CINE › “LO QUE EL AGUA SE LLEVO”, DE DAVID BOWERS Y SAM FELL
› Por D. B.
La proliferación de películas animadas y animales –esto es, con protagonistas del reino animal antropomorfizados para la ocasión– no parece tener fin y se multiplica con cada nueva temporada cinematográfica. Su existencia, para bien y para mal, ya no depende de excusas como recesos escolares o afines. Inevitablemente, esa marea de films destinados al público infantil viene acompañada de algunas buenas olas y excelentes chapuzones, pero también deja abandonada en la costa toda la resaca originada en alta mar. El caso de Lo que el agua se llevó, juego de palabras con el clásico melodrama de los años ’30 que en nada se parece al título original, es paradigmático de la tendencia en alza a la fabricación en serie, sin mayores cuidados, de este tipo de proyectos. Una verdadera pena si se tiene en cuenta que sus productores, los británicos estudios Aardman, supieron dar algunos de los mejores exponentes de la animación contemporánea.
Difícil hallar aquí el trabajo artesanal de los primeros cortos dirigidos por Nick Park y Peter Lord, cabezas visibles de la compañía, o el buen humor, la pasión por la aventura y el exquisito trabajo de diseño de largometrajes como Pollitos en fuga o Wallace y Gromit-La batalla de los vegetales. Y en ello poco y nada tiene que ver el hecho de tratarse de la primera producción de la casa en la cual se prescinde por completo del trabajo de animación cuadro a cuadro con modelos tridimensionales. El problema básico de Lo que el agua se llevó no es el uso de las computadoras en reemplazo de la plastilina, sino el poco cuidado con el cual parecen construidos todos los personajes y la desidia a la hora de plantear conflictos y situaciones, cosa extraña al confirmar en la secuencia de títulos el trabajo de cinco guionistas. Todo parece de segunda mano, ya visto en otras ocasiones, y ni siquiera el personaje central excede el esquematismo de la descripción somera.
Véase: Roddy es una ratita ricachona que se ve expulsada de su dorada vida de mascota de lujo y va a parar a las alcantarillas de Londres, donde descubre un universo poblado de roedores muy similar al externo aunque, por supuesto, reproducido a escala diminuta. Allí vivirá desventuras a granel y descubrirá, eventualmente, el valor de la amistad y el compañerismo. Es cierto que esta estructura en la cual un personaje es trasplantado a otro mundo con reglas bien distintas puede aplicarse a cientos de películas, y en particular al cine destinado a los niños (reemplácese a Roddy por el autito de Cars o por el cuarteto de animales de Madagascar para ver dos ejemplos recientes). Pero –regla de oro del género y por paradójico que suene– en los mejores exponentes del cine de animación siempre se impone, por sobre el resto de las cosas, la humanidad de esos seres de fantasía. Roddy y sus amigos son apenas lo que parecen, dibujos que se mueven, y a sus creadores no les queda más remedio que ocultar esa falta de carácter con constantes movimientos hiperquinéticos de seres y objetos, momentos de comicidad de dudosa progenie y un uso y abuso de las canciones en la banda de sonido que de tan obvia y redundante resulta injuriosa.
5-LO QUE EL AGUA SE LLEVO
Flushed Away, Reino Unido/EE.UU., 2006
Dirección: David Bowers y Sam Fell.
Guión: Dick Clement, Ian La Frenais, Chris Lloyd, Joe Keenan y Will Davies.
Voces de: Hugh Jackman, Kate Winslet, Ian McKellen, Jean Reno (versión subtitulada).
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