CINE › “EL BUEN DESTINO”, DEBUT EN LA DIRECCION DE LEONOR BENEDETTO
› Por Horacio Bernades
La idea de utilizar un ámbito comunitario como lugar en el que hacer converger múltiples historias ha sido más trajinada por la televisión que por el cine, y a ella recurre Leonor Benedetto como núcleo organizativo de El buen destino, primer trabajo como guionista y realizadora cinematográfica. Como en la serie de unitarios Un cortado, ese ámbito es aquí el de un bar. Parecería que, más tarde o más temprano, la población entera de una pequeña ciudad de provincia va a parar indefectiblemente al bar El Buen Destino, para charlar sobre las cuitas del lugar y en algún caso hasta a dirimirlas, como en un saloon del oeste. Tal vez lo sea: fue en el oeste (de la Argentina) donde se filmó El buen destino, con apoyo del gobierno de San Luis.
Con una fotografía en tonos cálidos a cargo del talentoso Ricardo de Angelis (Hombre mirando al sudeste, Un lugar en el mundo) y vasto elenco, la ópera prima de Benedetto le suma al naturalismo de tira televisiva una sobrecargada referencialidad a temas de la agenda diaria, incursiones en la caricatura e intromisiones de un onirismo casi subieliano. Como en Lugares comunes, Federico Luppi es aquí un profesor progre, que no renuncia a los ideales (“Extraño las utopías”, dice) y por esa razón corre serio riesgo de que lo jubilen antes de tiempo. Un grupo de alumnos fachos, acaudillados por Nicolás Vázquez (tal vez la actuación más convincente de la película), lo patotea y le enchastra con amenazas la puerta de la casa. Un extraño policía bueno (adecuado Roberto Vallejos) lo protege, lo mismo que sus amigos. Ellos son Gustavo Garzón, que hace de un lírico artista vidriero, Julio Suárez –que compone con marcada exageración a un videasta aficionado–, y el médico Luis Luque. Que, a la manera del protagonista de El empleo del tiempo, le oculta a su muy tilinga esposa que es casi un desempleado.
Por El Buen Destino asoman también la siempre nobilísima Gabriela Toscano –hija de Luppi, esposa golpeada por Rafael Ferro y amante de Garzón–; el más que digno Pablo Rago como barman y pizzero a punto de casarse; una encuestadora oficial más colgada que la Debu de Sos mi vida (pero no graciosa, sino sobreactuada por María Carámbula); una vecina a cargo de la puntana Norma Argentina y el dueño del bar, Oscar Alegre, que escucha las conversaciones de los otros y eventualmente opina sobre ellas, al estilo Polémica en el bar. Más contadas, y mucho más desconcertantes, resultan las apariciones de la española Elvira Mínguez –cuyo fatal aspecto y frases lapidarias hacen suponer que podría tratarse de la Muerte misma– y de unos bailarines de tango encabezados por Alejandra Radano, que dan la impresión de estar actuando en una versión sanluiseña de Amor sin barreras.
Tal vez la pretensión de este crisol fracturado haya sido la de reflejar a la Argentina in toto. Ese es justamente el problema: difícilmente esa clase de ambiciones conduzca a otra cosa que no sea el esquematismo, el estereotipo, las frases hechas y las verdades de autoayuda.
4-EL BUEN DESTINO
Argentina/España, 2006.
Dirección y guión: Leonor Benedetto.
Fotografía: Ricardo de Angelis.
Intérpretes: Federico Luppi, Gustavo Garzón, Gabriela Toscano, Pablo Rago, Jorge Suárez y Luis Luque.
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