmentos que mostró de Sicko sugieren la línea que sigue su nueva película, al comparar el sistema sanitario privado de los Estados Unidos con el sistema público de acceso universal que existe aquí en Canadá, un país por el que el realizador ha mostrado en repetidas ocasiones su admiración, como cuando en Bowling for Columbine atravesaba la frontera para probar que la seguridad no se consigue acaparando armas.
Esta admiración, sin embargo, no le impidió desafiar al público sobre el nuevo primer ministro canadiense, del Partido Conservador, el primero que derrota al Partido Liberal en trece años: “La elección de Stephen Harper es una prueba de que los canadienses realmente tienen sentido del humor”, disparó Moore, ante las risas de la platea. Se puso un poco más serio, en cambio, cuando denunció que el sector sanitario y farmacéutico en Estados Unidos está realmente preocupado con su documental al punto que, según el director, ha tratado de paralizar el rodaje durante meses al bloquear los seguros que se necesitan para hacer una película. Considerando los intereses millonarios en juego, no resulta difícil creerle.
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