CINE › A LOS 69 AÑOS, MURIO AYER EL ACTOR ALAN RICKMAN
Para algunos, fue, es y será el profesor Severus Snape, el malvado de la saga Harry Potter. Otros lo recordarán como el notable Hans Gruber de Duro de matar. Pero el actor británico tuvo, además, una larga y rica trayectoria cinematográfica.
› Por Diego Brodersen
“Murió el actor de Harry Potter”, arrancaron los titulares en portales de toda clase a poco de conocerse la muerte de Alan Rickman, ayer por la mañana. “Hay gente diciendo que murió ‘el de Harry Potter’. Los niños deberían estar en la colonia a esta hora, no molestando acá”, rezaba un ingenioso tuit algunos minutos más tarde. No hay nada que hacerle: para las generaciones más jóvenes, Rickman –quien falleció víctima del cáncer a la edad de 69 años– fue, es y será el profesor Severus Snape, personaje de la saga cinematográfica basada en las novelas de J. K. Rowling. Para los espectadores un poco mayores (o para el cinéfilo de cualquier edad), el inolvidable rostro y la inconfundible voz del actor británico quedarán para siempre ligados al inefable Hans Gruber, némesis de Bruce Willis en la seminal Duro de matar. El primero en una galería de malos y villanos. Y de otra raza de personajes que, a pesar de no ser estrictamente maléficos, no se caracterizaron precisamente por la calidez y/o su amor por la humanidad. Como el mentado y oscuro mago potteriano.
Pero esa “villanía” de Rickman, lejos del lugar común fisonómico o la guardarropía psicológica de manual, tenía un aspecto suave, amanerado en el sentido más británico de la palabra, incluso con una carga de refinamiento que parecía siempre al borde del sadismo. Además del líder de la banda de falsos terroristas del film de McTiernan, Rickman fue el sheriff de Nottin- gham en el Robin Hood de Kevin Reynolds –enfrentado a un Kevin Costner en la cima de su carrera– y un Rasputín de antología en el telefilm homónimo del alemán Uli Edel, compartiendo cartel con Greta Scacchi e Ian McKellen, gracias al cual obtuvo su único Globo de Oro. En la olvidada Mesmer, del también olvidado Roger Spottisqoode, interpretó al reconocido médico austríaco; su magnética mirada y la nariz aguileña calzaban como anillo al dedo para un personaje famoso por sus dotes como hipnotizador. Pero ese selecto grupo de criaturas no termina de dar una idea cabal de una carrera mucho más extensa y rica, aunque definitivamente no tan popular como las caracterizaciones de Gruber y Snape.
Alan Sidney Patrick Rickman nació en Londres en 1946, en el seno de una familia de clase media, de ascendencia irlandesa y galesa. Recién al cumplir los treinta años comenzaría a aplicarse de manera profesional a interpretar papeles en el teatro y la tv. Como todo actor británico que se precie, sobre las tablas y en la tevé interpretó un puñado de roles shakespearianos y supo encarnar a Valmont en una adaptación teatral de la novela Las amistades peligrosas (otro papel ideal para Rickman: libertinaje y fragilidad en un mismo rostro). Su debut en la pantalla grande, del otro lado del océano y a los 41 años –una edad impropia, según las reglas del mercado, para iniciar una carrera cinematográfica– fue precisamente en Duro de matar, film que le abriría las puertas a un universo laboral y creativo hasta ese momento desconocido.
Como actor secundario, supo aportar un costado sensible a papeles muy disímiles, en películas como La magia del amor (1990), ópera prima de Anthony Minghella, o en la adaptación de Sensatez y sentimientos dirigida por Ang Lee en 1995, donde interpretó el rol del coronel Brandon. Más adelante en su carrera, Rickman comenzó a interpretar personajes que parecían una parodia de su propia persona cinematográfica, pasada y futura. En la subvalorada comedia Galaxy Quest (1999), por ejemplo, encarna a un actor famoso por hacer de alienígena en una serie de televisión; en Dogma –el film de Kevin Smith que no pudo/no quiso ser estrenado en la Argentina por presiones de grupos religiosos– le tocó en suerte calzarse las alas del arcángel Metatron. Quienes lo conocieron y trabajaron con él no dejan de mencionar su humildad y sentido del humor, y algo de eso seguramente fue transmitido sin mediaciones a estos personajes, donde el actor parece reírse de sí mismo sin demasiado esfuerzo. “Los papeles son los que ganan premios, no los actores”, declaró alguna vez ante la pregunta de un entrevistador.
Rickman tomó el control de las cámaras en dos ocasiones: en 1995 dirigió a Emma Thompson en el drama The Winter Guest y, hace apenas un par de años, volvió a calzarse los guantes de realizador con A Little Chaos, film histórico donde además de dirigir interpretó a Luis XIV. Ninguno de esos títulos fue estrenado en la Argentina, aunque el primero sí fue editado en su momento (en formato VHS) con el título La visitante del invierno. La actriz Hellen Mirren, quien compartió escenario con Rickman en una puesta de Antonio y Cleopatra hace un par de décadas y pantalla en el reciente largometraje Eye in the Sky (2015), escribió ayer a modo de homenaje que “era un ser humano sobresaliente físicamente, mentalmente y como artista”. Para muchos, sin embargo –confirmación de que a veces, por fortuna, el arte y la vida no siempre coinciden– seguirá viviendo como el cruel Hans Gruber o el tenebroso Severus Snape.
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