CINE › “EL DIABLO VISTE A LA MODA”
Una nueva “película para chicas” que viene a quitarle a Bridget Jones el trono del género.
“¿Me puede deletrear Gabanna?”, ruega Andrea al interlocutor del otro lado del teléfono, y la respuesta que recibe a cambio es el click que indica que cortaron. A Andrea, el mundo de la moda le importa un pito, como lo demuestran sus pulovercitos como de entrecasa, sus polleras tableadas y esos zapatos que parece que fueran los de su novio. El problema es que a Andrea acaban de tomarla como segunda secretaria en Runway, la revista neoyorquina que marca el rumbo de la moda en el mundo entero. Y sucede que Miranda Priestly, su legendaria directora, ni siquiera se digna a dirigirle la palabra a una persona (¿persona?) para quien Gu- cci, Izzy Camilleri o Jimmy Choo no sean sinónimos de Dios. ¿Cómo hará esta extraña para sobrevivir en ese paraíso ajeno?
Esa pregunta sostiene el andamiaje de El diablo viste a la moda, la nueva súper chick-flick (“película para chicas”, en jerga inglesa) que viene a arrebatarle a El diario de Bridget Jones el trono vacante del género. Como sucedía con aquel batacazo británico, detrás de su apariencia cool y moderna El diablo... termina resultando una comedia romántica bien convencional, con la heroína dudando entre dos caballeros, y entre dos mundos también. Estupendamente empaquetada, con reluciente diseño de producción, banda de sonido con Madonna y otras chicas y un look tan chic como el propio mundo que retrata, El diablo... es una versión de Cenicienta en la que la protagonista, en lugar de calzarse el zapatito, termina revoleándolo bien lejos.
“¿Y esto qué es?”, pregunta, afectadísimo, Nigel (un calvo, amanerado y sibilino Stanley Tu-cci) al ver a Andrea parada en medio del foyer. Típico patito feo (aunque de fea no tiene nada Anne Hathaway, que debe haberle pedido al cirujano plástico el rostro de Liv Tyler), la chica no podría desentonar más, en medio de ese verdadero desfile de modelos que es la redacción de Runway. De pronto, alguien llama por teléfono, todo el mundo se pone a correr, desesperado, como si hubieran avisado de un nuevo ataque de Al Qaida. Lo que viene es mil veces peor: llega Miranda Priestly, a quien se teme tanto que cuando sube al ascensor todos los que estaban en él se bajan, pidiéndole disculpas.
Vestida con unos modelitos llamados a despertar guaus en la platea, el cabello tan blanco como una Cruella DeVille de un solo color, capaz de destruir la carrera de un diseñador top con un simple fruncimiento de labios, Miranda Priestly es otra creación extraordinaria de Meryl Streep, quien según dicen se habría inspirado en la editora de Vogue. Miranda es la flor y nata de la película, y todo lo que tiene que ver con ella –gestos y miradas fulmíneas, aires de reina y cortantes epigramas– es enormemente disfrutable. El problema es que, a pesar de todo ello, Miranda no deja de ser un secundario, con su secretaria, Emily (la inglesa Emily Blunt, consagrada en Mi verano de amor) y Nigel haciéndole un adecuado coro de venenos. Mucho menos interés tiene la muy normal Andrea y todo aquello que la rodea: novio, familia, círculo de amigos y nuevo candidato. Como es a ella a quien la película sigue, el interés va decayendo, de modo tan implacable como Miranda Priestly, cada vez que juzga alguna nueva colección.
6-EL DIABLO VISTE A LA MODA
The Devil Wears Prada.
EE.UU., 2006.
Dirección: David Frankel.
Guión: Aline Brosh McKenna, sobre novela de Lauren Weisberger.
Intérpretes: Meryl Streep, Anne Ha-thaway, Emily Blunt, Stanley Tucci, Adrian Grenier y Simon Baker.
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