CINE › EL CONTADOR, DIRIGIDA POR GAVIN O’CONNOR, CON BEN AFFLECK
› Por Juan Pablo Cinelli
En una época en la cual las remakes y las adaptaciones de la literatura o la historieta vienen a paliar la falta de ideas originales, un film como El contador, de Gavin O’Connor, puede ser una buena noticia para el cine de acción. No porque represente una revolución (ni mucho menos), sino porque encuentra un punto de partida más o menos ingenioso para crear un personaje atractivo y contar una historia que sin ser novedosa no carece de interés. Ese personaje es Christian Wolff, un niño autista (el trastorno específico que padece es el cada vez más conocido Síndrome de Asperger, el mismo que alguna vez se asoció erróneamente a Lionel Messi), cuyas habilidades con la matemática lo convierten ya adulto en un notable contador con algunas oportunas habilidades extra. Claro que la mentada originalidad en el punto de partida se limita al género de acción, ya que el tópico de los autistas, en particular aquellos con capacidades geniales en el terreno de la matemática, ha sido abordado no pocas veces por el cine, de Rain Man (Barry Levinson, 1988) en adelante.
Abandonado por su madre e hijo de un padre militar muy riguroso, Wolff recibe desde chico una estricta educación marcial y es entrenado en disciplinas de combate para compensar la debilidad de su afección. Lo distintivo de El contador es que toma ese trastorno neurobiológico para convertirlo en origen de un gran poder y a Wolff, por lo tanto, casi en un X–Men. Porque es sobre el camino del (super)héroe, tan de moda tanto en el cine como en la televisión desde hace más de 15 años, que el film va montando su estructura. Como otros personajes provenientes de ese nicho, el protagonista tiene un pasado tormentoso y traumático que al crecer le permite convertir en virtud lo que en principio parecía una maldición. Wolff utiliza su oficio como fachada, del mismo modo en que Clark Kent o Peter Parker se ocultaban detrás del periodismo y combinando la habilidad contable con su efectividad en la lucha y el uso de las armas, se dedica a asesorar a distintas mafias alrededor de todo el mundo en el lavado de dinero. Por supuesto, ese es apenas el punto de partida de un relato que se va complejizando de a poco.
Es cierto que no pocas las veces El contador termina haciendo equilibrio sobre el filo de su propio verosímil y también que se excede en la acumulación de giros, sorpresas y vueltas de tuerca. Aun así nunca pierde la punta del hilo en la maraña de su trama, ni la atención del espectador, manteniendo alta la tensión del relato hasta el final. Además O´Connor hace gala de un gran manejo coreográfico de la acción y el guión se permite encontrar un costado humorístico para las distintas situaciones cotidianas a las que el protagonista se enfrenta en su dificultad para socializar, permitiendo que el balance final sea positivo.
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