CINE › A 50 AÑOS DE LA MUERTE DE HUMPHREY BOGART
Fue una de las grandes leyendas de Hollywood y la encarnación del ídolo masculino. Vivió a pleno y no conoció la declinación.
› Por Christoph Driessen
Desde Los Angeles
El gran astro del cine era tan bajito que tenía que subirse a una banqueta para besar a la dama. Tenía hombros estrechos, un pelo escaso y un rostro arrugado. Pero cuando Humphrey Bogart murió el 14 de enero de 1957 en lo más alto de su carrera, era la encarnación del ídolo masculino. Las mujeres soñaban con él porque sabían que en cada situación haría lo correcto. Podía conducir Mustangs o tanques, operar o mezclar tragos. Incluso podía ser un desempleado y pese a ello tener estilo. Solamente se lo veía sin saber qué hacer ante los niños. A las mujeres las llamaba “Kid” o “Baby”. Los hombres que no bebían le resultaban sospechosos.
Su mundo era el bar de las grandes ciudades por la noche, donde bebía tragos duros y callaba. Cuando abría la boca, era habitualmente para hacer un comentario lacónico o cínico, en diálogos del tipo:
“¿Nacionalidad?” Respuesta: “Borracho”. Su signo más personal era el cigarrillo siempre colgando de la comisura de sus labios, el sombrero bien calzado y las manos en los bolsillos de su gabardina. En los años ’40 y ’50, este tipo, el “bogartian man”, fue copiado por millones. Todos querían fumar de la misma forma indolente que él.
Una leyenda tal no nace en cualquier lugar y en cualquier momento, sino en Manhattan en la Navidad de 1900, tal como se afirma aún hoy en algunas enciclopedias. Lo de Manhattan es correcto, pero la fecha de nacimiento no, pues fue modificada en 1936 por los estrategas publicitarios de los estudios Warner Brothers. En realidad Humphrey nació en 1899. Tras el fracaso escolar de este hijo de un médico, Bogart entró en la Marina y sobrevivió luego con trabajos esporádicos. En 1920, a través de las relaciones de su padre, obtuvo un puesto como ayudante en un teatro y dos años más tarde logró subir a un escenario. Comenzó entonces un arduo camino.
Sólo cuando a mitad de los años ’30 se pusieron de moda las películas de gangsters, las cosas empezaron a mejorar. Gracias a su anguloso rostro con una llamativa cicatriz en el labio superior, Bogart obtuvo siempre el papel del malvado. Hasta que en 1941 rodó el melodrama High Sierra, en el que encarnó por primera vez al “bogartian man”, el cínico con toques románticos. En 1942, Bogart comenzó a filmar una cinta de propaganda contra los nazis. Al iniciar el rodaje aún no estaba terminado el guión, de modo que el propio actor desconocía si habría o no final feliz. Casablanca se convirtió en un éxito enorme y fue premiado con tres Oscar, entre ellos el de mejor película.
Sin embargo, Bogart tuvo que esperar hasta 1952 para recibir la única estatuilla de su carrera, por La reina de Africa. También en el ámbito privado la felicidad se demoró, hasta principios de 1944, el primer día de filmación de Tener y no tener y primero también para Lauren Bacall, quien con 19 años acababa de ser descubierta y se encontraba frente a frente con uno de los grandes del cine. Bacall temblaba. Al final se atrevió a pedir fósforos. Bogart le lanzó una caja y ella encendió un cigarrillo, aspiró hondo y agradeció. La tensión inundó no sólo la pantalla: Bogart se enamoró como nunca.
“Hacíamos bromas, como siempre”, relató la actriz en su autobiografía, sobre aquella noche a comienzos de 1944, cuando Humphrey la besó por primera vez. “De repente, puso dos dedos debajo de mi barbilla y me besó.” El tenía 25 años más y vivía en terceras nupcias con la actriz Mayo Methot, alcohólica, tras dos divorcios. El matrimonio era conocido por sus constantes peleas. Bogart se enamoró de Bacall y comenzó una de las historias de amor más famosas de Hollywood. Sin embargo, cuando su celosa esposa le prometió desesperada que se sometería a un tratamiento, se sintió atado a su matrimonio y rompió con Bacall. “Necesita ayuda. En ese estado no se deja ni a un perro delante de la puerta”, explicó.
Pero aquella reconciliación no prosperó. Tras varias idas y venidas, los Bogart dieron a conocer su separación definitiva en diciembre y el 10 de mayo de 1945 se divorciaron. Sólo once días después, Bogart se casó con Bacall y vivieron juntos hasta su muerte. Fue, se puede decir, un matrimonio feliz. Bacall, hija de una rica familia de inmigrantes judíos, se retiró del cine por él. A cambio, él aceptó su deseo de tener hijos y se convirtió en padre por primera vez con casi 50 años: en 1949 nació Ste-phen y en 1952 Leslie. Cuando Bogart murió, Bacall tenía apenas 32 años. Pero nunca nadie volvió a ocupar el lugar del actor en su vida. Un segundo matrimonio fracasó. La actriz, hoy de 82 años, inició una nueva carrera en los ’70 y sigue trabajando hasta hoy. “Fui feliz durante once años”, dijo en una ocasión. “Eso alcanza para toda una vida.”
La leyenda se apoderó de la figura de Bogart después de que el cuerpo del astro de Hollywood sucumbiera frente a un cáncer de esófago. Pesaba apenas 36 kilos, pero seguía fumando y bebiendo sus Martinis. Cuando el 2 de enero de 1957 una columnista de la prensa rosa le preguntó por su salud, respondió con descuido: “Me va fantástico”. Dos semanas después estaba muerto. John Huston dijo entonces que nunca más habría nadie como él.
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