CINE › MIGUEL MIRRA, DIRECTOR DEL DOCUMENTAL “QUE VIVA GUALEGUAYCHU!”
El director se acercó a los asambleístas entrerrianos casi por obra de la casualidad y terminó accediendo a su pedido de registrar el caso que puso al rojo la relación con Uruguay.
› Por Oscar Ranzani
“Mañana tal vez tenga que sentarme frente a mis hijos y decirles que fuimos derrotados, que no supimos cómo hacer para ganar. Pero no podría mirarlos a los ojos y decirles que ellos viven así porque yo no me animé a pelear.” La frase anónima fue estampada en uno de los numerosos carteles de los asambleístas de Gualeguaychú y expresa sintéticamente el espíritu del documental Que viva Gualeguaychú!, dirigido por Miguel Mirra. A lo largo de casi una hora, la película del coordinador del Movimiento de Documentalistas desgrana las posiciones de ambientalistas argentinos y uruguayos –que, para sorpresa de muchos, coinciden en la defensa de lo natural– en relación con el conflicto de las pasteras Ence y Botnia, ya que al momento de su rodaje la empresa española todavía no había anunciado su relocalización. Y funciona como una síntesis porque después de ver Que viva Gualeguaychú!, queda claro que el pueblo de la provincia entrerriana se siente muy firme en su pelea contra la contaminación y en su defensa de la vida y del medioambiente. En medio de un clima que va subiendo de temperatura entre Argentina y Uruguay –véanse páginas...–, se estrenará Que viva Gualeguaychú! mañana a las 19 en el Centro Cultural de la Cooperación (Corrientes 1543), con repeticiones el jueves 7 a las 21 y el viernes 8 a las 19.
Miguel Mirra cuenta que, tradicionalmente, había abordado las problemáticas de los pueblos indígenas y que había tenido un acercamiento al conflicto con los problemas que ocasionan los desmontes en Salta. Hasta que un día se acercó al Centro Cultural Plaza Defensa a escuchar una charla de asambleístas de Gualeguaychú. No tenía en mente realizar algún trabajo documental pero, al hablar con los representantes de la asamblea, éstos le pidieron si podía realizar un trabajo audiovisual de la marcha al puente internacional que convocó a 100 mil personas el 30 de abril de este año, y que fue leído mayoritariamente como una demostración de la fuerza que tenían los pobladores de Gualeguaychú a la hora de defender su tierra frente al intento de avance del capital multinacional. “Nosotros necesitaríamos cubrir la marcha”, le propusieron a Mirra. Y el documentalista se calzó la cámara al hombro y realizó un trabajo audiovisual de unos quince minutos de duración. “Ahí me quedó la idea de profundizar la cuestión”, afirma Mirra, quien luego realizó Que viva Gualeguaychú! “conmovido por la participación de la gente”.
–¿Qué objetivos se propuso con su documental?
–Conmovido por la situación, sentía que había que colaborar, de alguna manera, en clarificar algunas cuestiones que, para mí, no estaban muy claras y creo que para mucha gente tampoco. La idea era dar a conocer esta situación desde distintos puntos de vista, poniéndola en contexto. En general, lo que se veía en los medios eran cosas puntuales, coyunturales: no había visto un análisis histórico, de contexto social, político. El objetivo era poner esto de la asamblea de Gualeguaychú en un contexto mayor. Por otro lado, también estaba interesado en la asamblea. Tuve la oportunidad de estar presente y me pareció un fenómeno que había que poner en evidencia. Las dos cosas: poner en contexto el conflicto y clarificar, en la medida de lo posible, lo que es la asamblea y lo que significa para Gualeguaychú.
–¿Qué fines sociales y políticos tiene el cine en estos casos?
–Tenemos que participar, en primer lugar, comprometiéndonos en acercarnos de lleno a la situación. No desde una supuesta objetividad ascética sino participando, yendo, estando con la gente, y también haciendo. En ese sentido, entonces, uno puede hablar desde adentro de la situación y dar a conocer las cuestiones más profundas y no las superficiales. Creo que el rol del documental es ése. Y en este caso, desarrollar el tema desde los afectos, desde las broncas, frustraciones y gratificaciones que la propia gente tiene en su lucha.
–Al ver la película, da la impresión de que la posición de cierta parte del pueblo uruguayo se diferencia de la de su gobierno. ¿Qué reflexión se llevó usted de esto?
–Yo no sé si hablar del pueblo uruguayo. Es más, el documental habla de Gualeguaychú y trata de circunscribir porque no podemos generalizar fácilmente. Lo que yo vi, sobre todo en Fray Bentos, fueron dos posturas. Creo que todos tienen conciencia de la situación, absolutamente. Pero hay mucha gente que, producto de las políticas neoliberales, se ha quedado sin trabajo durante mucho tiempo, el campo en Uruguay fue muy castigado. Entonces ven las pasteras como una posibilidad de trabajar. Inclusive muchos me han dicho: “Prefiero morirme de cáncer dentro de veinte años y no de hambre ahora”. La de allá es una situación muy difícil. Lo que pasa es que por ahí también la manipulación de la información que ha habido no le permite ver a mucha gente que existen otras posibilidades de trabajo que no sean las de contaminar el río o la tierra. Hay otro sector que yo creo que está muy censurado, como la gente que aparece en el documental que tiene clarísimo, en primer lugar, el tema del monocultivo de pinos y eucaliptus y todas las consecuencias que traen. Hay que agregar que son las materias primas para las pasteras que están afectando los suelos, despoblando el campo en una zona bastante grande porque se necesita mucha menos mano de obra. Entonces, hay gente que tiene mucha conciencia de esto pero no tiene la posibilidad de acceder a los medios en Uruguay.
–Uno de los aspectos que se mencionan es que así como las pasteras pueden contaminar, después sus países de origen no comprarán los productos que en Gualeguaychú se fabriquen porque acusarán a la zona de estar contaminada.
–Exactamente. Ya está pasando en el sur de Chile con las pasteras que hay ahí. Se sabe que Chile es un gran exportador de vinos. Bueno, ya tiene dificultades de exportar los vinos de esa zona porque están en zona de contaminación de pasteras. O sea, estas grandes empresas que pertenecen a los países del llamado Primer Mundo no pueden seguir contaminando en sus países. Vienen a estos países y, después, los acusan de no tener suficiente cuidado en sus productos y les dejan de comprar. Es una rueda terrible. Pero no les importa porque, en realidad, ellos van por la ganancia. Y cuando agoten los suelos, como en el caso de la soja, o cuando se lleven todos los minerales, como en el caso de la minería química, a cielo abierto, cuando lo agoten y contaminen se irán a otro lado.
–¿Por qué no incluyó el testimonio de ningún funcionario uruguayo?
–Elegí un punto de vista y me negué a darles voz a las multinacionales. Lo que dicen los funcionarios uruguayos es lo mismo que dice Botnia.
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