CINE › “LAS TORRES GEMELAS”, DE OLIVER STONE
› Por H. B.
Dirección: Oliver Stone.
Guión: Andrea Berloff.
Intérpretes: Nicolas Cage, Michael Peña, María Bello, Maggie Gylenhaal y Jay Hernández.
“Si para algo sirvió el 11 de septiembre, fue para redescubrirnos, para darnos cuenta de la bondad y generosidad que todavía subyacían en el pueblo de Estados Unidos, en contra de la maldad que de pronto se nos vino encima.” La aclaración inicial –de que lo que cuenta Las torres gemelas se basa en hechos reales– no excusa a Oliver Stone de la decisión de cerrar su monumento fílmico a las víctimas (y los héroes) del 11-9–01 con estas declaraciones simplistas y patrioteras, que llevan al plano de la necedad cotidiana la geopolítica internacional de George W. Bush a partir de esa fecha. Que esas declaraciones hayan sido formuladas por uno de los héroes de la película no disculpa al director: es su película; es él quien decide qué incluir en ella y qué no.
No se puede negar que es un cierre absolutamente coherente, para una película que se propone como apología del héroe anónimo y hacia esa meta marcha, con la más lineal y previsible de las trayectorias. Héroes anónimos que decidieron, ante la catástrofe, salir a ayudar a sus semejantes, sin esperar nada a cambio. Los miembros de la policía portuaria, por ejemplo. Como el sargento John McLoughlin (un Nicolas Cage con bigote y poco pelo) y los agentes William Jimeno (Michael Peña) y Dominick Pezzulo (Jay Hernández), que quedan atrapados entre restos de mampostería, bloques de hormigón y estructuras de hierro, una vez que la Torre 1 se ha venido abajo, cierta mañana de sol, en el más bello otoño neoyorquino. Habrá que suponer que el crisol étnico representado por un descendiente de irlandeses, uno de latinos y uno de italianos no es obra de un realizador empeñado en convertir esa circunstancia en símbolo de la perfecta democracia estadounidense, sino del simple azar de la realidad.
Menos probable es que las largas horas de inmovilidad y desesperación hayan llevado a Jimeno a ver aparecer a Jesucristo, en medio de un enceguecedor chorro de luz. No hay por qué no atribuir la decisión de incluir a tan beatífica figura al director de The Doors, teniendo en cuenta los trips místicos que adornaban aquella película. Considerando los antecedentes del realizador en el servicio naval de los Estados Unidos, tampoco debería llamar la atención que el héroe máximo de Las torres gemelas sea un ex marine. Cuando todos los demás parecen haber bajado los brazos, ese héroe anónimo decide ir al rescate de los atrapados, por su propia cuenta y aunque ya no pertenece a cuerpo alguno. “Dios me encargó esta misión”, dice el tipo y marcha rumbo al World Trade Center, con su paso de Terminator y su uniforme de camuflaje. Que Stone lo muestre como un posible psicótico no quita que sea él el principal impulsor del rescate de los protagonistas. “No los dejaremos”, les grita a McLoughlin y Jimeno. “Somos marines, y ustedes son nuestra misión.”
Una vez rescatados, el mismo marine declarará que lo que sucedió debe ser vengado y que pueden contar con él para eso. Haya existido o no este mini-Bush de botas y uniforme, una película que lo celebre como héroe no puede merecer otra cosa que el escarnio.
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